Me gusta pensar que la historia de La Casa de las Magnolias (Suma de Letras, 2022) vino hacia mí, que de alguna forma ya existía. La imagino escondida entre un frondoso bosque, aguardando pacientemente a que me atreviese a contarla.
Todo comenzó en un viaje a Cantabria, hace ahora cuatro veranos. En una carretera comarcal en el municipio de Mazcuerras apareció ante mí el escenario perfecto para cualquier historia de época: una maravillosa casa de estilo indiano. Su piedra rosada, su gran balcón blanco y los dos espléndidos árboles que enmarcaban con simetría su fachada evocaron en mí la majestuosidad y la belleza de una elegante dama, pero también una íntima nostalgia.
En aquel instante, pese a que la historia apenas se asomaba tímidamente en mi cabeza, ya sentí la necesidad de retener cada detalle en mi memoria: la inspiración había comenzado a abrirse paso en mi interior.
Puedo afirmar sin dudarlo que la casa actuó como el germen de la trama. A partir de ella fui tejiendo todo lo demás: cada giro y cada personaje. De la misma forma en la que la vida se abre paso en cada rincón de Cantabria para nacer espléndida, poco a poco la historia se abrió paso hasta mí para que yo la contase. La trama y los paisajes de esta región forman un solo ser, no se pueden desligar, porque la novela perdería su sentido. Enseguida entenderás por qué.
Lo primero que hice al regresar de aquel viaje fue empezar el proceso de documentación. ¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir que la pequeña localidad de Mazcuerras encerraba un gran secreto! Aquel municipio había sido precisamente el refugio y el hogar de dos grandes escritoras. En una acogedora casa de piedra y madera, junto a la plaza más céntrica, vivió Concha Espina largas temporadas de su vida y, precisamente, la casa indiana que había despertado mi imaginación había sido habitada por Josefina Aldecoa. ¡Entre aquellos muros había escrito todas sus novelas!
Como no creo en las casualidades, sino en el destino, sentí que aquellas eran señales que me alentaban a involucrarme en el mágico acto de la escritura. Y así lo hice. Cuando el mundo entero se paralizó en medio de una situación sin precedentes, yo me senté a escribir y el papel se convirtió en mi refugio. Aquel era el momento que estaba esperando, el tiempo que necesitaba para dar vida a aquella historia que llevaba rondando mi mente muchos meses.
Tenía el escenario, tenía el principio y tenía el final, pero lo que yo no sabía es que la historia y cada uno de sus personajes me iban a guiar a mí durante el viaje que constituye la escritura. Así es como alrededor de la trama afloraron mis íntimas inquietudes, aquellos temas que siempre han estado en mi subconsciente.
La Casa de las Magnolias habla del tiempo y de lo que ocurre cuando las personas, los espacios o las relaciones viajan a través de él. A veces cambian para siempre, otras veces encuentran una segunda oportunidad. También los secretos viajan a través de los años, incluso de las décadas, hasta alcanzar el presente y cuando esto ocurre, tienen el poder de cambiar el rumbo de nuestras vidas.
Esto es lo que le ocurre a Isabel, protagonista de esta novela. Tras la pérdida de su madre, Aurora, a quien estaba unida por un intenso vínculo, se encuentra con una antigua carta olvidada en el desván en la que descubre la verdadera identidad de su padre. Esto hace que sus cimientos familiares se tambaleen, que sus orígenes se diluyan en un mar de incertidumbres. Deberá emprender un viaje hacia el pasado para poder retomar su presente y lograr reconciliarse con su madre, quien le ocultó un gran secreto durante toda su vida.
Por lo tanto, nuestras raíces, ese poderoso anclaje al mundo, a quienes somos, constituyen otro ingrediente esencial de esta novela. Ha sido muy interesante explorar qué es lo que ocurre cuando desaparecen, la manera en la que nos dejan indefensos ante la vida, ante nuestro propio pasado.
A lo largo de las páginas retrocederemos décadas en el tiempo, hasta los primeros años de vida de Aurora, a principios del siglo veinte, en una majestuosa casa con un idílico jardín. Puedes adivinar cuál fue mi inspiración para este escenario, ¿verdad?
Allí jugará y soñará junto a Cristina, la hija de los dueños de esa casa. Acompañaremos a ambas en ese delicioso viaje que es la infancia, creceremos con ellas, reviviremos a través de sus voces los momentos que han quedado grabados para siempre en su memoria y finalmente comprenderemos lo que ellas no eran capaces de imaginar cuando jugaban en el jardín: pertenecen a mundos muy diferentes.
Ahondando en su interior y en el de todos los personajes de esta novela, descubriremos la dualidad que existe dentro de nosotros mismos. Sombras en forma de culpabilidad, traiciones, envidia; pero también luz en forma de perdón, de amistad, de amor, porque lo cierto es que en cada uno de nosotros hay una fuente de luz inagotable, aunque en ocasiones debamos reconciliarnos con ella.
Durante la lectura podrás acompañar a todos los personajes en esa búsqueda personal repleta de emociones. Podrás oír sus risas, sentir la dulce fragancia de las flores frescas del salón, la luminosidad de las fiestas en su jardín, sus crujidos en la noche, sus secretos. La Casa de las Magnolias está deseando que tú también la habites.