Elvira Lindo

Elvira Lindo DR

Protagonistas

Elvira Lindo: “Hacemos demasiado caso a los políticos. Permitimos que nos coloquen en una trinchera"

Periodista, novelista e incluso guionista… nada parece resistirse al talento literario de esta gaditana a la que Magas ha premiado por su novela En la boca del lobo.

29 junio, 2024 01:30

Elvira Lindo (Cádiz, 1962) tiene una sorprendente capacidad de abarcar con éxito distintos géneros -novela, periodismo, cine, radio, teatro…-, todos relacionados con la palabra oral o escrita. El mundo editorial la trata bien.

En la boca del lobo, premiada con el premio Maga de Magas, es una novela de vidas rotas -algunas consiguen recomponerse, otras no-, narrada con perspicacia psicológica y singular delicadeza. No le hace falta recurrir a la sordidez de lo explícito. "Creo que ha sido la manera de narrar muy sutilmente qué ocurre en la mente de una persona que ha sido abusada y qué ocurre con el trauma a lo largo de la vida."- explica a Magas-."Todos los personajes están inspirados en personas reales."

Llego a la actual casa de Elvira Lindo. Ha perdido la cuenta de cuántas veces se ha mudado. Para ella mudarse es "cambiar de sitio para retirarte a otro. La vida cambia."

Lolita, una yorkshire, viene alegremente a saludarme. Nos sentamos, y empieza a lamerme la pierna. Como hace calor, pienso que a lo mejor le gusta el sabor salado del sudor. No era consciente de la transpiración de mi pierna. Elvira se la lleva y yo me centro en la entrevista. Es gran conversadora, de expresión clara y amabilidad sincera.

En estos últimos años ha escrito una novela, un guion de cine, ha dirigido una película, hecho teatro… mientras, seguía publicando una columna semanal y colaborando en un programa de radio. ¿Cómo abarca tanto? 

El año pasado lo pagué y acabé con un agotamiento físico y mental que me repercutió muchísimo en el ánimo. Dudo de que las personas aprendan. Volvemos siempre a comportarnos según nuestras tendencias. Tengo ganas de tener proyectos, pero no de solaparlos. Sentí estrés y que no controlaba mi vida. No fueron decisiones mías. Vino así.

Ha recibido el premio Maga de Magas de novela por En la boca del lobo

Fue un acto generoso por parte de EL ESPAÑOL. Tuve la impresión de que el espíritu de Cruz estaba en todo ello. Es una mujer que me sorprende. Encantadora y generosa. En este mundo eso no es tan fácil. Cuando una persona hace las cosas bien, no solo yo, sino todo el mundo queda muy agradecido. 

Elvira, en su terraza

Elvira, en su terraza DR

El premio destaca la fortaleza narrativa, el uso de la fábula y el cuento para tratar un tema tan espinoso como el abuso infantil. 

Hace poco un psiquiatra eligió esta novela para hablar del trauma. Decía que estaba muy bien contado a través de la fábula y de la fantasía. Lo que habitualmente en las víctimas de abuso es una disociación -la mente se va a otro sitio- yo lo he llevado al máximo extremo haciendo que la protagonista se divida en dos. La Julieta real se vuelve a Valencia con su madre y el fantasma de la niña se queda en el pueblo. 

No quería contar de qué manera un hombre había abusado de la niña. Quería saber qué fue de ella, cómo había podido vivir el resto de su vida, y también sacarla de su condición de víctima para convertirla en una persona que pudiera amar y tener su futuro. 

La casa de Julieta en Valencia es la boca del lobo. En el pueblo, donde está ambientada la novela, está a salvo. Allí, en la comarca del Rincón de Ademuz, pasó usted los veranos de su infancia. 

Era un refugio. Todavía gocé de aquello que era la infancia en libertad. Ibas sola a todas partes, tenía una familia extensa. Mi infancia fue completamente nómada. Nos íbamos mudando de uno a otro lado por el trabajo de mi padre. El volver siempre a un sitio donde pasado, presente y futuro se parecían, en el que no había grandes cambios, fue muy beneficioso para mí. Sigo volviendo.

Mi padre se dedicaba a lo abstracto, que eran los números. Pero en el pueblo tenía un tío panadero, una tía costurera… oficios en los que yo podía ver el resultado de su trabajo. Eran personas admirables en todos los sentidos, muy austeras y con un agudo sentido del deber. Algunos personajes del libro se parecen a ellos.

" Los niños se enteran muy bien de lo que pasa. Además, tienen miedo de defraudar. No poseen un sistema moral que les haga pensar que ellos no han hecho nada malo. Se culpan con mucha facilidad."

La infancia de Julieta queda congelada ese verano en el pueblo. Tiene que madurar antes de tiempo. La escritura le sirve para poder verbalizar lo que le sucede. ¿Cuánto de Elvira Lindo hay en esto último?

Hay mucho. Hay momentos en la vida en los que sientes cierta incomprensión. La escritura ha sido la manera de hacerme entender. 

Tengo la teoría de que los niños, aunque no tengan vocabulario para expresarlo -tampoco lo tienen muchas personas-, se enteran muy bien de lo que pasa. Además, tienen miedo de defraudar. No poseen un sistema moral que les haga pensar que ellos no han hecho nada malo. Se culpan con mucha facilidad. Allí traté de entrar.

Dijo que terminar En la boca del lobo le dejó vacía. ¿Por qué? 

Primero, estuve obsesionada con la novela. No solamente con la historia del personaje sino con la naturaleza: describirla bien, crear un ambiente, una atmósfera. Ahora llega el otoño, ¿cómo es el otoño en este lugar? Lo conozco muy bien, pero otra cosa es contarlo. 

Cuando se acabó y vi que esa mujer (Emma) y esa niña se perdían por el bosque, pensé “Y ¿ahora qué? Voy a perder esos personajes para siempre. ¿Cabría la posibilidad de regresar a ese mundo?”. Me quedé triste. 

Pero luego dirigió la película Alguien que cuide de mí, que es otra versión de las relaciones maternofiliales. Una madre sobrepasada por las circunstancias, una hija hiperresponsable y una abuela dura con su hija.

Dentro de que son personas de mundos muy distintos… Son cosas inconscientes. Por algo se repetirán. 

En la novela hay una intimidad especial que le hace al lector también tomar conciencia del paso del tiempo e iniciar, en paralelo a los personajes, un viaje hacia su propio pasado. 

Ahora, hay una literatura, la autoficción, que habla mucho del presente, de experiencias recién vividas. A mí me sigue gustando ese espíritu de novela que recorría la vida de los personajes a lo largo de su infancia, su juventud… Siempre me hizo reflexionar sobre el paso del tiempo, cómo cambia la vida, cómo nos cambia. Los giros inesperados. En ese aspecto creo que es una novela muy novelesca.

Cuando tú vuelves a sitios donde viviste experiencias importantes, te encuentras con el fantasma de lo que fuiste y, de alguna manera, dialogas con él. Esa fue la primera inspiración del libro. Cuando vuelvo al Rincón de Ademuz me encuentro conmigo misma en otras etapas de mi vida.

Muestra tres maneras distintas de confrontar el pasado. Julieta quiere finalmente rescatar a la niña que fue. Emma, esa especie de hada madrina, es una maestra de la recreación. En la madre encontramos el resentimiento por la pérdida de la juventud. 

Creo que, realmente, el personaje más trágico es el de la madre que no supo o quiso ser madre. La niña se siente culpable porque nota que la estorba. Se pregunta cuáles son esos sueños que ha frustrado en su madre.

La madre es una mujer “toda tensión y ansiedad”, que siempre ha elegido mal a los hombres y se ha dejado arrastrar por la “corriente de la vida”.

Todos los personajes están inspirados en personas. Esta madre es una mujer de gran belleza y de personalidad desequilibrada. Cuando al don de la belleza se le une la inconsistencia, cuando no sabes sacarle a la vida otro provecho que aquel don que se te he dado de nacimiento, es terrible, porque buscas una vida fácil que no cuesta trabajo. 

Casi siempre lo bueno que uno recoge en la vida es aquello que te ha costado un esfuerzo. Esta madre se imagina una vida aventurera, pero de manera muy peliculera. No tiene sustancia.

¿Diría que esta es una novela de madurez?

Totalmente, y también lo fue A corazón abierto que escribí sobre mis padres. Tenía 58. Con 30 hubiera escrito algo distinto.

Con 58 ya le ha dado tiempo a ser madre…

Y a equivocarte. Y a empezar a decir esas frases que te eran odiosas en boca de tus padres…

Como gran lectora, ¿tiene preferencia por algún género?  

La novela y el género de memorias. Siempre he pensado que el empezar a recordar es un proceso, sobre todo, de la madurez. Tienes más perspectiva y comprensión con los demás. Cuando eres joven es más fácil ser cruel, con tu padre, tu madre... Estás demasiado influido por tu yo.

¿Alguna rutina para escribir?

Cuando estoy con un libro, escribo por las tardes. Como a las seis y media. Antes era noctámbula, pero ahora tengo dificultades para dormir y no me puedo poner a escribir a las doce de la noche.

"Tengo una serie de principios. La justicia social, la educación pública, la sanidad, la libertad de expresión… Pero nunca bajo la batuta de un partido."

Al recoger el premio Maga de Magas, agradeció que fuera otorgado por un medio distinto del de donde usted escribe. “¡Basta ya de sectarismos!”, dijo. 

Detesto que me encasillen. He tenido amistades que pensaban como yo, y otras que no. Yo también he ido modificando cosas que pensaba. Tengo una serie de principios. La justicia social, la educación pública, la sanidad, la libertad de expresión… Pero nunca bajo la batuta de un partido.

¿Qué se puede hacer para despolitizar la opinión pública?

Entiendo que los políticos son importantes. Deciden cuestiones fundamentales para el funcionamiento del país, pero creo que les hacemos demasiado caso y permitimos que nos coloquen y que coloquen a los otros en una trinchera. Es estéril.

¿Cuántas veces se ha mudado?

Contando con las de mi infancia, muchísimas. La última fue la de Valencia, hace un año. Con Antonio hemos conocido distintos barrios de Madrid a base de mudanzas, desde la periferia al centro. Que si esta casa no nos gustaba o preferíamos otro barrio… También han estado las mudanzas internacionales. 

¿Encuentra un placer oculto en las mudanzas?

Ya no, creo que no. Después de la mudanza de Valencia -los muebles habían estado primero en NY y luego en Lisboa- creo que he sentido el peso de los años. Hasta aquí hemos llegado.

No querría terminar esta entrevista sin hablar de otro personaje de la novela: Leonardo el panadero, un hombre bueno que también carga con una culpa de la que no es realmente responsable.

He conocido hombres como Leonardo, profundamente sentimentales. Hay personas que ven truncadas una pasión por la muerte de un hijo o por algo que les hace retroceder, no por cobardía, sino por sentido de la responsabilidad. Son cosas que pasan en la vida.

Emma, con quien Leonardo es infiel, es una joven libre de los años 80. En esa libertad hay algo de inconsciencia del daño que puedes hacer. Cuando eres joven piensas y por qué no voy a tener derecho yo. Hay veces que se hace daño voluntariamente y otras que de manera inconsciente. Con los años vas siendo más consciente de ello. Yo particularmente prefiero en la vida hacer el menor daño posible. 

Pero a los 20 años, ciega de pasión… 

Así es la vida (se ríe). Por eso me gusta ver el curso de la vida, porque cambiamos.

Salimos a la terraza para hacer unas fotos. Macetas de distintos tamaños, variedad de verdes, flores, plantas perfectamente cuidadas. Vuelve Lolita, silenciosa, aunque, de tan alegre parece que lleva cascabeles. Se asoma Antonio Muñoz Molina desde el pasillo, saluda de pasada y desaparece. Me da la impresión de que han quedado a alguna hora y la visita se está alargando. Educadamente, Elvira me acompaña a la puerta