El crecimiento narco en la era Kirchner
El problema de la droga se extiende. Pero ni la presidenta ni los candidatos a las elecciones del fin de semana se lo toman en serio.
22 octubre, 2015 02:27Noticias relacionadas
Las luces de la Nochevieja de 2011 se apagaban en Barcelona y los hermanos argentinos Gustavo y Eduardo Juliá aterrizaron en el aeropuerto de El Prat pilotando un jet Challenger 604, un avión ambulancia proveniente de Buenos Aires. A los policías nacionales les extrañó y requisaron la aeronave. El olfato no falló: descubrieron una tonelada de cocaína embutida en los asientos.
La noticia voló a Argentina más rápido que lo había hecho el llamado "narco jet sanitario" pues los hermanos detenidos son hijos de un jerarca militar. Nada menos que el brigadier José Juliá, jefe de la Fuerza Aérea durante el gobierno del presidente peronista Carlos Menem (1989-1999). Sus hijos purgan ahora 13 años de condena en la cárcel Modelo de Barcelona.
La osadía de los pilotos resultó llamativa pero el asunto no lo era tanto. La policía ya había pillado en Barajas una maleta con 60 kilos de cocaína con etiqueta de destino a la Embajada de Argentina. Y cientos de toneladas fueron descubiertas en importaciones españolas, en las operaciones “merluza blanca”, “carbón blanco”, “skys blancos”, “manzanas blancas”, “biodiesel blanco” y otros.
La inventiva no ha descansado en maquillar alijos de drogas y esquivar controles. El último truco se produjo en el marco del programa “Hambre Cero” de la ONU. En la ciudad de Rosario impregnaron varios kilos de arroz con cocaína para enviar de ayuda humanitaria a Guinea Bissau. De ese país viajaría a Europa. Bastaría con hervir el cereal para desprender la droga adherida.
Rosario, la ciudad natal de los futbolistas Leonel Messi y Ángel Di María, tercera en población del país, con un puerto fluvial que fue gestionado un tiempo por Jorge Pujol Ferrasola y comunica al océano Atlántico, se ha convertido en una plaza clave del narco. La mafia ha trastocado la vida de la ciudad que registra casi un asesinato diario en ajustes de cuentas.
La violencia se ha extendido a las ‘villas miseria’ (barrios de chabolas) de otras ciudades, sobre todo, Buenos Aires y Córdoba. De hecho en la “Villa 1-11-14”, la más grande de la capital argentina, manda una banda de peruanos –ex miembros de Sendero Luminoso- que maneja ‘cocinas’ de clorhidrato de cocaína y un ‘ejército’ de hombres armados, según el ex funcionario de seguridad Jorge Rodríguez.
¿Si Argentina no cultiva la planta de coca de dónde sale tanta droga? El país recibe cargamentos de pasta base o el producto listo para consumir a través del límite septentrional con Bolivia y Paraguay, sin radares. “Hay más de 1000 pistas aéreas irregulares en el norte. Nuestra amplia frontera con cada vez menos gendarmes facilita el tráfico”, dice el especialista Eugenio Burzaco.
A la vez ha habido una inmigración silenciosa de capos narcos en busca de un refugio tranquilo. “Hay presencia de carteles mexicanos, colombianos y peruanos. En juzgados de México se sabe de la presencia de gente del Chapo Guzmán en Argentina”, denuncia Gustavo Vera, presidente de la ONG antidrogas “La Alameda”.
En la exclusiva urbanización bonaerense Nordelta, una ubicación estratégica con acceso por tierra y agua, han vivido escondidos varios de esos jefes del crimen organizado. Pero los colombianos Juan Sebastián Galvis Ramírez, Jorge Alexander Quintero y Héctor Duque cayeron cosidos a balazos por sicarios compatriotas suyos en Buenos Aires.
El Papa Francisco le escribió una carta a Vera –son amigos desde que Jorge Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires- y le contó que había estado hablando con obispos de México sobre el poder narco en el país azteca. Quedo impresionado, dijo, “allí la cosa es de terror”. “Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización de nuestro país”, deseó en la misiva, en febrero último.
También la Organización de las Naciones Unidas, en su informe de junio pasado sobre la situación del narcotráfico a nivel mundial, se ha referido al problema. Alertó de que en Argentina se decomisaron 250 toneladas de marihuana y 20 toneladas de cocaína en 2012 y 2013.
Pese a todas las evidencias, el Gobierno de la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, que ha impulsado muchas operaciones antidrogas, minimiza la cuestión. “Argentina es sólo un país de tránsito”, insiste el jefe de gabinete Aníbal Fernández, y candidato kirchnerista a gobernador de la provincia de Buenos Aires. A Fernández, la oposición política lo ha vinculado con la comercialización de efedrina, pero hasta ahora la justicia no halló pruebas de esa acusación.
Sí es cierto que Argentina ha multiplicado la importación de efedrina, un compuesto originario de Oriente usado en la producción de drogas sintéticas y estimulantes. De unos 200 kilos pasó a comprar más de 20 toneladas al año, con permiso de las autoridades. En la localidad bonaerense de Ingeniero Maschwitz cayó una banda de ocho mexicanos, al parecer vinculados al Cartel de Sinaloa, que transformaban la efedrina en éxtasis.
Hasta el secretario antidroga de los Kirchner, José Ramón Granero, fue procesado por las autorizaciones que su secretaría disponía al tráfico de efedrina, que al parecer después era triangulada a México. El escándalo incluyó un tiple crimen que parece salido de una película de Sean Penn: tres jóvenes que compraban y venían efedrina, Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina, fueron secuestrados y aparecieron maniatados con un disparo en la nuca en la localidad de General Rodríguez.
La campaña de los candidatos presidenciales de cara a las elecciones del domingo próximo no ha abordado a fondo el asunto. “Vamos a crear una agencia federal de investigaciones contra el narcotráfico”, ha prometido el candidato kirchnerista Daniel Scioli, que sin embargo hasta el año pasado hablaba de dar intervención a los militares, igual que han hecho México y Brasil.
El candidato opositor no peronista, Mauricio Macri, ha denunciado “cómo ha avanzado el narcotráfico con la inacción o ausencia absoluta del Estado”. Y ha propuesto una policía judicial y la ley del arrepentido. En cambio, el opositor peronista Sergio Massa, ha si el más confrontativo al plantear “declarar la guerra” a los mercaderes de estupefacientes y una ley de derribo de aviones “para terminar con la lluvia blanca” de cocaína sobre el país.