“No, en absoluto [debe preocuparte]”. “Todo el mundo debería estar preocupado”. Respuestas aparentemente distintas y, sin embargo, con un fondo común de cuatro expertos en Corea del Norte y en Seguridad consultados por EL ESPAÑOL para aclarar las implicaciones del cohete de largo alcance que lanzó el régimen de Pyonyang este fin de semana. Corea del Norte defiende que únicamente pretendía poner en órbita un satélite, una versión que no parece creer nadie, al menos no como único fin. Incluso China llamó a la “calma” a todas las partes.
La primera contestación, es la del coronel Pedro Baños, analista geopolítico y militar del Grupo Atenea especializado en Seguridad. Su respuesta apunta al sentido práctico y en el corto plazo sobre el cohete lanzado y por ello descarta que un español deba sentirse amenazado por ello. “La expectación que se le da es mucho mayor que la realidad. Una cosa es que sea un riesgo y otra, que sea una amenaza, [que es] cuando existe una voluntad de causar daño”, matiza. Este experto subraya además que un cohete es distinto de un misil. Al segundo “se le puede guiar por toda la trayectoria. Ese cohete no significa que se tenga la tecnología suficiente para que pueda entrar de vuelta en la atmósfera y apuntar a un blanco concreto”.
"En este momento el cohete no significa ninguna amenaza para España. Sin embargo, lleva a reacciones de las fuerzas de China y Estados Unidos, que pueden afectar tendencialmente a la seguridad de Asia Oriental", señala el profesor de economía y sociedad de Asia del Este de la Universidad de Viena, Rüdiger Frank. Apunta, al igual que Baños, hacia las "provocaciones por ambas partes" que se esperan en las próximas semanas, cuando EEUU ya tiene previsto realizar importantes maniobras militares junto a la península coreana. "Esto puede tener consecuencias económicas en importantes mercados españoles además de poner en peligro la seguridad global", asegura Frank.
Scott A. Snyder, director del programa de política de Estados Unidos-Corea del Council on Foreign Relations (CFR) en Washington coincide en el análisis sobre la lejana capacidad del régimen para que ese cohete pueda hacer la reentrada en la atmósfera. A pesar de ello, afirma que es “es una cuestión de preocupación global, porque mejora el potencial de Corea del Norte para lanzar un misil nuclear”. Eso sí: para él también está claro que el grado en que esto afecta a España es reducido: “España no va a ser el primer objetivo de Corea del Norte”.
“Todo el mundo debería estar preocupado por esta evolución [de la situación]”, comenta John Nilsson-Wright, director del programa de Asia del think tank británico Chatham House y profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Cambridge. “La principal razón por la que estar preocupados es que ésta es otra provocación”, opina Nilsson-Wright. Un movimiento que incrementa el riesgo, pero -matiza- “no hasta el punto de que un ciudadano europeo tuviera que estar preocupado en Seúl ni tomar medidas de precaución”.
Alcanzar cierta capacidad nuclear para Corea del Norte tiene como principal función la disuasión
Frente a los mostrados avances de Corea del Norte en su capacidad armamentística, “la buena noticia es que le faltan unos años para alcanzar esta cabeza nuclear”, apunta el profesor de Cambridge. Aunque la “buena noticia” se desvanece cuando admite que esto se podría producir tan pronto como dentro de tres o cinco años.
Los otros analistas consultados son más precavidos al hablar de plazos, aunque Snyder no descarta que pueda cumplirse el pronóstico de Nilsson-Wright. Aun así, señala que en ese caso no se tratará tanto de la capacidad de ataque de Pyongyang, sino más bien de su capacidad de defensa. Por ello, cree que el objetivo del régimen de Kim Jong Un es aumentar su capacidad militar para conseguir que Estados Unidos le deje proseguir en paz su política interna. Baños coincide en que los avances armamentísticos del régimen son “un arma política con una función principal: la disuasión”.
Snyder señala un aspecto crucial: “Una cosa es tener la capacidad, y otra su utilidad: incluso si tuvieran la capacidad, no sería útil para ellos en un contraataque”.
“Si Corea del Norte decidiera emplear el arma, habría una respuesta masiva. Sería la última decisión que tomaría su líder, porque la respuesta sería la derrota”, afirma el analista de Washington. Cree que Pyongyang persigue tener la capacidad de sobrevivir a un ataque militar, hacer que Corea del Sur se plantee la incómoda pregunta de si Estados Unidos los defendería. La ventaja que suponen los avances armamentísticos de y para el régimen de Kim Jong Un es que “ponen mucha más presión política” al más puro estilo de la Guerra Fría, que se perpetúa en torno a la península coreana.
Baños tampoco cree que vayan a pasar al ataque ni contra Estados Unidos ni contra su aliado, Corea del Sur, en los próximos años: “Todo el mundo sabe que sería un suicidio absoluto contra una gran potencia”. La alianza que mantiene Pekín con Pyongyang de poco serviría en este escenario. Con una China que no deja de mejorar sus relaciones con Estados Unidos e incluso con la propia Corea del Sur, no se transformaría en un apoyo militar a Kim Jong Un. De hecho, ya ha mostrado públicamente su “profunda inquietud” sobre el lanzamiento del cohete. “A China le preocupa enormemente que en caso de que cayera el régimen, se produjera un éxodo masivo de refugiados a sus fronteras”, añade el coronel.
No deberíamos infravalorar la amenaza; es un Estado que debemos tomarnos en serio
Si Corea del Norte no tiene intención de pasar al ataque, ¿sólo está llevando a cabo un acto de propaganda más? Nilsson-Wright considera que “no deberíamos infravalorar la amenaza; es un Estado que debemos tomarnos en serio”. Aunque las demostraciones militares y armamentísticas del régimen forman parte de la política de ese país desde hace años, “lo nuevo es el lento [pero] constante progreso para asegurar su programa nuclear y de misiles”.
Frank indica que tampoco se puede pasar por alto que "Corea del Norte necesita un programa de satélites, si quiere una comunicación moderna, exploración de materias primas, información meteorógica fiable y naturalmente también conocimientos militares".
Para frenar estos avances de Pyongyang, Estados Unidos y la comunidad internacional imponen sanciones económicas al régimen, algo poco útil con una China -uno de los pocos aliados que le quedan a Kim Jong Un- reticente a aplicarlas. Así, las sanciones “han tendido a no ser muy efectivas”, considera el profesor británico. Lamenta que el régimen esté “más interesado en la provocación que en una negociación seria”.
Baños, sin embargo ve gran utilidad en las sanciones, porque “llevan a que no pueda adquirir esa tecnología con sus propios medios”. Por otra parte, resta importancia a que pueda disponer de un misil balístico intercontinental al ejemplificar que India o Pakistán “lanzan uno de vez en cuando” sin efecto. La clave está en que consigan la reducción de la cabeza nuclear para que quepa en un misil y la tecnología para que tenga puntería. Algo para lo que él cree que hace falta “muchísimo tiempo”.
“Podrían faltar tres, cinco o más años, [pero] no queda mucho tiempo”, comenta Nilsson-Wright. “Cuanto más nos acerquemos a ello, más difícil será para la comunidad internacional. Incluso si diéramos por hecho que Corea del Norte es racional, [puede suceder] por accidente más que por diseño”. Cuando eso suceda, habrá “un nivel muy alto de riesgo de guerra en la península” coreana.
Baños no está de acuerdo: “Es propaganda por parte de todo el mundo. Aquí hay un enfrentamiento sobre todo ideológico. Un enfrentamiento militar a gran escala hay que descartarlo”. El coronel recuerda irónicamente que “en el mundo hay que tener enemigos”, y tras sellar recientemente Barack Obama la paz con Cuba e Irán, el último histórico que le queda a Estados Unidos es Corea del Norte.
Frank cree que Corea del Norte prosigue "una estrategia de forma muy consecuente" desde el final oficial de la Guerra Fría: "emplear las armas nucleares como única intimidación creíble y seguro de vida de un David rodeado de Goliats".
Incluso llegado el caso de que Corea del Norte tuviera la capacidad de atacar a su vecino del sur, no sólo entrarían en juego las tensiones políticas que mencionaban él y Snyder, sino que además el país tan sólo cuenta con 25 millones de habitantes, que sufren hambrunas periódicas y con escasa capacidad económica como para sostener una guerra.