Bruselas

Desde hace una semana, su correo electrónico está inundado de mensajes amenazantes e insultos. El martes sufrió una agresión en la calle y se vio obligado a cerrar las puertas de su oficina para proteger a sus colaboradores. Le apodan “el abogado de los canallas” o “el príncipe del procedimiento”, porque se vale de los errores procesales para salvar a sus clientes.

El reputado penalista bruselense Sven Mary -45 años, cráneo rasurado y ojos claros- se ha convertido en uno de los hombres más odiados de Bélgica desde que aceptó asumir la defensa de Salah Abdeslam, el único terrorista vivo de los comandos que atacaron París el 13 de noviembre, detenido el 18 de marzo en el barrio de Molenbeek. Es un abogado estrella cuyo historial está lleno de casos controvertidos de defensa de asesinos, mafiosos, yihadistas o traficantes. Casos que siempre atraen un gran interés mediático.

La masacre de Bruselas, que se produjo cuatro días después de la detención de Abdeslam, le ha hecho dudar. “Los nuevos atentados eran mi peor pesadilla. Ahora establecen todo tipo de vínculos entre Abdeslam y los autores. Pero yo ni siquiera sé si él conocía a estas personas o sabía lo que iba a pasar”, ha dicho el abogado al periódico De Morgen. Si su cliente aplaude los ataques en la capital belga, Mary dejará de representarle. “Le diré: señor, sus valores no son compatibles con mi educación”.

Una estrategia de defensa errática

El entorno de Abdeslam se puso en contacto con Mary ya en diciembre, cuando el terrorista estaba huido, para sondearle. Y el mismo 18 de marzo, apenas horas después de la detención del terrorista de París, el polémico abogado confirmó que asumía su defensa. “Un caso como este, eso cambia la vida”, admitía en una entrevista a la publicación L’Express.

Su estrategia inicial era prometer la colaboración de Abdeslam con la justicia para esclarecer los atentados de París, pero negarse a que fuera extraditado a Francia. “Mi única motivación para defender a Abdeslam era instarle a colaborar y a dar información. Después de todo, no detonó su cinturón explosivo en París. Quizá podría ser un informante”, ha explicado Mary.

Una de sus primeras decisiones fue denunciar al fiscal de París, François Molins, por desvelar lo que el terrorista había dicho durante su primer interrogatorio. Abdeslam confirmó a los investigadores que conducía el coche que trasladó al comando de kamikazes al estadio de Francia y que tenía previsto haberse hecho estallar allí. Pero en el último momento dio marcha atrás. Este interrogatorio sólo duró una hora porque Abdeslam acababa de ser operado del disparo en la pierna que sufrió durante su detención y los médicos querían que descansara, según reveló Politico y confirmó después la fiscalía.

Desde los ataques de Bruselas, la estrategia ha cambiado por completo. Ahora Abdeslam quiere marcharse de Bélgica lo antes posible y que le extraditen a Francia. Y se niega a hablar con los investigadores, según ha dicho la fiscalía. Nada ha trascendido aún de su papel en el 22-M.

Los expertos en lucha antiterrorista creen que formaba parte del plan o al menos lo conocía. Aunque la masacre llevaba planificándose desde hace tiempo, su arresto precipitó los acontecimientos. Pero para Mary, incluso una persona como Abdeslam merece una buena defensa. Lo contrario sería actuar como el Estado Islámico, que ejecuta a sus víctimas sin derecho a juicio o siquiera a ser escuchadas.

Ficha policial de Abdeslam. Reuters

Un historial polémico

El reputado penalista es consciente de su mala fama por defender a los peores criminales. “En Flandes, la opinión pública me considera como alguien al que habría que encerrar, un charlatán sediento de dinero, que adora el interés mediático”, explicó en una entrevista al periódico Le Soir en 2012. “Quizá hablo demasiado, soy arrogante para algunos, pretencioso, provocador. Pero no soporto el sentimiento de injusticia”, afirmaba.

En su larga lista de clientes polémicos figura Michel Lelièvre, cómplice del pederasta Marc Doutroux. El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo le concedió una indemnización de 6.000 euros por la duración excesiva de su prisión provisional. También ha representado con éxito a varias bandas de narcotraficantes, lo que ya le ha costado amenazas contra su familia. “La gente me deseó que mi hija muriera de sobredosis de heroína”, ha relatado.

Abdeslam no es su primer caso de yihadismo. Mary ya asumió la defensa de Fouad Belkacem, el líder del grupo salafista Sharia4Belgium, cuyo objetivo era instaurar la ley islámica en Bélgica y que organizó una red que reclutaba jóvenes para ir a combatir a Siria. En esta ocasión, sin éxito, ya que Belkacem fue condenado a 12 años de prisión en febrero de este año.

Su único límite, las únicas personas a las que se negaría a defender, son las que niegan la existencia de los crímenes nazis o son de extrema derecha. “No puedo defender a alguien que niegue la existencia de los campos de concentración: mi abuelo estuvo en un campo de trabajo en Austria”, ha explicado el abogado.

Mary también ha asumido algunos casos, los menos, que le hicieron popular en Bélgica. En particular, hace cuatro años representó a Patricia Lefranc, una mujer gravemente desfigurada por un ataque con ácido sulfúrico. El abogado alegó que se trataba de un caso de intento de asesinato y consiguió que el agresor, Richar Remes, fuera condenado a la sentencia máxima de 30 años.

Marcado por un padre autoritario

El abogado de Salah Abdeslam, que tiene dos hijas, iba para futbolista y llegó a jugar en los equipos juveniles del Anderlecht, uno de los clubs más famosos de Bélgica. Pero una lesión truncó su carrera. Es perfectamente bilingüe en francés y neerlandés, algo muy raro en este país. Durante su infancia, apenas conoció a su padre, Tony Mary, uno de los empresarios belgas más populares, que ha dirigido la compañía telefónica Belgacom o la televisión flamenca VRT. La razón es que se divorció de su madre y se marchó a vivir a Francia.

La figura del padre ha marcado su trayectoria, según ha reconocido Mary en varias entrevistas. Él mismo le define como una persona autoritaria y muy exigente. Desde que era universitario ha tratado de emularle e incluso de superarle. Se ha reconciliado con él muy recientemente.

“Me hice abogado no para ser popular sino para luchar contra la arbitrariedad y el abuso de poder”, asegura el representante de Abdeslam. Es algo que se remonta a su infancia, según contó en Le Soir. En el autobús que les llevaba a la escuela había un niño al que otros tres compañeros le robaban todos los días el chocolate que llevaba de casa. Un día, Sven Mary se enfrentó a los gamberros. El resultado fue una pelea general y dos semanas de expulsión. Pero él tenía el sentimiento de haber hecho lo justo y en su casa no le castigaron. “Cuando pienso en ese niño, todavía me duele”, asegura.

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