Después de varios tropezones, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump se preparan para retomar el protagonismo en las internas presidenciales de Estados Unidos en Nueva York, su hogar político.
Este martes el llamado Empire State votar para elegir a sus candidatos, en una elección que le ha dado un inusual protagonismo a un estado que se ha preciado siempre de ser protagonista, pero al cual el calendario electoral siempre ha postergado a un segundo plano en las contiendas por las candidaturas presidenciales.
No esta vez. Clinton y Trump, favoritos para lograr el triunfo, han logrado construir importantes ventajas en el recuento de delegados que viajarán a las convenciones de los partido en verano para proclamar a los paladines de cada formación. Pero aún están lejos de saldar la contienda. Nueva York puede darles un fuerte espaldarazo: es el cuarto estado más importante para los republicanos (están en juego 95 delegados) y el segundo para los demócratas (247).
Desde muy temprano, ha podido verse por las calles de la ciudad a personas con una calcomanía en el pecho con la leyenda “Yo voté”.
Por primera vez, se enfrentan tres “nativos”: Trump nació en el barrio neoyorquino de Queens y Sanders, en el de Brooklyn; Clinton nació en Chicago, Illinois, pero adoptó el estado que la eligió senadora como su hogar político.
Para los favoritos, las últimas semanas han sido ciertamente difíciles. Trump se enfrenta una cruda ofensiva del establishment republicano (élite política), que intenta detenerlo a como dé lugar, y Clinton sigue encerrada en una dura contienda mano a mano con un popularísimo Bernie Sanders, quien el domingo logró reunir a más de 28.000 personas en Prospect Park, en Brooklyn. Ha sido su acto de campaña más multitudinario.
Trump aparece con una ventaja de más de 30 puntos en el promedio de sondeos del sitio RealClearPolitics respecto del gobernador de Ohio, John Kasich. Cruz, su rival directo, figura tercero. Clinton tenía meses atrás la misma ventaja respecto de Sanders, pero ahora aparece 12 puntos arriba.
En la interna demócrata, Clinton cuenta con una ventaja clave: en Nueva York, la elección es “cerrada”, es decir, sólo podrán votar quienes estén registrados como demócratas o republicanos. El registro ha cerrado a finales de marzo. Dos que han olvidado anotarse: Ivanka y Eric Trump, hijos del magnate inmobiliario, quienes no pueden así votar por su padre.
Sanders pelea con desventaja
Al ser una elección cerrada, los votantes independientes no podrán depositar su papeleta, algo que le juega en contra a Sanders, quien ha obtenido mejores resultados cuando la participación es alta. El senador socialista de Vermont, anticipando una derrota, ha planificado para este marets un acto de campaña en Pensilvania, la próxima cita electoral. En sus últimas apariciones llamó a sus seguidores a votar, aunque reconoció que se enfrentaban a una dura primaria en Nueva York, un estado que abrazó su agenda progresista y que lo recibió por poco como un hijo pródigo.
La primaria demócrata ha subido el tono en el último tramo de la campaña. La semana anterior, en Brookyn, Clinton y Sanders han orquestado el más duro debate de todos en los que se han enfrentado. Sanders ha cuestionado “el criterio” de Clinton, quien a su vez recurrió a su principal crítica a Sanders: que no tiene la experiencia para ser presidente de Estados Unidos y que su programa es demasiado utópico, inviable en un sistema político y una cultura como la de la primera economía global.
Sus seguidores se niegan a aceptar esa idea, aunque, en sus actos, muchos reconocen que votarán por Clinton si logra quedarse con la nominación presidencial. Con todo, la ex secretaria de Estado, que cuenta con una fuerte ventaja matemática, afrenta el duro desafío de ganar las mentes y los corazones de los seguidores del senador de Vermont, devenido en un imprevisto fenómeno político.
Cruz, relegado al tercer puesto en las encuestas
En la interna republicana, Trump se encamina a un seguro triunfo. Nadie le da muchas posibilidades a John Kasich, segundo en los sondeos y tercero en la cuenta de delegados. Y Ted Cruz, su rival directo, es, por lejos, el candidato más odiado en Nueva York, sobre todo luego de que criticó durante la campaña “los valores de Nueva York”. Su agenda no podría estar más alejada del paladar político de la Gran Manzana.
Cruz ha optado por hacer campaña en Maryland, un terreno mucho más fértil para sus aspiraciones, donde la ventaja de Trump en las encuestas es de poco más de 10 puntos.
Con todo, la segura victoria de Trump no servirá para torcer la discusión central en la cual ha quedado encerrada la primaria de los republicanos: qué sucederá si todo termina en una convención abierta, es decir, si el partido llega a la convención de Cleveland sin un firme candidato.
Esa discusión volvió a acaparar el centro de la escena cuando el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, ofreció una conferencia de prensa con el único motivo de volver a descartar la posibilidad de convertirse en el estandarte republicano. “Descártenme”, dijo ante los periodistas.
Ryan dijo que sólo los candidatos que habían competido en las elecciones primarias deberían ser considerados, una definición que, aquí, rápidamente fue interpretada como una señal de que si Trump no llega al número mágico de 1.237 delegados, cualquiera de los candidatos, incluidos los que ya abandonaron la campaña, tendrán su oportunidad.