Bernie Sanders tuvo las multitudes, pero Hillary Clinton se ha quedado con la elección. Y Donald Trump ha logrado lo que todos esperaban: arrasar.
Tras una semana caliente y ríspida en la interna demócrata, Clinton ha roto la racha de victorias de Sanders, ha triunfado en las primarias de Nueva York, su hogar político, y ha dado un paso más hacia la nominación presidencial, quizá, el más decisivo de toda su campaña.
Donald Trump, el líder de la interna republicana, ha arrasado con todo: ha logrado una aplastante victoria sobre sus dos contrincantes, el senador ultraconservador Ted Cruz, y el gobernador de Ohio, John Kasich, y ha regresado al lugar donde se siente más cómodo: el escenario de la victoria, con la atención de todos.
Clinton y Trump, líderes en las primarias presidenciales de Estados Unidos, han pisado en terreno firme y han estirado la diferencia respecto de sus rivales, al sumar más delegados para las convenciones presidenciales del verano boreal. A Sanders, Cruz y Kasich les quedan, ahora, sólo dos estados “grandes” para intentar cerrar la diferencia: Pensilvania, a finales de abril, y California, a principios de junio.
Clinton, quien ha tenido un fuerte apoyo entre las mujeres, aventajaba a Sanders con el 57,6% de los votos contra el 42,4% del senador socialista, aunque las encuestas a boca de urna vaticinaban un final mucho más estrecho. Trump ha obtenido una brutal diferencia, al conseguir el 60,1% de los votos. Kasich, en segundo lugar, obtenía el 25,2%.
“Esta ha sido una noche extraordinaria”, ha dicho Trump, al brindar un discurso en la Torre Trump, rodeado por su familia. “Ya no hay competencia”, ha declarado.
“¿Saben? Hoy, prueba una vez más que no hay lugar como casa”, ha dicho a su vez Clinton, rodeada del calor de sus seguidores. “En esta campaña hemos ganado en todas las regiones del país, desde el norte al sur, del este al oeste, pero esta es personal”, ha agregado, con una gran sonrisa.
Problemas para votar
Las escuelas de la ciudad han amanecido con carteles en sus paredes con el mismo mensaje: “Vote Aquí”, en inglés, español y chino. Hubo intérpretes a la entrada de los gimnasios, el lugar para ubicar a las máquinas para votar. Desde temprano, se ha visto en las calles de la ciudad a gente con una calcomanía en el pecho que decía “yo voté”.
La gente ha votado hasta el último minuto. Pero la elección ha quedado teñida por las denuncias de miles de votantes que han tenido problemas para votar, además de la ausencia de los independientes, que se han quedado afuera porque debían registrarse en octubre del año anterior, al ser una primaria “cerrada”. Sanders ha dicho que tres millones de personas perdieron el derecho a votar.
Miles de personas se han quedado afuera de la elección porque ha habido errores en los registros electorales. El auditor de la ciudad, Scott Stringer, ha recibido “denuncias generalizadas” de irregularidades, y ha dicho que unos 125.000 votantes no han podido votar en Brooklyn. Su oficina ha habierto un auditoría a la Junta Electoral estatal.
“Es absurdo que en Brooklyn, donde nací, decenas de miles de personas fueron purgadas de los registros”, se ha quejado Sanders, en un acto en Pensilvania, antes de que cerraran las urnas.
La puja entre Clinton y Sanders ha sido de lo único que se habló en los últimos días. Aquí se palpó la encrucijada que ha atormentado a muchos demócratas: Clinton es la candidata más preparada, más elegible y más realista, pero muchos demócratas no terminan de digerirla; y Sanders, un político consistente como ningún otro, que arrancó de abajo y conquistó a todos, ha liderado una campaña idealista y, para muchos, utópica.
Adam Raabey, un escultor de 37 años, ha dicho que entre sus amigos demócratas la división es profunda. Intentó cerrar la brecha: “Mi preocupación es que Hillary gane la interna y la gente no vaya a votarla en la elección general. Así hice un trato con mis amigos que apoyan a Bernie: yo voto por Bernie ahora, y en la general ellos y yo votamos por el que gane. Así que voté por Bernie, aunque prefiero Hillary”.
En la misma escuela de Manhattan, Susan, una química retirada de 71 años, ha votado a Hillary porque “es la candidata con más experiencia”, y además quiere que una mujer llegue a la presidencia. “Me gusta Sanders, pero es idealista. Cuando era joven y estaba en la universidad, él hubiera sido mi candidato y por el que todos hubieran votado”, describió. David Rottma, un psicoterapeuta, también votó por Hillary. “Pero voté así”, ha dicho, tomándose la nariz como si algo oliera mal.
Trump se ha acercado un poco más al número mágico de 1.237 delegados necesarios para asegurarse la nominación, pero los republicanos siguieron hablando de una convención abierta. Ayer, el líder del senado, Mitch McConnell, ha tenido que aclarar por qué había dicho que era “crecientemente optimista” de que ése sería el escenario final.
“Espero que, después de este proceso, como sea que se termine, tengamos un candidato atractivo para la gente”, dijo McConnell.
No tuvo que aclarar que, para él y el “establishment”, ese candidato no es Trump.
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