Bernie Sanders ha tenido que esperar más de tres minutos para poder comenzar su esperado discurso ante la convención nacional demócrata, hasta que la ovación de sus seguidores cedió y le permitió cumplir con la tarea que tenía entre manos: cerrar el primer capítulo de su “revolución política”, y hacer un llamado decisivo a la unidad pidiéndole a su gente que vote por Hillary Clinton en la elección presidencial de Estados Unidos.
“Necesitamos un liderazgo en este país que mejore las vidas de las familias trabajadoras, los niños, los viejos, los enfermos y los pobres. Necesitamos un liderazgo que nos una y nos fortalezca, no un liderazgo que insulte a latinos, musulmanes, mujeres, afroamericanos y veteranos y nos divida”, ha abogado Sanders. “Hillary Clinton debe convertirse en la próxima presidente de Estados Unidos”, ha sentenciado.
Fue el cierre de un día en el cual la resistencia del núcleo duro de seguidores de Sanders ha amenazado con echar por tierra todo intento de búsqueda de unidad partidaria.
Al mediodía, Sanders ha arengado a sus delegados, símbolo del movimiento que ha construido de la nada, en un encuentro que se realizó en una gran sala en el centro de convenciones de Filadelfia. Les dijo que debían derrotar a Trump, y que para ello tenían que votar en noviembre a Hillary Clinton y Tim Kaine. Sus delegados estallaron en abucheos. “¡Queremos a Bernie!”, gritaron.
“Hermanos y hermanas, este es el mundo real en el que vivimos”, les dijo Sanders, con sus manos en alto, en un intento por calmar los ánimos. “La política real no necesariamente es sexy [...] pero eso es lo que necesitamos hacer”, ha cerrado.
Para Sanders –y, también, para los demócratas–, fue un momento definitorio. Ícono progresista y un mesías para miles de jóvenes, Sanders ha jugado a fondo para sellar las paces en el partido demócrata. Horas después, a la noche, en el Wells Fargo Arena, volvió a pedir el voto a Clinton en el discurso de cierre del primer día de la convención, dedicado de lleno a forjar la ansiada unidad partidaria.
Michelle Obama emociona
El Comité Nacional Demócrata le ha pedido disculpas formales a Sanders por su imparcialidad durante las primarias, develada en más de 19.000 correos electrónicos difundidos por Wikileaks. Debbie Wasserman Schultz, quien ha renunciado a la presidencia del partido, fue excluida de la convención. No ha pisado el escenario. Y sí lo hicieron la senadora Elizabeth Warren, una política popular, respetada y admirada por los seguidores de Sanders, y la Primera Dama, Michelle Obama, querida por todos. Ambas sumaron más poder de fuego para Clinton, sobre todo Michelle Obama, quien ha ofrecido el mejor discurso de la noche.
“Esta elección y cada elección es acerca de quién tendrá el poder de dar forma a nuestros hijos para los próximos cuatro u ocho años de su vida. Y yo estoy aquí esta noche porque en esta elección sólo hay una persona en la que confío en darle esa responsabilidad, sólo una persona que creo que es realmente está calificada para ser presidente de los Estados Unidos, y es nuestro amiga, Hillary Clinton”, ha dicho la Primera Dama.
Su discurso ha durado sólo 14 minutos, pero ha ofrecido los argumentos más sólidos para respaldar la candidatura de Clinton. Michelle Obama ha hablado como madre y mujer, y cada elogio que ha ofrecido para Clinton ha estado seguido de un dardo a Trump, a quién no ha nombrado en todo su discurso.
“Quiero a alguien con la fuerza probada para perseverar, a alguien que conozca este trabajo y lo tome en serio, alguien que entiende que los problemas que enfrenta un presidente no son blanco y negro y no pueden reducirse a 140 caracteres”, ha disparado. La multitud ha enloquecido con sus palabras, y varias personas han quedado con los ojos humedecidos.
Sanders ha ofrecido un discurso largo, en el que ha dejado en claro que continuará con su revolución política más allá de esta elección para darle forma a la agenda futura del país. Durante todo el día, muchos de sus seguidores mostraron su frustración. Para algunos, incluso, el llamado a la unidad ha resultado efímero: se mostraron dispuestos a llevar su revolución hasta el final.
“¡Ese es nuestro presidente!¡Bernie o reviente!”, gritaba una delegada, enardecida, mientras Sanders hablaba a sus delegados ayer al mediodía. No perdía la esperanza de que Sanders pudiera conseguir la candidatura en la votación en la convención. ¿Votará a Clinton en noviembre? “No tendré que hacerlo”, fue la respuesta. Otro delegado, mientras grababa el discurso con su teléfono, se ponía del mismo lado: “Votamos por gente que nos gusta, no por gente que nos cae mal. Bienvenido a Estados Unidos”.
La multitud de delegados mostró la efervescencia y el entusiasmo que acompañó a Sanders durante todas las primarias. Sus delegados lo aplaudieron, le regalaron vítores y abuchearon a sus rivales. Sanders los alentó a seguir su revolución: habían marcado la agenda del futuro de Estados Unidos, y su lucha iba mucho más allá de un candidato o una elección, les dijo.
El primer día de la convención quedó marcado por el escándalo de los correos electrónicos publicados por Wikileaks, y la resistencia del núcleo duro de la coalición que construyó Sanders en los últimos meses, furiosa con elestablishment demócrata. Sanders les envió un mensaje por la tarde pidiéndoles a todos que no protesten en la convención.
Uno de cada cinco seguidores de Sanders votará por uno de los candidatos independientes, Gary Johnson, del partido libertario, o Jill Stein, del partido verde, según encuestas. Otros aún no han decidido a quién votarán. Con todo, la mayoría de sus seguidores se ha encolumnado detrás de Clinton.
“Somos todos demócratas, y quiero un presidente demócrata. Nunca voy a respaldar a un candidato republicano especialmente a Donald Trump”, dijo Allan Nichols, delegado de Sanders de Florida.
Otros fieles del senador socialista desafiaron el calor agobiante que azotó a Filadelfia –la sensación térmica llegó a superar los 45º–, y por segundo día mostraron toda su bronca en las calles de la ciudad. Se llegó a escuchar un canto forjado en la convención republicana de Cleveland: “¡Enciérrenla!¡Enciérrenla!”.
“Para él, es una necesidad política”, dijo Anya Avaeva, rusa, 36 años, de los cuales ha vivido 14 en Estados Unidos, sobre el apoyo a Clinton. “Es inteligente, y además es un hombre de palabra. Prometió que iba a hacerlo. Pero nosotros no tenemos que jugar a la política. Lo que necesitamos hacer es defender lo que creemos”, agregó. En noviembre, votará a Jill Stein.
“El hace lo que tiene que hacer, pero nosotros somos libres. Y no queremos a Hillary. No la queremos. Vamos a votar por Jill Stein”, repitió, en la misma línea, Lucía de la Roca, una joven norteamericana, hija de peruanos. “Votar por Hillary es votar por Trump”, se despachó