Son muchas las preguntas que surgen después de la toma de control de los talibanes de Afganistán. La principal razón por la que los integristas islamistas han logrado recuperar el poder es por la retirada de las tropas estadounidenses. Sin embargo, si han conseguido sobrevivir 20 años sin poder y recuperar el mando de Afganistán ha sido porque no han estado solos.
Varios países como China y Rusia parecen tener intereses comerciales y estratégicos, pero hay uno en particular de un perfil más bajo: Pakistán. El país vecino ha estado detrás de los talibanes durante muchos años. Medios locales señalaban que el ministro de Asuntos Exteriores paquistaní, Shah Mahmood Qureshi, se reuniría con los talibanes en Kabul este pasado domingo. De confirmarse, sería el primer país en reunirse formalmente con los integristas. Además, Pakistán es de las pocas naciones que mantienen su embajada abierta en la capital afgana.
El avance de los radicales desató la alegría entre sectores de la población paquistaní. El 13 de agosto, dos días antes de la llegada de los talibanes a Kabul, varios grupos islamistas de Pakistán celebraron la llegada de los talibanes a varias ciudades afganas repartiendo bombones entre sus miembros y civiles de las ciudades.
El apoyo histórico de Pakistán
La ayuda paquistaní a los talibanes viene de muchos años atrás. Se basa en sospechas y evidencia. Históricamente, India y Pakistán, enemigos diplomáticos, han querido tener influencia sobre Afganistán para incrementar su dominio de la zona, lo cual es una de las razones de por qué puede tener tanto interés en un país tan problemático.
En junio de este año, el periodista paquistaní y experto en los talibanes Ahmed Rashid contó en una entrevista para el diario indio The Print que Pakistán era un santuario para soldados talibanes. "Los soldados que resultaban heridos en Afganistán volvían al país vecino para ser atendidos en hospitales", informó Rashid.
"Pakistán ha ayudado sin parar a los talibanes y es quién más tiene que ganar tras la toma de control de los talibanes", afirmó el experto en una entrevista a EL ESPAÑOL realizada el día que los integristas llegaron a Kabul.
Islamabad ayudó, apoyó y reconoció al régimen talibán en 1996, siendo así una de las pocas capitales en reconocer a los integristas cuando tomaron el control del país. Después de la invasión estadounidense en Afganistán, los líderes talibanes tenían su refugio en el vecino del Sur, donde se han reagrupado y restaurado durante dos décadas para recuperar el control tras la retirada de las tropas norteamericanas.
Un caso recordado es el de Osama Bin Laden, el líder de Al Qaeda abatido por las fuerzas especiales de Estados Unidos el 2 de mayo de 2011 en Abbottabad, Pakistán. El terrorista más buscado de la época estaba escondido en una casa a escasos kilómetros de una de las bases militares más importantes del país.
"Creemos que tuvo que haber algún sistema de apoyo para Bin Laden en Pakistán. No sabemos quién ni qué tipo de apoyo recibió", afirmó el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Tenían serias sospechas. El entonces director de la CIA, Leon Panetta, confirmó que se decidió no colaborar con Pakistán para la misión de captura de Bin Laden porque "podía poner en peligro la operación".
En 2019, el expresidente estadounidense Donald Trump suspendió temporalmente la ayuda militar a Pakistán acusándoles de "ayudar poco" y dar refugio a "los terroristas" a los que perseguían, en referencia a los talibanes.
Discurso sospechoso
Mientras las fuerzas talibanas avanzaban rápidamente por el país de provincia en provincia, políticos paquistaníes expresaron, sin ser explícitamente partidarios de los talibanes, sus opiniones acerca del conflicto. Sus palabras dejaron entrever su apoyo a los fundamentalistas. El primer ministro de Pakistán, Imran Khan, no condenó en ningún momento el avance talibán en Afganistán. Tampoco habló en contra de las marchas pro-talibanas que se vieron en algunos puntos de su país. El silencio, a veces, es delatador.
Otros miembros del Gobierno paquistaní también se pronunciaron sobre la crisis afgana. El día después de la llegada de los talibanes a Kabul, el ministro de Asuntos Exteriores declaró que su país creía que "un acuerdo político" era la "única solución para seguir adelante". "No deseamos que continúe el ciclo de guerra civil y queremos que la gente de Afganistán prospere, no que simplemente sobreviva", afirmó el ministro paquistaní. El Ejecutivo del país vecino de Afganistán reiteró que no interferiría en asuntos afganos.
Mostraron una neutralidad prudente. Pero esa aparente imparcialidad, que ya de por sí puede interpretarse como sospechosa, se esfuma con otras declaraciones. En junio de este año, el mismo ministro de Exteriores, en una entrevista para la cadena de televisión afgana TOLO News, expresó que los talibanes no eran los únicos responsables del incremento de la violencia en el país, quitándoles así responsabilidad en el conflicto.
El discurso del Ejecutivo siguió demostrando una ambigüedad confusa. El 13 de agosto de este año, el asesor de seguridad nacional del primer ministro paquistaní, Moeed Yusuf, declaró en una entrevista con la CNN que el pueblo afgano era receptivo ante los talibanes y no estaba en contra de ellos.
Al día siguiente, 14 de agosto, Raoof Hasan, asesor del primer ministro, tuiteó que "Afganistán estaba viviendo una suave transición de poder del Gobierno corrupto de Ghani". Algunas tropas afganas se rendían ante los talibanes, pero aún así cientos de civiles y soldados morían en combates. Una "transición suave" no ha sido.
La caída de la capital afgana en manos talibanas encendió las alarmas de todo el mundo. Las de Pakistán, no tanto. El 15 de agosto, cuando los talibanes llegaron a Kabul, el ministro de Cambio Climático paquistaní, Zartaj Gul Wazir, celebró con un tuit la caída de la capital afgana en manos talibanas. Al cabo de una hora borró la publicación, pero fue suficiente tiempo para tomar nota de ello. "India recibe un regalo apropiado por su Día de la Independencia", tuiteó el ministro de forma irónica contra la India, enemigo de Pakistán. ¿El "regalo"? La toma de control de los talibanes de la capital afgana.
24 horas después de la ocupación en Kabul, el primer ministro de Pakistán -apodado en la India como 'Taliban Khan'-, en un discurso televisado por la cadena del país Samaa TV, manifestó que "los afganos habían roto los grilletes de la esclavitud". El mes pasado, en una entrevista con PBS NewsHour, el mandatario catalogó a los talibanes como "ciudadanos normales".
Más claro fue un exgeneral paquistaní, Naeem Khalid Lodhi, mostrando cierta satisfacción en sus redes sociales: "Las victorias talibanas no son militares, son políticas. Los talibanes tienen apoyo local, la gente parece estar harta del régimen de marioneta corrupto".
Además de las diversas declaraciones, la cadena de televisión india CNN-News18 publicó este sábado pasado una imagen donde se podía ver al jefe de la Dirección de Inteligencia paquistaní, Hameed Faiz, rezando junto a varios líderes talibanes en Kandahar, Afganistán, confirmando así, por si quedaban dudas, la relación amistosa con los talibanes.
La etiqueta #SanctionPakistan (Sancionen a Pakistán), que pide castigo internacional para el país, se hizo viral la semana en la que los talibanes llegaron a Kabul. Como apuntó Al Jazeera citando a TalkWalker, una empresa de análisis de redes sociales, la etiqueta se publicó más de 700.000 veces y al menos el 37% de esas publicaciones se realizaron desde Afganistán.