"No presentaré un documento escrito en estos momentos al ministro de Exteriores ruso".
"Tras la respuesta por escrito de EEUU la semana que viene nos volveremos a reunir".
La primera frase pertenece Anthony Blinken, secretario de Estado de los Estados Unidos el pasado miércoles 19 de enero en Kiev. La segunda frase también es de Blinken y la ha pronunciado este viernes en Ginebra, justo en la rueda de prensa posterior al encuentro que ha mantenido con Sergey Lavrov, ministro de Exteriores de Rusia.
Lo cierto es que Vladimir Putin no renuncia ni a una sola de sus pretensiones y que Estados Unidos sigue jugando a dos barajas apoyando militar y financieramente al gobierno de Kiev y tratando de mantener abierta la esperanza de la vía diplomática para evitar una disputa real en Ucrania. El conflicto supondría la pérdida de miles de vidas, la pérdida de millones de euros, un subida del precio del gas para los ciudadanos europeos, una pérdida de ingresos para Gazprom, un nuevo golpe a la credibilidad de Washington y un alivio para China, que vería enzarzarse a las otras dos superpotencias mientras en Pekín siguen a lo suyo.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Por qué Putin es inflexible en sus demandas? ¿Por qué hay disensiones entre los aliados y no acuerdan una postura común frente a Moscú? ¿En qué medida afecta a España? Porque todo esto afecta a España. Y, sobre todo, ¿cuáles son esas exigencias de Rusia a las que Estados Unidos presenta tantas reticencias y que pueden desembocar en un conflicto regional que, quién sabe, podría llegar incluso a convertirse en el inicio de la Tercera Guerra Mundial?
La Historia, la OTAN y el gas: estas son las tres claves principales de este conflicto que marcan las líneas generales de este comienzo de una nueva guerra fría:
Del acorazado Potemkin al Donbass
En 1925, Serguéi Eisenstein dirigió la mítica cinta de cine mudo en la que los marineros del conocido navío se rebelaban con la ayuda de los valorosos obreros de Odesa contra los oficiales zaristas. El germen de la gran revolución rusa comenzó allí, en la que en la actualidad es la tercera ciudad más grande de Ucrania. No en vano, Vladimir Putin considera hoy que rusos y ucranianos son "un solo pueblo". Aquí radica el origen de todo.
Ucrania, el considerado granero de la URSS, se independiza en 1991 y desde entonces vive una relación de amor-odio con la Madre Rusia y en su propio seno, De hecho, la decisión de Victor Yanukóvich, presidente ucraniano en 2013, de frenar el ingreso del país en la Unión Europea supuso el segundo gran paso hacia la situación actual.
Yanukóvich cedió a la presión del Kremlin de mantenerse al margen de Occidente a cambio de una rebaja en el precio del gas y causó directamente la actual guerra civil que se vive en Ucrania. Los disturbios contra la decisión presidencial acabaron con 100 civiles muertos, la mayoría de ellos en el oeste del país, la región fronteriza con Rusia y, seguramente, menos prorrusa. Casi en simultáneo a aquello, militares rusos vestidos de civil y los servicios de inteligencia de Moscú movilizaron a la población prorrusa de la región del Dombass para hacerse con el control de la Península de Crimea en febrero de 2014, donde dos meses después se realizó un referéndum ilegal por el que Putin se anexionó el territorio.
Desde entonces, en Ucrania se vive una guerra civil y Moscú juega al ratón y al gato internacionalmente con sus intenciones de invasión. De hecho, el 23 de agosto de 2021, 46 países y organizaciones, entre ellas la OTAN, firmaron en la capital de Ucrania la conocida como Plataforma de Crimea, en la que se exige a Putin que devuelva la península.
Zona de exclusión de norte a sur
Las ansias expansionistas, imperialistas o, simplemente, historicistas de Vladimir Putin por recuperar un territorio que considera suyo no sólo no chocan con la actual situación de la geopolítica internacional, sino que responden perfectamente a la estrategia a largo plazo del Kremlin que no hace ni más ni menos que aprovechar la oportunidad que el momento le brinda.
La continua pérdida de influencia de la decante URSS y su heredera CEI (Comunidad de Estados Independientes) cambió de tendencia el mismo día que el oligarca Boris Berezovsky convenció a Putin para convertirse en el sucesor de Boris Yeltsin. Recuperar el himno soviético sólo fue el primer paso para devolver el orgullo perdido, la situación en Ucrania podría ser el golpe final para volver a un statu quo similiar al de la Guerra Fría de la segunda mitad del siglo XX.
Mientras Donald Trump se convertía en el primer presidente de la historia de Estados Unidos que no iniciaba guerra alguna durante su mandato, los resultados de su política y los movimientos de Joe Biden en un primer año de mandato con más sombras que luces han proyectado al mundo la imagen de unos Estados Unidos en clara fase de repliegue internacional. Desde la retirada de miles de marines de la franja entre las dos Coreas a los movimientos de la embajada yanqui en Israel, su cada vez menor influencia en Sudamérica y, por supuesto, la salida por la puerta de atrás de Afganistán tras 20 años de esteril ocupación, con el rabo entre las piernas y dejando a sus colaboradores y socios abandonados a su suerte han hecho preguntarse al mundo si este no es el fin de la dominación mundial de las barras y las estrellas.
En simultáneo a todo lo anterior, China, silenciosa, sigilosa, se ha hecho con el control económico de medio mundo, posee deuda de la inmensa mayoría de países occidentales, es el principal productor de tecnología y ya con la irrupción de TikTok en el panorama de la redes sociales se ha convertido en un competidor no únicamente militar o ideológico.
Además, y como tercera pata de un banco claramente desequilibrado, la Unión Europea no termina de decidir si arranca o si frena, si crea su propio ejército, si controla más férreamente sus fronteras comunes sin intervenir en la soberanía de sus países miembros, si el liderazgo corresponde a Alemania o a Francia -con lo que cada una de esas opciones supone-... En resumen: si de verdad está dispuesta a ir a un conflicto bélico o aún duelen demasiado las cicatrices de la Segunda Guerra Mundial y somos carne de cañón. Es más, todo esto sucede con la incertidumbre de cuál sería la posición de un Reino Unido completamente enfrascado en los problemas de Boris Johnson en su primer año postBrexit, pero que es la primera nación que ha mandado tropas al lado ucraniano de la frontera con Rusia.
Panorama internacional que no hace sino animar a Putin y la Madre Rusia a enseñar músculo, a aprovecharse de las dudas y disensiones de los aliados que teóricamente tiene en frente. Oportunidad que desde luego no piensa desaprovechar y para lo que ha articulado una estrategia en tres movimientos claros.
Movimiento 1. El hecho de que el conflicto con los miles de inmigrantes ilegales que trataron de cruzar de Bielorrusia a Polonia no fue ni mucho menos casual. Técnica de guerra híbrida convencional en los últimos tiempos no sólo buscaba tensar la zona sino desequilibrar directamente al llamado Paso de Suwalki. Se trata de la única frontera física de la Unión Europea con Letonia y Lituania, ambos países miembros de la UE. Poco más de 65 kilómetros de frontera que separan a Bielorrusia de la zona rusa de Kaliningrado que da acceso al Mar Báltico.
Movimiento 2. Una de las principales exigencias de Rusia en la reunión de Ginebra entre Blinken y Lavrov pasa porque las tropas extranjeras presentes en su área de influencia salgan de vuelta a occidente. Tal y como dijo Putin en una rueda de prensa reciente "¿qué es lo que hay que explicar? Es como si nosotros pusiéramos nuestros misiles de ataque en zonas cercanas a la frontera estadounidense", en una clara referencia a la crisis de los misiles de Cuba y la reacción de Estados Unidos en aquel 1962.
De esta manera, Rusia está exigiendo que todas las tropas de la OTAN distribuidas en Estonia, Letonia, Lituania y Ucrania, además de las desplegadas en el Mar Negro, salgan inmediatamente, lo que afecta a España de forma directa. De cumplirse tal exigencia, el ejército español debería repatriar a los 650 efectivos que ahora mismo tiene desplegados en alguna de esas zonas.
Más concretamente, deberían volver o dirigirse a otro destino los 202 militares de la fragata Blas de Lezo que hoy mismo ha puesto rumbo a la zona de clonflicto desde Ferrol y las tripulaciones del Buque de Acción Marítima (BAM) Meteoro y el cazaminas Sella, compuestas por 52 y 41 militares respectivamente. A esta fuerza naval habría que sumar los 350 soldados desplegados en Letonia y probablemente habría que incluir ya al número indeterminado de militares que desplazarían conlos cazas Eurofighter que el Gobierno de Pedro Sánchez ha ofrecido para desplegar en Bulgaria.
En cualquier caso, la OTAN ya ha anunciado su rechazo absoluto a la posibilidad de retirar efectivos de Rumanía y Bulgaria -ambas en la zona de influencia aunque no directamente-. "Rechazamos cualquier idea de esferas de influencia en Europa", dijo la portavoz Oana Lungescu, quien aseguró que la OTAN siempre responderá "a cualquier deterioro" de su entorno de seguridad. Lungescu agregó que la alianza se mantiene "vigilante" y que "continúa evaluando la necesidad de reforzar" su despliegue en el este.
Movimiento 3. El final de la jugada del Kremlin pasa por sacar a Ucrania de la OTAN de la misma manera que consiguió que Yanukóvich renunciara a ingresar en la Unión Europea. De hecho, es la exigencia más complicada de cumplir por parte de Estados Unidos, ya que en cualquier caso Ucrania seguirá siendo un país soberano y no podrán responder por él desde Washington, Londres o Bruselas.
Todo lo anterior converge en un objetivo, la creación de lo que se conoce como una 'zona de exclusión' o en términos más antiguos en la creación de estados tapón que separen a las superpotencias y donde desviar las tensiones en vez de llevar a los bloques a una colisión inevitable. De conseguirlo, Rusia crearía una franja sin armas 'enemigas' que recorrería de las frías alguas del Báltico en la frontera de Estonia hasta el estrecho del Bósforo de su aliado turco. En medio de todo ello, Letonia, Lituania, Bielorrusia y Ucrania.
En el mejor de los casos para Rusia conseguirá su objetivo y volverá a posicionarse como una pieza fundamental en el tablero, quitando poder a Estados Unidos y asestando un duro golpe a la moral occidental para recuperar gloria para la Madre Rusia. En el peor de los escenarios, o al menos eso parece, se enfrentaría a un conflicto armado en Ucrania -que en realidad alimenta desde hace más de siete años- con una improbable actuación militar por parte tanto de Europa como de Estados Unidos. Su único problema sería la economía, aunque ahí también tiene un as escondido en la manga.
Nord Stream 2 y el gas ruso
Los elevados precios de la luz que se están viviendo en España y el resto de Europa se deben al elevado precio del gas en el mercado internacional y ese mercado vive tensionado por un in pass en el suministro de gas de Rusia. La razón: el polémico gasoducto Nord Stream 2, un tubo de 2.460 kilómetros que llevará gas desde el Ártico hasta Alemania a través del mar Báltico, pero que a día de hoy se encuentra paralizado por un juzgado de Düsseldorf.
La Comisión Europea aprobó la directiva del gas de la UE que supone la imposibilidad de un monopolio energético de terceros países y, además, está la cuestión del impuesto al carbono fronterizo de la Unión Europea, que implicaría unos costes aproximados para Rusia de más de 1.100 millones de euros al año. Todo esto sitúa a Putin con argumentos y armas para presionar a a vieja Europa, sobre todo, porque su as en la manga no es el Nord Stream 2 sino el Power of Siberia 2, otra obra faraónica que extraerá el gas del mismo lugar pero lo llevará rumbo a Pekín pasando por Mongloia tal y como informaba The Moscow Times.
De esta forma Putin tendrá en sus manos la llave de paso del gas que alimenta, por ejemplo, las calefacciones de Europa y la abrirá o cerrará a su gusto contando con la complacencia de otro cliente (y socio) como es la China de Xi Jinping.
Este control del gas afecta también de forma directa a España, pues el Mercado Ibérico de Gas fija sus precios en relación al mercado de referencia, el TTF holandés. Además, Rusia es el principal suministrador de GNL (gas natural licuado) a España, ya que el 27,5% del total de las importaciones de GNL a nuestro país provienen directamente de Rusia por barco hasta el puerto de Bilbao, según datos del informe "Operación y Programación del Sistema Gasista" de 2021 de Enagas.
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