Odesa

Hace dos semanas que los niños no bajan de dos en dos las escaleras de este viejo colegio, aunque siguen escuchándose gritos en el patio nevado. Es la formación de cada mañana en la base de reclutamiento de la Defensa Territorial de Odesa. Uno de los muchos cuarteles que ahora proliferan en los barrios de la ciudad. Eso sí, es el único oficial que entrena y envía voluntarios para sumarse a las filas de un ejército dispuesto a defender el hogar de sus familias calle por calle.

Hasta hace unos días, la mayoría no había utilizado un arma. Eran programadores, albañiles, cocineros y una larga lista de profesiones que poco tienen que ver con el arte de la guerra. Pero este es un conflicto en el que ucranianos de todas las edades e ideologías están dispuestos a sacrificar sus vidas por lo que, entienden, es la libertad.

Otros como Vladimir confiesan que no les quedaba otra opción: “No quería huir de mi hogar, no quería quedarme en casa. ¿Qué otra cosa podía hacer?”. Él forma parte de los cerca de 300 voluntarios que firman estos días contratos con las Fuerzas Armadas, tras una breve estancia en el centro de reclutamiento.

Informático para una empresa israelí, cuenta que su amigo Vlad, de 24 años, murió en un bombardeo en Jarkov. “Antes de esto no quería ver a ningún ruso cara a cara, ahora tengo preguntas para ellos”.

- ¿Qué les dirías si pudieras?

- No será con palabras- responde agachando la cabeza, camino de un corro donde otros fuman.

Miedo propio y ajeno

Maxim es uno de ellos, tiene 26 años y era administrativo en una oficina. Acudió al centro el segundo día de invasión, tras ver un anuncio en redes sociales. “No tengo experiencia militar, pero si amas a tu país, si amas tu hogar, es el momento de demostrarlo”, declara.

Nacido en Odesa, asegura querer librarse de “esta puta mierda empezada en 2014”, en referencia a la guerra del Donbás.

- ¿Tienes miedo?

- No- responde sin llegar a pensarlo.

- Pero cómo no vas a tener miedo. Sólo un loco dice eso - interrumpe Evgeniy, acercándose a conversar.

Evgeniy pide salir junto al cartel de un gato con un cóctel molotov que avisa a los rusos de que ya les están esperando. Fermín Torrano

Es el más veterano de un grupo que habla bajo la nieve, tras lanzar vivas a Ucrania y a sus héroes en el exterior del centro escolar. Tiene tres hijos, de 13, nueve y siete años. Familia que, como la de la mayoría de sus compañeros, se ha quedado en Odesa.

Fue chef, barbero, paleta, pintor… “¿Qué hombre tiene una única profesión?”, pregunta luciendo una sonrisa de dientes escasos. “Lo primero es mi familia”. Y por ello, lo mismo vale una brocha, un puchero que un Kalashnikov.

Algo similar sostiene Liana, de 39, apilando ropa, agua y conservas en la segunda planta del edificio. Maestra hasta el 24 de febrero, fecha que ya marca un antes y un después para los ucranianos, organiza las donaciones de los civiles al centro de reclutamiento

- Mi marido dijo: “Es nuestra guerra y nos necesitan aquí. No nos vamos. Así que empecé a ayudar”.

- ¿Y tú te sientes igual?

 - A veces da miedo por mis hijos -confiesa mirando a la puerta-. Si estuviera sola con él me quedaría en primera línea sin pensarlo, pero los niños… Hay días que pienso que para ellos sería mejor crecer en otro lugar. Pero aquí estoy.

2.000 voluntarios y un psicólogo

Al mando de este centro se encuentra Andrii Vagapov, un diputado de la ciudad con experiencia militar en el las trincheras de Luhansk y Donetsk. Entre otras batallas, participó en Shyrokyne, una operación que permitió alejar la línea enemiga de Mariupol –ahora asediada y destruida- y dejar la ciudad fuera de tiro. Sin embargo, su inicio no fue muy diferente al de sus subalternos. Antes de la guerra regentó un negocio de muebles que fabricaba él mismo.

A mediados de este febrero, Vagapov ayudaba a renovar el piso donde Liana y otra mujer ordenan cajas. Ahora es el comandante de una base a la que llegaron 2.000 reclutas en apenas unos días. Con la ayuda de un psicoterapeuta experto en conflicto, cribó a los candidatos y verificó sus antecedentes penales. El resultado: 900 quedaron excluidos.

Vagapov revisa mapas y papeles en su despacho. Fermín Torrano

Muchos de los restantes reciben instrucción mientras preparan bombas incendiarias, tirachinas de gran tamaño y placas para blindar vehículos. De momento, “sólo” 300 han sido seleccionados para formar un batallón integrado en el ejército.

100.000 inscritos

Ante la amenaza del Kremlin, Ucrania decidió renovar este cuerpo formado por reservistas con experiencia en combate y anunció que esperaba la incorporación de 11.000 voluntarios que mantendrían la vida civil. El ataque cambió los planes y hace una semana ya eran más 100.000 los inscritos en brigadas de las 24 regiones (más Kiev).



La teoría dice que únicamente recibirán fusiles y equipamiento militar aquellos que firmen el contrato con las fuerzas armadas, aunque ya se han visto repartos en otras ciudades. El propio presidente ucraniano fue criticado por ello.

Con el ejército ruso ampliando su ofensiva en el sur, muchos son conscientes de que arriesgaran su vida por defender la ciudad. Fermín Torrano

Teóricamente, existe en las bases oficiales un exhaustivo control. Sin embargo, Vagapov, un tipo buscado por los servicios secretos de Putin, tampoco cree que la entrega deba depender de la opinión de ningún mandatario, aunque sea el de su propio país.

“Esto no va sobre Zelenski, va sobre nosotros. Si no nos da armas, se las quitaremos a los rusos. No fue Zelenski el que nos dio la gasolina y recetas para hacer cócteles molotov”, manifiesta alzando la voz.

Es el espíritu de una Ucrania lanzada a las trincheras. Por más que algunos lo escriban, aquí no se romantiza la guerra. Son ocho años ya intentando escapar de ella.

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