En la guerra, como en la vida, sobrevive el que mejor gestiona las expectativas. Y al igual que Ucrania festejaba como un triunfo cada amanecer en Kiev a finales de febrero, ahora la perdida incesante de ciudades en el Donbás hace tambalear el discurso triunfalista sobre Putin.
34 días llevaba Volodimir Zelenski sin hablar directamente de los muertos provocados por la invasión rusa, pero algo ha cambiado esta semana. Civiles, militares, enemigos… las morgues y los cementerios no dan abasto y la única cifra filtrada, el mes pasado, reconocía en torno a 3.000 bajas militares. Números llamativamente inferiores a las decenas de miles que aseguran las fuerzas armadas ucranianas haber ocasionado a las tropas del Kremlin.
Sin embargo, el presidente de Ucrania ha sorprendido con uno de sus mensajes nocturnos. “Están defendiendo nuestro país y nuestra independencia”, clamaba, en referencia a los “entre 50 y 100” soldados que estarían falleciendo cada jornada en el Donbás. La impresión a las puertas del hospital de Bakhmut parece confirmarlo.
"Están matando nuestras ciudades, destruyendo todo", lamenta en la misma línea Serhiy Haidai, gobernador de la región de Lugansk. Y es que los rusos se han retirado de Kiev y Járkov, pero continúan su ofensiva en el este del país. Si hace unos días se estimaba que el Kremlin controlaba el 90% de Lugansk, Haidai señala que actualmente es el 95%. Los bombardeos indiscriminados, además, no dejan de acumular muertos entre la población civil.
Para evitarlo Ucrania debería lanzar una contraofensiva que se espera en verano, aunque, según diferentes analistas, los esfuerzos parecen concentrarse en la parte sur del país. Al Donbás no ha llegado todavía la totalidad del armamento entregado por los aliados y, según The New York Times, debido la logística y el entrenamiento necesario, las 108 unidades del obús M777 tardarán alrededor de dos semanas en generar un impacto significativo a este lado del Dniéper.
Ondea la bandera rusa
Las declaraciones de Zelenski no han generado preocupación más allá de sus fronteras, a pesar de suponer un cambio significativo en la narrativa del presidente ucraniano. ¿Qué ha ocurrido para que el mandatario decidiera alterar un mensaje siempre medido y preciso? ¿Ha dejado de generar impacto su voz en el cuarto mes de guerra?
En realidad, el excómico y máximo representante del Servidor del Pueblo respondía a una solicitud para flexibilizar la ley marcial impuesta en febrero y permitir la salida del país a los hombres entre 18 y 60 años. Y avisaba a sus críticos: “No sé a quién se dirige la petición. Quizás se dirija a mí. Tal vez debería encaminarse a los padres que perdieron a unos hijos que sacrificaron sus vidas para defender regiones y ciudades de nuestro país y que, en su mayoría, ni siquiera defendían sus lugares de nacimiento”.
Los muertos, sobrerrepresentados en el oeste ucraniano, fallecen diariamente en la defensa de un territorio en el que ondea ya la enseña rusa. El blanco, azul y rojo corona desde el martes Svitlodarsk y Myronivsky, entre otras. Y lo hace, en cierta medida, por el repliegue de un Ejército ucraniano que no plantó batalla.
Mapas y think tanks insisten en los “avances lentos” del invasor, pero la artillería, los misiles de corto alcance y la aviación que sobrevuela por las noches han logrado más progreso en la última semana que en todo el mes de mayo. Según el Estado Mayor de Ucrania, hasta 18 ciudades han sufrido ataques en las últimas horas, incluidas Avdiivka, Sloviansk, Nueva York y Kramatorsk. Además, las tropas rusas habrían intentado mejorar la posición táctica de sus unidades en las áreas de Izyum y Sloviansk; y bloquear Severodonetsk y Bakhmut.
La carretera que une ambas localidades –con Lysychansk y Soledar en el camino—, todavía se mantiene abierta, aunque cada jornada aumenta el peligro de transitarla. Si hace unos días, EL ESPAÑOL la recorría en uno de sus picos de mayor intensidad hasta la fecha, la última semana la ha convertido en la autopista del infierno.
¿Control de daños o farol?
"Es probable que las fuerzas rusas hayan abandonado los esfuerzos por completar un gran cerco a las fuerzas ucranianas en el este de Ucrania y, en su lugar, estén intentando asegurar zonas más pequeñas, lo que les permitiría realizar avances de forma gradual", indica el Institute for The Study of War (ISW).
Soledar, Lyman, Bakhmut, Svitlodarsk, Novoluhanske, Bilohorivka… nombres y lugares que suenan extraños para una Europa preocupada por un estancamiento del conflicto que infle el precio del gas y haga explotar una crisis alimentaria mundial.
Nadie quiere perder posiciones, pero todos saben que algunas pérdidas pueden no tener vuelta atrás, como ocurrió con Crimea, por más que Zelenski insista que la guerra no terminará hasta recuperarla. Rusia, por su parte, además de agitar banderas, trabaja ya en la emisión de pasaportes para los territorios bajo su control y no contempla la celebración de referéndums. En los territorios que prometía ir a liberar, todo se encamina hacia la anexión.
Quizás por eso Zelenski prepara a sus ciudadanos y rebaja las expectativas de la victoria. Las fotos de familias posando en Kiev con tanques quemados no pueden dejar caer en el olvido –de nuevo—al Donbás. Algunos estados europeos sugieren ya la búsqueda de acuerdos con Putin, lo que para Ucrania equivaldría a asumir la pérdida de territorio, mientras el portavoz del presidente ucraniano denuncia una correlación de fuerzas en el este de 7 a 1 en favor de los rusos.
Exageración o adelanto de nuevas estadísticas que de verdad pongan nombre y apellido a los millares de cuerpos sin vida en la tierra más fértil de Europa, una pregunta sobrevuela estos días la región de Donetsk: ¿está Zelenski desnudo (como el rey del cuento) o vuelve a ser el primero en darse cuenta?
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