Rusia contraataca desbordando el río que Ucrania necesita cruzar para su ofensiva en Jersón
Rusia daña infraestructuras ucranianas para provocar una crecida del río Inhulets, lo que dificulta el cruce para seguir con la contraofensiva del sur.
16 septiembre, 2022 03:01Mientras la propaganda rusa insiste en que las cosas no van tan mal porque al fin y al cabo el único objetivo de Putin es “desnazificar” el Donbás, la estrategia de guerra insiste en alejarse del frente este y defenderse de una posible ofensiva en el sur. Da la sensación, frente a todo lo que se dice, que el Kremlin tiene ahora mismo pánico a perder las posiciones ganadas en 2014 en Crimea, provincia que reconoce políticamente como parte de su Federación, mientras que el Donbás le sigue pareciendo algo apetecible… pero que se puede dejar en manos de las milicias, como ya hizo durante ocho años.
En ese sentido, tras el desastre de Járkov y una vez estabilizado -o eso parece- ese frente en las cercanías de Limán, donde el ejército ucraniano lleva tres días intentando entrar sin éxito, Rusia lanzó este miércoles un pequeño contraataque cerca de la localidad de Kryvvi Rih, en la región de Dnipropetrovsk. Desprovistos de soldados suficientes para lanzar esa ofensiva por tierra, Rusia ha elegido un recurso que, en principio, parece inteligente y que ha brillado por su ausencia en los primeros siete meses de guerra: dañar al enemigo con el bombardeo de estructuras estratégicas.
Así hay que entender la destrucción de la presa de Karachun. Por un lado, afecta no solo a la capacidad hidroeléctrica de Ucrania -hace un par de días, la presentadora de la televisión estatal y redactora jefe de Rusia Today durante años, Margarita Simonián, urgió a destruir toda instalación de primera necesidad en Ucrania- y por el otro, entorpece las labores del ejército de Zelenski en su empeño por acercarse a Jersón desde Mikolaiv.
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La barrera del río Inhulets
¿Cómo afecta el bombardeo de una presa en Dnipropetrovsk al avance de las tropas liberadoras sobre Jersón? Como hemos visto a lo largo de la guerra, los múltiples ríos ucranianos sirven de barrera natural en muchas de las ofensivas, permitiendo defenderse al hostigado. Al principio, eran los ucranianos los que se refugiaban tras el Oskil, el Siverski Donets, el Dniéper o el Inhulets. Ahora, es el turno de defensa de los invasores, que han perdido por completo la iniciativa en la batalla.
Con una gran cantidad de puentes destruidos y la vigilancia constante de las fuerzas aéreas de ambos ejércitos sobre los que permanecen en pie, pasar de una orilla a otra de un río para continuar un ataque es un verdadero quebradero de cabeza. Hay que tener en cuenta que no es solo el desplazamiento de soldados, sino de unidades motorizadas, blindados, equipamientos de precisión, etc.
Generalmente, el uso de puentes de pontones, rápidamente construidos de la noche a la mañana sigue siendo la táctica elegida en la mayoría de los casos porque, en rigor, se puede hacer en cualquier lugar del río si las condiciones lo permiten. Eso no quiere decir que siempre vaya a salir bien: recordemos el desastre de Bilohorivka el pasado mes de mayo, cuando Rusia perdió hasta setenta blindados bajo el bombardeo de las fuerzas aéreas ucranianas.
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La gran frontera natural del sur la marcan el vastísimo río Dniéper y su afluente, el Inhulets. Este riachuelo recorre decenas de kilómetros entre las regiones de Mikolaiv -bajo control ucraniano- y Jersón -bajo control ruso- y es un posible punto de paso para iniciar un ataque sobre la capital. Rusia no puede mandar más tropas a defender ese flanco porque no las tiene. Tampoco puede mandar a su fuerza aérea porque prácticamente ha desaparecido de los combates, sin que sepamos bien por qué.
Al romper la presa de Karachun, lo que ha conseguido Rusia es elevar el nivel del agua en el río un par de metros y desbordar el afluente. Toda esa zona ahora mismo está encharcada y el acceso es complicadísimo. Aparte, cruzar un río desbordado es tarea casi imposible, lo que retrasa cualquier intento de ataque ucraniano. Es la manera que tiene Rusia de recordarnos que sigue en esta guerra y que no la da por perdida y la verdad es que parece un movimiento de lo más oportuno.
Sin noticias desde el Kremlin
En cualquier caso, esto no afecta demasiado a la iniciativa general en la guerra. Como mucho, confirmaría que todo lo que puede hacer Rusia ahora mismo es defenderse, tirando de todos los recursos en su mano. El Inhulets y el Donets son ahora mismo sus mejores aliados. Mientras en Rusia se sigue pidiendo algún tipo de gesto -movilización general, envío de prisioneros al frente, un cambio en el alto mando que coloque a Eugeni Prizogin, el líder del Grupo Wagner, como jefe efectivo de la campaña- el silencio de Putin no deja de ser elocuente.
Incluso su segundo, Dimitri Medevedev, ha seguido esta semana con la amenaza de la III Guerra Mundial, tan repetida por sus adláteres en los distintos países de occidente, pero del presidente no se sabe nada. Igual que marzo fue el mes en el que Ucrania tenía que decidir si se rendía o seguía luchando pese a todos los pronósticos de todos los expertos, septiembre es el mes en el que Rusia tiene que tomar sus propias decisiones: seguir adelante apoyándose aún más en las milicias y en los reclutamientos forzosos en Lugansk y Donetsk, dar un paso adelante en la guerra con el uso de armas no convencionales o incrementando su presencia militar… o ir poco a poco abandonando el país en silencio.
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Esta última opción sería vergonzosa, pero no mucho más que lo que estamos viendo. Putin nunca habló de guerra sino de “operación militar especial”. Nadie reflejó el pensamiento soviético como George Orwell en “1984” y su facilidad para utilizar el lenguaje para ocultar la realidad o modificarla a su voluntad con fines propagandísticos. Del mismo modo, este hombre formado en la KGB podría optar por vender su derrota como si jamás hubiera sucedido y Rusia no hubiera perdido unos 100.000 hombres entre muertos, heridos y prisioneros.
Otra cosa sería, claro, que se la compraran.