Despachos desde el frente: BHL, testigo directo de cómo "Ucrania se acerca a la victoria a su ritmo"
El periodista francés los puntos clave de la guerra a través de los más de 1.000 kilómetros de frente de batalla y también en Kiev, la capital ucraniana, donde cada día están más seguros de su éxito.
21 octubre, 2022 03:19Desde la orilla del río Dniéper en Jersón y las inmediaciones de la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, hasta el frente del norte en Jarkov, donde los rusos dejaron un rastro de muerte y destrucción en Kupiansk. Sin olvidar Kiev, donde los drones suicidas de origen saudí causan estragos en los últimos días. BHL regresa a Ucrania una vez más y accede donde ningún otro observador ha llegado para trasladar la "operación especial" de Rusia en toda su crudeza.
Bandera blanca en Jersón
Al norte de la zona de Jersón, donde los ocupantes rusos están rodeados por el Ejército ucraniano, hemos seguido a una patrulla por los alrededores de Dudchani durante toda la madrugada. De repente, en un descanso, nos llega una alerta. ¿Contraofensiva rusa? ¿Agentes, colaboradores, infiltrados en una aldea? Volvemos a las camionetas. Avanzamos por el páramo de vegetación seca y escasa. Rodeamos el objetivo. Una a una, empujamos las puertas entreabiertas de las casas abandonadas, con su pintura verde y azul desconchada.
No. Eran dos desertores rusos que querían contactar con el número de ayuda “Quiero vivir” que ha creado el Gobierno ucraniano para gestionar las rendiciones, pero no tenían cobertura. Caras de agotamiento, dan lástima. Grandes cuerpos malnutridos que tiritan a pesar de la bondad de este verano que no se marcha. Los ucranianos respetan las leyes de la guerra. No hay foto.
De camino a Lyman
Esta es una guerra de puentes. Pero, cuando se vuela uno, los ucranianos demuestran ser, una vez más, más ágiles, ingeniosos y capaces de reaccionar con mayor rapidez que el enemigo. ¿Con qué clase de prodigio técnico consiguieron los ingenieros hacer llegar a este río perdido entre los bosques, el Donets, una barcaza de acero capaz de soportar el peso de un tanque? ¿Qué nuevo general Eblé, aquel que fue constructor de puentes para Napoleón en Rusia, ha diseñado el sistema de barcazas fluviales que, pegadas al transbordador como ventosas, lo empujan de una orilla a otra como si fuera una noria interminable?
Nuestro grupo de escoltas se relaja. Nos hacemos selfis. De fondo, un telón de henchidas nubes grises. Esta travesía de la victoria, que ya no se desalienta por el lejano sonido de los misiles, hasta los hace felices. Saben que al otro lado, pasados unos kilómetros, tras el bosque de árboles fusilados, verán que Lyman ha sido liberada. La comitiva está pensativa.
La señora de Kiev
Menos misiles y drones iraníes que a principios de esta semana. Y la mayoría de ellos han sido interceptados. Pero aun así... Esta señora... Lo único que queda de su piso, que ha sido bombardeado como los de la misma planta, es este baño minúsculo y helado, suspendido en el vacío, donde ha amontonado unos pocos enseres, una estufa, un colchón en la bañera...
¿Adónde ir? ¿Acaso el refugio del sótano no es también inaccesible por culpa de una pila de escombros? ¿Qué sentido tiene bajar a la calle, si ahí ya no se oye el alegre murmullo de la vida? Para ir a por agua, quizás. Para lavar. Para aprovisionarse de pan. De momento, abandonada por todos, envuelta en su anorak de plumas y su gorro de invierno, la señora parece petrificada. Pronto encenderá una vela. Tiene la mirada clavada en un punto fijo, parece que reza. Aguarda algo.
La presencia de las piedras
No se ha hablado del crimen perpetrado contra las estatuas. Estas misteriosas figuras de piedra que montan guardia a la entrada de Izium, en lo alto de los montes de Kremenets, no sólo son un tesoro nacional. Son una representación de los babas polovtsianos, una especie de amazonas nómadas que lucharon contra los primeros 'rus' hace ya mil años.
Estas estatuas han sido el blanco, desde la época de los zares, del deseo de aniquilar el pasado ucraniano. Los artilleros de Putin no destruyeron por mera equivocación uno de ellos y mutilaron los demás. Tampoco se equivocaron nuestros compañeros de viaje, quienes, después de habernos llevado al corazón del bosque, donde habían enterrado deprisa y corriendo a 440 civiles, fueron a mezclarse con esas figuras sagradas. Las estatuas lo saben todo. Las estatuas han visto de todo. Izium es la Bucha del este, pero también es uno de los lugares donde late el corazón histórico de Ucrania.
Los cosacos en primera línea
El Batallón Sich de los Cárpatos se encuentra, pasada Lyman, en la zona gris. Una mezcla de Legión Extranjera, Brigada Internacional y unidad de élite del Ejército Nacional Ucraniano. Hay sudamericanos con tatuajes. Anglosajones con bandanas. Franceses de las barriadas. Centroeuropeos que adoran el heavy metal y tienen pinta de moteros. Tantos que se me olvidan, porque en esta torre de Babel de hombres con guerrera se reúnen 32 nacionalidades, aunque no todos ellos están muy por la labor de hablar de su pasado.
La mayoría de ellos tiene un nombre de guerra que toma el del lugar que los caracteriza. Y todos estos hombres exaltados en realidad sólo se entienden cuando hablan de las razones de su compromiso (la defensa de la Ucrania que está sufriendo un genocidio) y de la reputación demoniaca que se les ha dado y que los enfurece (“Desde 2015”, me dice su comandante, un antiguo ingeniero de la filial londinense de Rolls-Royce, “hemos roto todos nuestros vínculos con el partido ultraderechista Svoboda”). Es el día de la Fiesta de los Cosacos. Y la bandera se iza en la fachada del edificio que les servirá de cuartel hasta que tengan que volver a avanzar.
¿Te gusta el borsch?
Kupiansk, a 120 kilómetros de Jarkov, al este, en lo más profundo del Donbás, acaba de ser liberada. Una lucha encarnizada. Una ciudad vacía. Estas avenidas son demasiado amplias para una ciudad que, antes de la guerra, no tenía más de 25 000 habitantes y que el salvajismo de los rusos, que ha sembrado la destrucción tras la estela de su retirada, ha vuelto aún más fantasmal. Y, de vez en cuando, una babushka que, como ella, Ivana, lleva siete meses bajo tierra y ve la luz del día por primera vez esta mañana.
No hay gas. No hay electricidad. Sólo troncos de árboles que su marido corta para leña. Y una bolsa de tomates, acompañada de un tarro de kvas de remolacha, que revuelve en la acera. Nos enseña a no confundir el borsch ucraniano con el ruso. La mujer se afana. Le pone empeño. Pero tiene la expresión ausente de alguien que no tiene ganas ni de vivir ni de morir.
¿Quién dispara en Zaporiyia?
La central nuclear de Zaporiyia está ahí, frente a nosotros, con sus cúpulas que, elevadas hacia el cielo, albergan los reactores. Los rusos están también allí, en la otra orilla del Dniéper. Podemos verlos con prismáticos y, me imagino que ellos, a la inversa, también nos ven. Aquí, a este lado del río y bajo los árboles, un tramo de controles fronterizos que no me cabe duda de que no han perdido una sola oportunidad de darnos acceso a zonas cuyo acceso en principio no está permitido.
Refugios. Un fuerte cubierto de tierra. Un arma de corto alcance para frustrar un impacto. Busco. Pregunto. En los diez kilómetros de esta línea del frente, donde la más mínima chispa provocaría un nuevo Chernóbil, no hay ni rastro de un arma capaz de amenazar al otro bando, como se jacta la propaganda rusa. Ucrania se acerca a la victoria segura de sí misma y de la grandeza de su lucha, reservando sus fuerzas, a su ritmo.