La función navideña de Putin: reta a Occidente a derribar sus misiles Oreshniks y se muestra dispuesto a reunirse con Trump
- Amenaza con lanzarlo sobre Kiev y reta a la OTAN a colocar todas sus defensas antiaéreas para comprobar que es imposible de derribar.
- Más información: Rusia denuncia un nuevo ataque ucraniano con misiles occidentales: admite daños en una fábrica química en Rostov
Como cada final de año, el presidente ruso Vladimir Putin se sometió a una maratoniana mañana de preguntas de la prensa nacional e internacional, aceptando incluso llamadas de ciudadanos anónimos. El acto, retransmitido en escuelas y asociaciones de todo tipo a lo largo del país, fue poco más que un acto de propaganda para loar a Rusia y su gobierno. Pese a que el país vive un duro momento económico, con la inflación disparada y el rublo cada vez más débil, Putin solo vio signos de optimismo al hacer resumen de 2024: “Rusia es más fuerte que nunca”, dijo, obviando todo dato en contra.
Incluso a la hora de hacer balance de su política exterior, Putin insistió en que la situación en Siria podía aún recomponerse y que estaba pendiente de hablar con Bashar Al Asad, al que, supuestamente, no habría visto desde su huida a Moscú. En cuanto a Ucrania, y pese a estar cerca del tercer aniversario de una “operación especial militar” que estaba diseñada para durar diez días, el autócrata mostró su satisfacción: “Estamos ganando”, afirmó, “los avances son diarios y continuos y no hablamos de cien, doscientos o trescientos metros sino de kilómetros cuadrados”.
Eso sí, Putin se mostró prudente a la hora de estimar cuándo exactamente conseguirían expulsar al ejército ucraniano de la frontera oeste de Kursk. La región lleva desde agosto ocupada en parte por unos pocos miles de hombres a los que no hay manera de derrotar. En los últimos días, el empuje de las tropas norcoreanas apenas ha servido para recuperar algunos villorrios a cambio de sufrir pérdidas considerables fruto de la descoordinación con el ejército regular ruso ahí presente.
Oreshkins sobre Kiev
Entre tanto autoelogio, hubo también tiempo para las amenazas. Putin volvió a presumir de su nuevo misil hipersónico Oreshnik y aseguró que no había sistema de defensa antiaérea en todo Occidente capaz de derribarlo.
Tirando de un cruel sarcasmo, el presidente ruso invitó a la OTAN a elegir un lugar donde colocar todas sus defensas y él demostraría que el Oreshkin puede alcanzar su objetivo de todos modos. De hecho, llegó, entre sonrisas, a proponer la capital de Ucrania, Kiev, algo que su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, le reprocharía horas más tarde en las redes sociales: “La gente está muriendo y a él le parece interesante”, afirmó en X.
El entusiasmo de Putin con sus Oreshnik no parece tener límite. Da la sensación de que considera que su sola existencia ya le da una ventaja convencional respecto a Occidente, razón por la cual en las últimas semanas ha rebajado su habitual retórica apocalíptica respecto a una guerra nuclear para centrarse en el misil hipersónico. Lo que no sabemos es si dicho misil ya se está fabricando en masa, como anunció el día que fue lanzado sobre Dnipropetrovsk, o si va a fabricarse en masa en el futuro, como afirmó a principios de semana.
La confusión al respecto es hasta cierto punto intrascendente. Rusia ya tenía misiles hipersónicos de enorme potencia y no se sabe bien qué diferencia puede aportar este nuevo modelo. La amenaza de lanzarlo contra núcleos de población tampoco es nueva, pues ya se insinuó el día de su “inauguración”. En cualquier caso, si sirve para convencer a Putin de que puede derrotar a Occidente -en su retórica, “defenderse” de Occidente- por medios convencionales, bienvenido sea.
La reunión con Trump
El presidente ruso también fue preguntado, como es lógico, por Donald Trump. Aseguró que llevaba más de cuatro años sin hablar con él, pese a la información relevada por Bob Woodward en su libro War de que ambos habían charlado por teléfono unas cinco o seis veces durante este tiempo. Una información, por cierto, que el entorno de Trump no ha confirmado, pero tampoco ha desmentido, esquivando la pregunta o contestando con evasivas.
De momento, el presidente electo está cumpliendo todas las expectativas del Kremlin: criticó la decisión de Biden de permitir la defensa de Ucrania en suelo ruso, condenó el asesinato del general Igor Kirílov en Moscú pese a tratarse de un alto responsable militar en tiempo de guerra y, en un giro realmente esperpéntico de los acontecimientos, culpó a Zelenski y a Biden de la intervención de Corea del Norte en el conflicto. Según Trump, fue la decisión del presidente saliente de permitir bombardear suelo ruso con armas estadounidenses la que provocó que Kim Jong-Un mandara tropas a Kursk.
El desprecio por la realidad y por los hechos es algo que no sorprende en Trump, pero en este caso puede costar muy caro. Obviamente, tanto él como sus asesores saben que las tropas norcoreanas estaban en Rusia mucho antes de la decisión de Biden y que los acuerdos de defensa mutua con Putin vienen de finales del año pasado.
Da la sensación de que lo único que hace el próximo presidente de los Estados Unidos es repetir la propaganda rusa consciente de lo que está haciendo. A propósito de Kim Jong-Un, se limitó a decir que “se llevaba muy bien con él”.
Por todo ello, es lógico que Putin mostrara su disposición a reunirse con Trump “cuando él quiera”. Sabe que ha encontrado un aliado ideal en un momento muy complicado. Aunque la imprevisibilidad es una de las características más notables de Trump, parece que sus prioridades en el conflicto entre Rusia y Ucrania están demasiado marcadas. Putin terminó su intervención asegurando que 2025 sería un gran año para Rusia… y puede que no se equivoque.