Al-Sisi inspecciona las unidades militares egipcias en Suez, el pasado mes de octubre.

Al-Sisi inspecciona las unidades militares egipcias en Suez, el pasado mes de octubre. Reuters

África

Al-Sisi, 10 años de ordeno y mando en Egipto: números rojos, políticas faraónicas y restricciones migratorias

El presidente del país africano cumple una década en el poder con guerra en dos de sus fronteras y con sus ambiciosos proyectos a medio construir.

8 junio, 2024 02:22

Detrás de varios edificios gubernamentales, un futuro hotel y varias mezquitas, se divisa una larga avenida en la zona norte de la Nueva Capital Administrativa de Egipto, a 45 kilómetros de El Cairo. En uno de los costados, unas gradas, perfectamente pulidas y pensadas para acoger a los líderes políticos del país dejan entrever el empeño que el Gobierno ha puesto en el proyecto urbanístico. El Águila de Saladino (símbolo de poder y grandeza en la cultura egipcia) está grabado en la parte superior de la grada de espectadores. La fastuosa forma de uno de los butacones evoca el nombre de un hombre: Abdelfatah Al-Sisi

A pesar de que oficialmente Al-Sisi tomó el poder a mediados de junio de 2013 a través del golpe de Estado que destituyó al presidente islamista, Mohamed Morsi, no fue hasta un año después, el 8 de junio de 2014, que se convirtió en presidente constitucional de Egipto. Diez años después de su proclamación oficial como líder, Egipto, con más de 106 millones de habitantes, registra que más de un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, según cifras oficiales.  

Con una deuda externa disparada y que roza los 160.000 millones de dólares, Al-Sisi no solo acude a socios extranjeros como Emiratos Árabes Unidos y a la compra de un terreno en la costa del Mediterráneo para lograr reflotar su economía, sino que también trata de atajar la crisis en casa. El pasado lunes 3 de junio, el presidente egipcio encomendó al primer ministro, Mustafa Madbuli, la formación de un nuevo Gobierno de corte tecnócrata centrado en salir del atolladero. Todo ello después de que Madbuli presentara previamente la dimisión en bloque del Ejecutivo tras su toma de posesión para un tercer mandato al frente de Egipto. 

Los números rojos de Al-Sisi

Los 10 años de Al-Sisi han enaltecido el auxilio económico del país. Una debacle que se agudizó en 2020 con la pandemia de covid-19 y posteriormente con la guerra de Ucrania a través de la importación de cereales. Las corruptelas y la omnipresencia del Ejército en la economía han minado la inversión extranjera y devaluado la moneda local. En 2022, la libra egipcia perdió la mitad de su valor frente al dólar estadounidense y el gobierno tuvo que negociar con el Fondo Monetario Internacional para la concesión de un préstamo urgente

A pesar de los altos índices de pobreza o las tasas de exclusión social en el país, la era Al-Sisi se ha caracterizado por la política “faraónica”. Sus políticas públicas han girado en torno a la construcción de innumerables infraestructuras como carreteras, puentes o en el caso de la Nueva Capital Administrativa, ciudades. Esta última acarrea un coste de 300.000 millones de dólares. Otra de las grandes ambiciones fracasadas es el Gran Museo Egipcio que a pesar de que ya ha inaugurado partes del recinto, la gran mayoría del arte y patrimonio continúa en el museo en la capital cairota. 

El declive de los derechos humanos

Cuando en 2022, Egipto se alzó como la sede de la cumbre climática COP27, varios países de la región, de Occidente y organizaciones criticaron la iniciativa como una oportunidad para cuidar su imagen y convertirse en un baluarte de los derechos medioambientales. Entonces, Amnistía Internacional denunció la restricción de activistas y otros perfiles o periodistas que fueron apartados durante la celebración de la cumbre.

El historial de represión y encarcelamiento a disidentes en Egipto no está circunscrito únicamente a la COP27. Según el último informe de Amnistía Internacional en 2023, las fuerzas de seguridad han arrestado a al menos cuatro periodistas, entre ellos Hisham Kaseem, editor y presidente de la coalición en la oposición Movimiento Corriente Libre. Además, continúan bloqueados más de 600 sitios web de noticias y derechos humanos y algo más de 800 personas han sido añadidas a la “lista de terroristas”.

Restricciones migratorias

En los 10 años de gobierno de Al-Sisi, el país se encuentra actualmente sorteando una de las mayores crisis migratorias. El estallido de la guerra en Sudán ha provocado que, desde abril de 2023, alrededor de 370.000 personas de nacionalidad sudanesa han llegado a Egipto, según la Agencia de la ONU para los Refugiados. Ante la afluencia de migrantes subsaharianos, el gobierno de Al-Sisi ha endurecido las restricciones de entrada, eliminando la exención de visado concedida con anterioridad a mujeres, menores de 16 años y hombres mayores de 50. Además, ahora, El Cairo solicita un depósito bancario en dólares y una tasa de 1.000 dólares para aquellos que, habiendo entrado al país de forma ilegal, quieren regularizar su situación. 

Una guerra a las puertas

Desde que estalló el conflicto en la Franja de Gaza el pasado mes de octubre, Al-Sisi ha tomado una postura sustancial y estratégica. Una responsabilidad que no gira tanto en torno al progreso de la guerra entre Israel y Hamás, sino que supone una presión humanitaria en la frontera de Rafah, la única que conecta el territorio palestino con otro país ajeno a Israel.

[Muere un soldado egipcio en un tiroteo con las tropas de Israel cerca del cruce de Rafah]

El pasado 30 de mayo, durante el foro entre China y un grupo de países árabes en Pekín, Al-Sisi insistió en su negación sobre cualquier desplazamiento masivo de gazatíes al Sinaí. Aunque desde principios de año se mostró favorable a la solución de los dos Estados y recientemente ha apuntado “el fin del asedio israelí y cese de todo intento de obligar a los palestinos a abandonar su tierra por la fuerza”, también mantiene firmes sus relaciones con Tel Aviv y salvaguarda la estabilidad interna. 

En los últimos años se han producido enfrentamientos intermitentes en la zona fronteriza, sobre todo entre soldados egipcios e israelíes, así como intentos de contrabando. A ello se suma la inestabilidad propia de la región del Sinaí como zona frecuentada por grupos armados que atacan a las fuerzas de seguridad egipcias.