El Congreso de Brasil retiró este lunes su escaño al expresidente de ese órgano legislativo, Eduardo Cunha, acusado de corrupción. Quien diera el primer paso para el proceso que llevó a la destitución de la ya expresidenta del país, Dilma Rousseff, no podrá ejercer un cargo político en los próximos 8 años.
La Cámara de Diputados le ha retirado el mandato por una aplastante mayoría: 450 votos a favor, diez en contra y nueve abstenciones.
Cunha renunció en julio pasado a la presidencia de la Cámara Baja después de que el Supremo le suspendiera en sus funciones. En diciembre pasado había aceptado a trámite las denuncias de irregularidades presupuestarias que finalmente le costaron el cargo a Rousseff y por lo que a él se le considera su verdugo político.
Precisamente al salir a la tribuna cuando antes de la votación en su contra para defenderse, Cunha mostró su "orgullo" por haber dado lugar al trámite contra Rousseff y consideró que ello "ayudó a que Brasil se librase de uno de los Gobiernos más corruptos que ha tenido".
Sin embargo, el propio Cunha, ya estaba siendo investigado en diciembre de 2015 por su presunta participación en la red de corrupción que actuó en la petrolera estatal Petrobras y por la que pudo recibir unos 4,4 millones de euros en sobornos.
Aún así, la decisión de retirarle de su escaño es porque mintió frente a una comisión parlamentaria que investigaba la presunta corrupción en Petrobras, ante la cual negó -bajo juramento- tener cuentas bancarias en el exterior del país. Pero la Justicia suiza colaboró con la brasileña y mostró que tenía cuentas cifradas en bancos helvéticos.
Tras esa comprobación y otros indicios, el Supremo ha iniciado tres causas distintas contra Cunha, hasta el año pasado uno de los dirigentes más influyentes del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al que pertenece Michel Temer, el actual presidente brasileño tras la destitución de Rousseff.