México DF

Christian Ramírez se autodefine como católico, apostólico y homosexual. Este chaval de 26 años, con el pelo castaño peinado hacia un lado y una camisa granate abotonada hasta el cuello, bebe una cerveza en la cantina Ópera, en el centro de la Ciudad de México. Apasionado de la historia, cuenta que el lugar fue una antigua chocolatería y apunta al techo para enseñar una mancha negra entre los adornos art nouveauque, se dice, se debe a que Pancho Villa, subido a su caballo, pegó un balazo al cielo dentro del establecimiento.

“Yo siempre supe que me sentía atraído por los hombres, vengo de una familia profundamente católica y creo que ser cristiano y gay no es una contradicción, sino que esta se da cuando eres cristiano y discriminas a la gente”, cuenta entre trago y trago, con una sonrisa perenne. Es difícil no ver en sus palabras una referencia al grupo Frente Nacional por la Familia, que ha convocado para este sábado 24 una manifestación en la capital contra del matrimonio igualitario, la adopción homoparental y la inclusión en los programas educativos de la ideología de género.

Nacido en la Ciudad de México, Christian se considera afortunado ya que, ahora, siente que su entorno y su círculo social le apoyan. No fue siempre así. Le echaron de casa a los 20 años, poco después de confesar su orientación sexual. “Mi mamá me dijo que no había criado a una mujer”. Su gran apoyo familiar fue su abuela, que cuando se lo comentó, contestó que estaba orgullosa de él igual que del resto de sus nietos y agarró a la progenitora para darle una arenga explicando que Christian seguía siendo Christian, la misma persona que sueña con dirigir algún día el Museo Nacional de Antropología. “Hoy mi madre ama a mi pareja y es la gran defensora de los derechos de los homosexuales”, dice con una pizca de orgullo en la voz.

Esos derechos dieron un principio de paso cuando el presidente Enrique Peña Nieto presentó el pasado mayo una iniciativa al Congreso para reformar el artículo 4 de la Constitución para que las personas puedan contraer matrimonio entre ellas sin discriminación de su sexo. Ahora mismo, en menos de un tercio de los 32 estados pueden los homosexuales casarse sin realizar un trámite legal, sin necesidad de recurrir a los tribunales y que un juez decida. Si prospera la iniciativa de Peña Nieto, cada uno podrá casarse con quien guste en el estado que escoja.

Una manifestación contra el matrimonio gay en Guadalajara, México. Stringer Reuters

Al poco de salir la iniciativa, organizaciones como la Unión Nacional de Padres de Familia, el Consejo Mexicano de la Familia o la Conferencia del Episcopado Mexicano la tildaron de imposición, de esperpento, de ataque a las libertades. Hace dos sábados, convocaron bajo el paraguas del Frente Nacional por la Familia marchas simultáneas en más de una decena de estados. Según las informaciones, católicos, evangélicos y mormones acudieron a ellas, pero en diverso número. Si en Toluca reunieron a 1.500 personas, la agencia Reuters estimaba que en estados como Querétaro y Puebla participaron 52.000 manifestantes.

“Estas son obviamente manifestaciones de intolerancia y homofóbicas, pero lo curioso es que ya no se atreven a decir ese nombre abiertamente, sino que antes de soltar su perorata discriminatoria dicen que respetan a los homosexuales”, califica Alejandro Brito, de 59 años, abiertamente gay y director de la revista Letra S. Se define como activista a la vez que periodista y su publicación lleva desde 1996 tratando el tema del sida, la sociedad y la sexualidad en México.

De pelo y barba de candado negra, cazadora de cuero y algunos anillos plateados, cuenta que su salida del armario ocurrió durante el décimo aniversario del movimiento estudiantil de 1968. “Era la primera vez que marchó un contingente de lesbianas y homosexuales y, al verlos, supe que tenía que estar allí y empecé a militar en varios grupos gays”, explica en su oficina, con un teléfono móvil que no para de pitar por los mensajes y un fijo que suena un par de veces durante la charla.

SALIR DEL ARMARIO

Cuando él era joven no se confesaba la orientación sexual. Sufrió acoso escolar en la primaria y la secundaria, y describe el ambiente asfixiante en términos de sexualidad en general y de homosexualidad en particular. “Uno era su propio policía, para evitar que le saliera algún amaneramiento o se sospechara levemente que se era homosexual, para evitar las agresiones que iban desde la burla hasta los golpes”.

Arguye que eso comienza a cambiar a finales de los 70 y se dan lo que se llamaban las “salidas del closet [armario] masivas”, en las que alguien agrupaba a su familia entera y les decía que era homosexual, con el resultado de un drama y una tragedia. Él decidió ir por otro lado y optó por la normalidad, actuando igual que sus hermanos heterosexuales y simplemente llevando a sus parejas a sus casas. Cree que su padre, que les abandonó cuando era niño, se lo hubiera tomado mal; pero su madre, asegura riéndose, se emocionó incluso más que él.

No fue el caso de la artista Rotmi Enciso, seis años más joven que Brito y que se define como “una de esas lesbianas que las ves y dices que es lesbiana”. También activista, recuerda a su madre diciendo cosas como “si tengo una hija lesbiana me mato” y un ambiente de juicio moral en el que esa orientación sexual era el camino al infierno. Durante sus estudios primarios, se hizo amiga de otra chica con la que compartía su atracción hacia las mujeres.  “Éramos dos contra el mundo, una onda muy sola, muy clandestina”.

Peña Nieto propone legalizar el matrimonio gay en todo el país. Daniel Becerril Reuters

Fue con ella con la que acudió, ya unos cuantos lustros después, a un mitin del PRD, en el parque México, en el que una de las candidatas era abiertamente homosexual. “Estábamos emocionadas, veníamos de las catacumbas y al acercarnos entramos en un mundo de felicidad, donde había más gente como nosotras”, recuerda, “pero al final mandaron a la policía a disolver el mitin y nos golpearon a todos por ser homosexuales”.

“Yo aprendí por mi experiencia a estar alerta, contra las palabras, las actitudes, las miradas”, explica, “por ejemplo, una vez en el metro, entró una pareja heterosexual y el chavo me miraba raro, como que quería pegarme, y la chava le contenía, estaba como irritado solo por verme, así que me bajé en la siguiente parada; o entró en el baño de un bar y alguien grita que hay un señor dentro refiriéndose a mi”. ¿Es México homófobo? “Totalmente”.

VIOLENCIA HOMÓFOBA

De 1995 a 2014, según un estudio realizado por Letra S, se registraron en México 1.218 homicidios por homofobia, siendo es el segundo país del mundo en este tipo de crímenes, quedando solo detrás de Brasil. De acuerdo a una encuesta realizada por el diario El Financiero, el 53% de los entrevistados no está de acuerdo con la iniciativa del matrimonio igualitario de Peña Nieto, con un 36% está a favor, y otro análisis, este de la Unesco, apunta a que el 67% de personas LGTB encuestadas fueron víctimas de bullying homofóbico durante sus estudios.

Las cifras de los homicidios, en opinión de Brito, hay que ponerlas en perspectiva, ya que ambos países son los más grandes del continente. También ve un cambio de paradigma. “Mira, en la Ciudad de México, la entidad que acumula más asesinatos de todo el país, ya casi han desaparecido: el año pasado hubo uno, otro en 2014... han bajado drásticamente, siendo el rural donde sigue todavía hay los ambientes más homofóbicos”, arguye, “y ahora, con la visibilidad, estamos asistiendo a un tipo de agresiones que antes no se veían, como más casos de ataques en la vía pública”.

¿Es México homófobo? “En mi experiencia México ese problema sigue existiendo pero estamos en un cambio cultural, ya que antes se identificaba la homosexualidad como una amenaza para la sociedad y ahora es la homofobia la que está siendo puesta en al banquillo de los acusados”.

Este sábado, el mismo día que la marcha del Frente Nacional por la Familia, el colectivo Frente Orgullo Nacional MX convocó otra manifestación, está en apoyo. Su idea es acordonar el punto donde la primera va a concluir, el icónico Ángel de la Independencia.  Uno de sus portavoces dijo en una entrevista radiofónica que no les van “a impedir en su camino”, solo hacerse presentes, “para hacerles ver que esta ciudad está orgullosa de su diversidad”.

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