Para Josephine, la discoteca Pulse de Orlando era un sitio habitual para salir. Cuando el pasado junio un tirador entró en este local de ambiente para llevarse otras 49 vidas consigo, no podía creerlo. “Todavía estamos en estado de shock”, contaba por correo electrónico semanas después a EL ESPAÑOL.
Negándose a sentirse impotente, Josephine decidió rescatar su pistola y unirse al Rainbow Shooting Club de Florida Central, un grupo creado a raíz de la barbarie del Pulse donde miembros de la comunidad LGTB local aprenden a disparar.
“Me han entrado ganas de llevar mi arma conmigo para poder protegerme a mí y mis amigos”, afirma en referencia al atentado. “Estoy muy triste, pero también enfadada y no quiero no hacer nada”.
Jo, una instructora certificada por la Asociación Nacional del Rifle (NRA) natural de Escocia, decidió poner el club en marcha después de que varios de sus alumnos la animaran a crear un programa específico para gais, libre de discriminaciones. Josephine, que había obtenido su permiso para portar armas con Jo, la llamó después de verla hablar en televisión para unirse a su grupo.
“Cuando ocurrió el incidente, algunos de mis alumnos se pusieron en contacto conmigo y me dijeron: 'Mira, estamos muy asustados y hay mucha gente que necesita poder usar armas de fuego, estamos llamando a los instructores de tiro para ver quién está abierto a la comunidad LGTB para que podamos hacer una lista de gente a la que pueda acudir”, cuenta Jo por videoconferencia. “Les dije: 'por supuesto, poned mi nombre en la lista'”.
Sus alumnos le hablaron de Pink Pistols (Pistolas Rosas), una organización presente a lo largo del país que aboga por que los gais se armen, y, tras ponerse en contacto con el colectivo, Jo decidió fundar su club de tiro local a través de la agrupación.
El Rainbow Shooting Club de Florida Central es una de las once nuevas delegaciones de Pink Pistols que han surgido en Estados Unidos tras la tragedia de Orlando. Algunas han sido creadas desde cero, como la fundada por Jo, y otras se han vuelto a poner en activo, como el grupo local de Tacoma, en el estado noroccidental de Washington. En total, Pink Pistols tiene más de 40 delegaciones a lo largo del país y asegura que el interés por la organización ha subido como la espuma en las últimas semanas.
Pero Pink Pistols no funciona como una asociación al uso. No lleva un registro de sus miembros y no cobra cuotas. “Ser un Pink Pistol no es tanto unirse a un club o a una organización, sino tomar la decisión de responsabilizarte de tu propia seguridad y no depender de que otro lo haga por ti”, afirma Gwendolyn Patton, portavoz principal del colectivo.
Enseñamos a los gais a disparar, luego les enseñamos a otros que lo hemos hecho
Inspirada en un artículo del columnista gay Jonathan Rauch, la organización nació en el nuevo milenio con un propósito fundamental: “Hacer correr la voz de que más gente LGTB está tomando medidas para defenderse”, afirma Patton. “Desmiente el concepto de que la comunidad LGTB es un objetivo fácil porque no contraataca”.
El eslogan de Pink Pistols es “enseñamos a los gais a disparar, luego les enseñamos a otros que lo hemos hecho”. Pero la organización también participa en procesos legales que, cree, pueden vulnerar el derecho en Estados Unidos a poseer armas de fuego otorgado por la Segunda Enmienda.
Por ejemplo, se alió con la NRA para influir en el caso District of Columbia v. Heller (2008) presentando una opinión legal al Tribunal Supremo de EEUU, que finalmente decidió que los ciudadanos deben poder tener armas de fuego en sus casas para protegerse. La agrupación subraya, sin embargo, que no forma parte de la Asociación Nacional del Rifle.
Para evitar que un episodio como el de la discoteca Pulse vuelva a ocurrir, Patton, portavoz de Pink Pistols, recomienda que se permita a los ciudadanos portar armas en discotecas en vez de endurecer el acceso a las armas de fuego. “No había forma de saber que iba a abrir fuego en la discoteca”, dice en referencia al tirador, quien carecía de antecedentes penales aunque había estado en la lista de sospechosos de terrorismo del FBI. Patton sugiere que, del mismo modo que en un grupo de amigos que salen de fiesta uno no consume alcohol para conducir, se permita a alguien del grupo portar un arma siempre que esté sobrio.
Es una medida con la que coincide Jo, la instructora de tiro que abrió una delegación de Pink Pistols en el área de Orlando. Allí, la ley estatal permite que los ciudadanos porten armas de fuego -siempre que estén ocultas- en numerosos lugares, pero no en sitios donde se sirve alcohol sin comida. “Podría haber hecho algo para intentar evitar que la tragedia escalase como lo hizo”, sostiene Jo, en el caso hipotético de haber estado allí armada. “Es algo que tenemos que valorar”.
Por su parte, Josephine se prepara, por si acaso, para lo peor. “Cuando ocurrió lo del Pulse pensé que debería tener mi pistola conmigo y por eso contacté con Jo y decidí unirme a los Pink Pistols y el Rainbow Club, ya que me dará una oportunidad para practicar más a menudo y con otra gente de la comunidad LGTB”, sentencia.
El año 2015 acabó con una media de 31 tiroteos mensuales a gran escala en Estados Unidos; en el país norteamericano mueren más personas al año por crimenes con armas de fuego que por ataques terroristas. A principios de este año, Barack Obama anunció entre lágrimas nuevas normas para restringir el acceso a las armas de fuego. Pero la presión del Partido Republicano y el lobby de la Asociación Nacional del Rifle siempre acaban imponiéndose.
Tras la matanza de Orlando, el presidente de EEUU planteó: "Debemos decidir si éste es el país que queremos ser". Más de un decena de nuevos clubes de tiro específicos para enseñar a disparar a personas de la comunidad LGTB indican que la tendencia no va hacia dónde esperaba Obama