El Departamento de Policía de San José (California) utilizó hace algo más de un año un drone para entregar un teléfono y una pizza a un hombre armado que se encontraba en un puente sobre la autopista y amenazaba con suicidarse. El uso de la robótica por parte de los cuerpos policiales estadounidenses ha sido una constante en la última década, en parte gracias a los programas militares que facilitan el trasvase de maquinaria y tecnología bélica a las fuerzas civiles una vez que quedan obsoletos en el campo de batalla.
Sin embargo, el ataque ocurrido en Dallas la pasada semana ha despertado a la sociedad de Estados Unidos a una realidad que muchos pensaban lejana y más propia de las cintas de Hollywood. Los killer-robots ya están aquí.
El uso de un robot-bomba teledirigido para acabar con la vida del francotirador Micah Xavier Johnson en Texas ha iniciado un debate sobre cómo estos aparatos cambiarán el concepto de seguridad en los próximos años. Y mientras algunos se preguntan cómo una máquina diseñada para desactivar explosivos acaba convertida en un instrumento letal, otros plantean si no es necesario regular por ley estos nuevos usos.
Tradicionalmente usado para desactivar bombas
El jefe de la Policía de Dallas, David Brown, dejaba a todos sorprendidos el pasado viernes cuando explicaba que sus agentes habían decidido utilizar un autómata normalmente empleado en tareas de desactivación para fulminar al atacante que acabó con la vida de cinco de sus hombres. El aparato, según la versión inicial, se acercó hasta el francotirador, atrincherado en un garaje, y mediante control remoto, detonó un artefacto que cargaba.
Ni las autoridades ni las empresas fabricantes de este tipo de robots han querido profundizar mucho más en el funcionamiento de estos sistemas por motivos de seguridad. Sin embargo, poco a poco van trascendiendo detalles de cómo funcionan estas máquinas.
Encontramos un ejemplo ilustrador unos años atrás. El Departamento de Policía de Seattle realizó en 2009 una demostración con uno de estos robots, fabricado por Northrop Grumman, el REMOTEC Andros. Su precio ascendía entonces a casi 200.000 dólares, pesaba más de 2.010 kilos y su destino era la inutilizar bombas, las operaciones especiales y otras posibles tareas de vigilancia. Entre los accesorios que se mostraron entonces, se incluía una pistola semiautomática de calibre 12, un cañón de agua, ganchos, palas, garras, y un sistema de rayos X. Ya se anunciaba que otros aparatos estaban empezando a incorporar agentes químicos y otros sistemas de defensa.
Steve Ijames, exasistente del jefe de Policía de Springfield, Misuri, retirado recientemente, es un reconocido experto en tácticas para operaciones especiales y armas (SWAT por sus siglas en inglés). A su juicio, hay dos maneras de usar un robot pasivo para matar. “Los que utilizamos para desactivar bombas incorporan una pistola del calibre 50 que se puede disparada a distancia. También llevan un cañón de agua”.
Aunque esto último puede parecer inofensivo, la velocidad del chorro llega a ser letal si alcanza a una persona. Ambos elementos, además, pueden ser empleados para hacer detonar una carga explosiva que se incorpore al propio robot. “Una pistola normal de nueve milímetros alcanza los 1.100 pies [335 metros] por segundo. La escopeta que usaba el tirador superaba los 3.000 [914 metros]. Una explosión provocada por este robot puede proyectar material a más de 25.000 pies [7.630 metros] por segundo”, resumió.
Sin embargo, hasta ahora no se han empleado estos sistemas de una forma activa, ni siquiera en el campo militar. “Se ha registrado casos, pero también fueron también improvisados -como Dallas-, según Peter W. Singer, autor del libro La revolución de la robótica y los conflictos en el siglo 21 y alto miembro del grupo de expertos con sede en Washington New America Foundation. "Nunca he oído hablar policías usando así los robots con bombas”, apuntó.
Se extendió a partir de 2015
Este tipo de maquinaria llegó a los cuerpos policiales y equipos de operaciones especiales (SWAT) después de una larga temporada en el Ejército. Estos robots-bomba, conocidos hasta ahora como desactivadores de explosivos (EOD por sus siglas en inglés) se estrenaron en Irlanda del Norte en la década de los 70 y tardaron unos veinte años en extender su uso a los EEUU. Con dos de los primeros modelos diseñados por iRobot, la misma compañía, por cierto, que creó Roomba, un famoso modelo de aspirador norteamericano.
Las tropas estadounidenses los emplearon a fondo en Afganistán e Irak y, a partir de 2015, se extendieron por todo el país, cuando más de cuerpos de seguridad federales, estatales y locales adquirieron al menos un robot de desactivación de artefactos explosivos a través de un programa 1033 del Ejército de EEUU, creado para distribuir el exceso de material militar a los departamentos de policía y otras agencias de todo el país, según cifras de la Agencia de Logística de Defensa del Pentágono.
Como resultado, estos aparatos están repartidos por todo el país. No hay datos precisos de cómo se utilizan por parte de las policías de EEUU, pero la Radio Pública Nacional estadounidense hizo un estudio este año situando en 479 el número de robots adquiridos entre los años 2006 y 2014.
Además, de acuerdo con un estudio de 2015 por el Centro de Bard College, el Departamento del Sheriff del Condado de Dallas compró en 2014 uno de estos EOD, al igual que la División de Dallas del FBI, que adquirió decenas. Por otro lado, es posible que existan otros robots al margen del programa 1033. La empresa Northrop Grumman, fabricante del robot de Dallas, confirmó el año pasado que más de 1.100 de sus robots REMOTEC estaban distribuidos en América. Esta empresa por el momento no está haciendo comentarios.
MARCO LEGAL
Pocos son los que cuestionan la decisión de los agentes de Dallas. Aunque algunos apuntan a que lo ocurrido podría variar la forma de actuar de grupos atacantes. “Estoy seguro de que puede tener algún impacto, pero no es claro hasta qué punto puede disuadir a los criminales, al menos no en un futuro próximo”, comenta a EL ESPAÑOL Daniel Antonius, director de la división de Psiquiatría Forense en la Universidad de Buffalo. “Los ataques terroristas suelen planificarse con antelación y hay poco tiempo para utilizar un robot a la hora de evitar esos actos. Sin embargo, por otro lado, obviamente es una herramienta valiosa para los que se encargan de negociaciones con criminales con rehenes”, valoró.
El uso de estos robots como armas letales abre también un debate jurídico, aunque pocos se atreven a cuestionar su legalidad. "No parece que un tribunal vaya a poner problemas legales", sostiene Ryan Calo, profesor de Derecho de la Universidad de Washington, que argumenta que no hay obligación de poner en riesgo a los agentes cuando hay alternativas. Otro asunto es las repercusiones de otro tipo, como la forma de resarcir los posibles daños a propiedades privadas que puedan ocasionar estas explosiones, precisa.
Mientras el debate continúa, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de EEUU se prepara para reducir su tropa en tierra entre 3.000 y 4.000 soldados en los próximos años y reemplazarlos por robots y plataformas sin tripulación, a cargo de una división del Pentágono está dedicada en exclusiva a esta tarea. Parece ciencia ficción, pero ya ha comenzado.