Hillary Clinton logró imponerse a Donald Trump en el primero de los tres debates antes de las elecciones presidenciales del 8 de noviembre. Un cruce muy tenso en el que los candidatos no escatimaron ataques para intentar ganar ventaja en una carrera que cada vez está más pareja, según los sondeos.
Dos encuestas, una de la cadena CNN y otra de la consultora Public Policy Polling, daban como ganadora a la demócrata tras la disputa de 90 minutos que ambos candidatos han mantenido en la Universidad Hofstra, en Long Island, en la que ha abundado la retórica ácida que hasta ahora ha distinguido a la campaña. Clinton y Trump se atacaron remilgos. Ha sido el choque que todos anticipaban: tenso. Por momentos, agresivo y sustancial, y, en otros instantes, entretenido y superficial, con dos estilos antagónicos en escena.
Trump ha sido más Trump que nunca, confiado, recurriendo a la improvisación y a su capacidad para cambiar de tema y de tono de una oración a otra. Clinton ha sido la candidata disciplinada de siempre, sesuda, con respuestas pulidas y profundas.
Les tomó apenas unos minutos a Trump y Clinton dejar las sonrisas y la cordialidad de su saludo inicial y enseguida comenzaron a atacarse con pullas, ironías e interrupciones. Si había dudas de qué Trump iba a aparecer en escena, pronto quedaron disipadas: fue el Trump de siempre, no la versión 'presidenciable' por la que abogan algunos miembros de su equipo.
Clinton, vestida con un traje sastre rojo, el color distintivo de los republicanos, optó por reírse de los ataques de Trump e ignorar sus interrupciones, e intentó casi siempre mantenerse incólume asestando dardos ocasionales. “Donald, sabemos que vives en tu propia realidad”, le atizó en un momento dado. Y sobre su declaración de la renta sembró el misterio: “Hay algo que está escondiendo”.
Trump, quien lució una corbata azul, color de los demócratas, cargó contra Clinton y la interrumpió cada vez que pudo. Optó por un estilo muy agresivo: la atacó con la economía, con su respaldo a acuerdos de libre comercio, con su trayectoria en Washington, y, sobre todo, con el uso de su terminal privado para manejar su correo electrónico cuando era secretaria de Estado. Al inicio del debate, Trump volvió a acusar a México y China de “robar” trabajos a Estados Unidos, uno de los pilares de su mensaje.
“Típico discurso político, pura habladuría, nada de acción”, fustigó Trump, después de que Clinton describiera, con el detalle que la caracteriza, sus políticas para la economía. “No tienes ningún plan”, le espetó la demócrata.
El primer debate ha llegado justo cuando la carrera se ha cerrado hasta dejar a los dos candidatos casi empatados. Hillary Clinton aún logra mantener la ventaja que abrió tras las convenciones de los partidos, pero, tras casi dos meses en los que Trump ha ido moderando su tono y ha repuntado en las encuestas, la diferencia es mínima.
El promedio del sitio RealClearPolitics le otorgaba el domingo a la demócrata una ventaja de tan sólo 2,3 puntos en los sondeos que miden el voto popular. El sitio FiveThirtyEight le concedía un 55,2% de probabilidades a Clinton de lograr la mayoría en el colegio electoral, lejos ya del pico del 89,2% de mediados de agosto.
El mensaje de la catarata de encuestas que caracteriza a la contienda por la Casa Blanca es unívoco: las elecciones de noviembre están abiertas. Clinton parece ya resignada a perder Carolina del Norte y Ohio, el estado que ha elegido al presidente en cada elección desde 1964, y se aferra a Pensilvania, que podría resultar crucial para sus aspiraciones.
Clinton y Trump habían llegado a Hofstra, que este lunes estuvo blindada bajo un fuerte operativo de seguridad, con objetivos y desafíos muy distintos. Trump gozaba de una ventaja natural: era el outsider, la cara fresca, que le ganó a todos y se ganó un lugar en lo más alto de la política norteamericana para debatir cara a cara al lado de un icono del establishment como Hillary Clinton. Ya el sólo hecho de estar allí lo hacía ver más presidenciable, algo en lo que sus asesores han hecho mucho hincapié.
Trump, además, se mueve en televisión mejor que cualquier otro político. Clinton es la contracara: tiende a dar respuestas demasiado sesudas para una audiencia que responde mejor al golpe de efecto. Por eso, su desafío era intentar descolocar al candidato para mostrar que no tiene el temperamento que demanda la presidencia de Estados Unidos.
Hubo figuras para todos los paladares. Hasta Don King se dio el lujo de pasearse por la sala de los periodistas aferrado a una bandera de Israel, luciendo un enorme botón con la imagen de Trump en su chaqueta vaquera.
Un encuentro cargado de ataques
Tras el debate, ha llegado la hora del análisis en el spin room.
Donald Trump caminó lento, recorriendo por dentro la zona delimitada por vallas, atestada de periodistas que habían seguido el encuentro en el centro de prensa, seguido muy de cerca por su mujer, Melania. Alguien le preguntó por su primer choque con Hillary Clinton. “Fue muy bien”, dijo el republicano.
Trump irrumpió en la enorme sala de prensa montada en la Universidad Hofstra unos minutos después de terminar la contienda. Lo acompañaron todos sus hijos. Alrededor del lugar acotado por las vallas demócratas y republicanos respondían preguntas sobre el debate, que fue muy tenso y estuvo cargado de ataques.
Durante alrededor de una hora después de la batalla dialéctica, ese espacio, el spin room, en la escenografía que acompaña a la campaña presidencial, se convierte en un mar de opiniones, con republicanos y demócratas empeñados en el mismo esfuerzo: moldear –o spin, en la jerga mediática– el análisis del debate a favor de su candidato. Unos y otros intentan llevar el agua a su molino, agrandar los aciertos y minimizar las diferencias.
En ese juego, anoche se vio a los demócratas más cómodos que a los republicanos, aunque el debate ha dejado un claro ganador: la cada vez más profunda polarización política, encarnada ahora en Clinton y Trump.
Los demócratas se apresuraron en atacar a Trump. David Plouffe, uno de los estrategas de la campaña presidencial de Barack Obama de 2012, recordó que en los debates los “modales importan”, y Trump fue muy agresivo.
“Donald Trump empezó relativamente sedado, pero a medida que el debate avanzó estuvo realmente incómodo”, afirmó Plouffe. “No creo que los norteamericanos vieran a un presidente en el escenario. Vieron a alguien flojo. Su incomodidad fue clara”, agregó.
Para Plouffe, Trump no hizo nada durante la discusión que lograra cambiar la trayectoria de la elección, y Clinton apareció como la candidata mejor preparada.
“Creo que la historia del debate es cuán pobremente preparado estaba Trump”, insistió uno de los estrategas de la campaña de Clinton, Robby Mook. “Me sorprendió que redoblara la apuesta en muchas de las mentiras que ha dicho en la campaña. Creo que la totalidad del debate prueba cuán profundamente inepto es para la presidencia”, agregó, repitiendo la principal línea de ataque de la campaña de Clinton.
¿Y la gente de Trump? No hubo muchos de ellos en el spin room. Una de las integrantes de su campaña que sí estuvo presente fue Boris Epshteyn, quien recurrió a las encuestas favorables al magnate y explicó: “Alguien debería preguntarle a Clinton por qué ella fue tan agresiva. Creo que los dos fueron agresivos. Una de estas personas va a ser presidente de Estados Unidos, es el cargo más importante en los comicios más importantes de la historia. No es el momento de guardarse golpes”.
El congresista republicano de Nueva York, Peter King, se mostró ofuscado cuando un periodista le preguntó en qué tenía que mejorar Trump. “Creo que Trump no tiene que mejorar, creo que Hillary Clinton tiene que mejorar”, se defendió.
Si el debate dejó un resultado, fue la clara polarización que distingue a la política de Estados Unidos. Encarnada ahora en Trump y Clinton, que se dirigieron a los extremos del electorado más que al centro.
“Creo que los dos han ganado el apoyo de sus bases, pero no hemos aprendido nada nuevo de los candidatos. La gente indecisa, todavía siguen siendo son indecisos”, comentó Carolyn Dudek, profesora del departamento de ciencias políticas de Hofstra.
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