Pasaban 20 minutos de las 2.00 de la madrugada en Washington cuando Donald Trump se autoproclamó ganador de las elecciones de Estados Unidos. Lo hizo en una declaración falsa, sin esperar el final del recuento de votos ni los resultados oficiales, denunciando un supuesto "fraude electoral" sin fundamento.
El mandatario se subió al atril y, con un discurso delirante, cuestionó todo el sistema electoral americano y anunció el recurso a los tribunales para parar el conteo de votos. "Esto es un gran fraude y vamos a recurrir al Tribunal Supremo de EEUU. Queremos que se pare el recuento de votos porque no queremos que saquen más papeletas esta noche, que se encuentre un voto a las 4.00 horas. Vamos a ganar las elecciones. Sinceramente, ya las hemos ganado", dijo.
Sin titubear, Trump siguió su declaración atribuyéndose la victoria en estados que aún no habían terminado el escrutinio. "Hemos ganado Florida, Texas. También está claro que hemos ganado Georgia. Hemos ganado claramente Carolina del Norte. Pero más importante, estamos ganando Pensilvania por un tremendo margen de votos. Ganamos Michigan también por casi 300.000 votos. Y Wisconsin. E íbamos ganando en Arizona por un gran margen, pero de repente nos lo han quitado. No pasa nada, no necesitamos ganar en todos", zanjó.
Diez minutos de discurso fueron suficientes para que Trump creara toda una realidad paralela. A esa hora, la verdad es que, según los resultados oficiales, Trump había ganado en Florida, Ohio e Iowa, mientras que el demócrata se había asegurado los votos de Minnesota, Arizona y Colorado. Respecto a Pensilvania, este estado clave anunció que podría demorar el recuento hasta el viernes por el aluvión de votos por correo recibido.
Pero su relato ya estaba creado. Uno preparado durante varios meses y que el republicano iba dejando caer en cada mitin, destinado a sembrar la duda y el caos si el resultado final no le era favorable, preparando el terreno para una hipotética batalla judicial.
¿La clave? El voto por correo. Trump siempre ha sido muy crítico con esta modalidad de voto y llevaba toda la campaña cuestionando su validez. Pese a haber reconocido en alguna ocasión que él mismo recurrió a ello un par de veces, públicamente siempre lo ha considerado un peligro. "Si alguna vez se acepta esto, este país jamás volverá tener un presidente republicano", aseguró Trump en el programa Fox and Friends, a principios de abril.
Una búsqueda rápida en sus redes sociales es suficiente para encontrar varias publicaciones en contra del voto por correo, azuzando los miedos de fraude electoral y diciendo que su generalización llevará a "la elección más corrupta de la historia" de EEUU, pese a que ningún estudio sobre el tema refrenda esta tesitura. "Corrupto", "peligroso", "horrible", son algunos de los adjetivos con los que Trump ha calificado el voto por correo.
Ahora, recurre a la misma exacerbación verbal para cuestionar los resultados el mismo día de las elecciones, reclamando un supuesto fraude, sin cualquier tipo de sostén.
Horas antes de que Trump compareciera ante los medios, Joe Biden apelaba a la "paciencia" de los ciudadanos, advirtiendo de que el proceso "se iba a alargar" y que quizás los resultados no se supieran hasta "mañana o pasado". Y hacía un inciso: "No me cabe a mí ni a Donald Trump proclamar el ganador de esta noche". Pero el líder republicano no estaba de acuerdo y ya entonces desplegaba su estrategia de manipulación contestando de inmediato en un tuit.
El mensaje, señalado por Twitter como "engañoso", acusaba a los republicanos de "robar las elecciones". "Estamos en grande pero nos quieren robar las elecciones. Nunca les dejaremos. Los votos no se pueden enviar después de que se cierren las mesas electorales", escribió. Realmente, los estados pueden contar el voto por correo recibidos hasta tres días después de las elecciones, siempre y cuando estén sellados con fecha anterior al 3 de noviembre.
Estaba creada la pantomima de Trump para las elecciones. El hombre que gobernó cuatro años la Casa Blanca censurando a los periodistas que le hacían preguntas incómodas, tildando de fake news cualquier noticia que no fuera de su agrado, hizo de la mentira y la manipulación una forma de gobernanza. No es una fuerza de expresión, según el Washington Post, que lleva el recuento de las mentiras del presidente, Trump lleva 22.247 afirmaciones falsas desde que asumió el poder. Ahora, el mandatario ha llevado el populismo a su máxima expresión.
De un golpe, puso en jaque la democracia americana en uno de los momentos más sensibles de la historia del país: con una sociedad extremadamente polarizada, sufriendo una pandemia global y una crisis social y económica. Las consecuencias son difíciles de prever, pero en un ambiente de tensión creciente, muchos temen la violencia en las calles.
A este respeto, los mensajes de Trump a lo largo de la campaña tampoco han sido muy tranquilizadores. El presidente se ha negado a condenar la violencia de los grupos supremacistas blancos que le apoyan e, incluso cuando hizo el amago de hacerlo, su declaración fue: "'Proud Boys', den un paso atrás y permanezcan preparados", algo que se parece más un llamamiento a estar alerta que a cesar la violencia.
¿Y ahora?
El discurso de Trump hace adivinar una disputa legal por los votos pero no está claro que tipo de proceso pretende iniciar en el Tribunal Supremo una vez que, a día de hoy, no hay ningún argumento legal que sustente la petición de que los estados paren de contar las papeletas que se recibieron a tiempo, como parece pretender el presidente.
La propuesta no parece siquiera recabar apoyos entre todos los republicanos. "Son votos emitidos legalmente", dijo Benjamin Ginsberg, abogado electoral republicano, a CNN. "Y que un presidente diga que vamos a privar de derechos a esos votos emitidos legalmente, es realmente extraordinario".
También el exgobernador de Nueva Jersey y aliado de Trump, Chris Christie, expresó su desacuerdo con los comentarios del presidente diciendo que había "socavado su propia credibilidad". "Es una mala decisión estratégica. No hay base para tener esta discusión esta noche. Simplemente no la hay. Todos estos votos deben contarse", dijo Christie en ABC News.
La declaración del presidente provocó el rechazo del equipo de Biden, que reaccionó a través de su directora de campaña, Jen O'Malley Dillon. "Es indignante porque es un intento descarado de quitarles los derechos democráticos a los ciudadanos estadounidenses", dijo en una declaración escrita, antes de asegurar que "el recuento no se detendrá".