Trump y Biden participan en su primer debate de la campaña presidencial de 2020 en Cleveland (Ohio).

Trump y Biden participan en su primer debate de la campaña presidencial de 2020 en Cleveland (Ohio). Reuters

EEUU

Biden y Trump se encaran en un debate a la medida del presidente: sin público, en la CNN y 5 meses antes

Nunca antes en la historia de Estados Unidos se había organizado un debate televisado tan pronto. La campaña demócrata dice estar pensando en el votante, pero hay quien sospecha razones menos empáticas.

27 junio, 2024 04:47

Este jueves por la noche –a las tres de la madrugada del viernes hora española– el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se medirá a su rival, el expresidente Donald Trump, en el primero de los dos debates presidenciales que tendrán lugar antes de las elecciones del próximo mes de noviembre. La propuesta, hasta cierto punto inesperada, llegó desde la bancada de Biden el pasado mes de mayo. Trump aceptó a las pocas horas.

Nada más saberse la fecha los corresponsales políticos de los medios estadounidenses arquearon las cejas. Un jueves de finales de junio es –concluyeron– demasiado pronto. El primer debate presidencial televisado, que tuvo como protagonistas al entonces vicepresidente Richard Nixon y al jovencísimo John F. Kennedy, se celebró en el mes de septiembre de 1960 y desde entonces suelen ocurrir entrado el otoño. A pocas semanas de la cita con las urnas.

Según la campaña de Biden, la elección de una fecha tan temprana tiene que ver con el propio ciclo electoral. Por un lado, se busca que aquellos votantes que depositan su papeleta con semanas de antelación puedan ver, al menos, un cruce entre ambos candidatos antes de acudir a la oficina postal. Y, por el otro, se busca que Biden no dedique las últimas semanas de campaña a preparar un evento de estas características. De ahí que el segundo debate presidencial también vaya a tener lugar bastante pronto: el 10 de septiembre.

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Dos argumentos tan legítimos como racionales que, sin embargo, no han terminado de convencer a todos. «Dado que se van a encontrar tres meses antes de lo habitual, en teoría habría tiempo, en ambos partidos, de buscar un candidato alternativo en el caso de una performance catastrófica», señalaba esta semana Evan Osnos, uno de los analistas políticos de la revista The New Yorker. Lo hacía tras recordar a su audiencia la edad de ambos contendientes, 81 años y 77 años, y la posibilidad de que alguno de ellos –y es Biden quien está en el foco a este respecto– patine de mala manera o se quede completamente en blanco.

Otra de las novedades se encuentra en quién organiza el evento. Por primera vez desde 1988 no será la Comisión de Debates Presidenciales sino una cadena privada: la CNN (ABC News será la encargada de montar el de septiembre). Esto se debe a las quejas del actual mandatario tras los debates que precedieron a las últimas elecciones. Biden sostiene que aquel formato estaba pensado para fomentar «grandes espectáculos» en lugar de un intercambio de ideas, proyectos y puntos de vista sólido entre las dos personas que aspiran a gobernar el país más poderoso del mundo.

Un cartel promociona el debate entre Biden y Trump en la sede de la CNN de Atlanta (Georgia).

Un cartel promociona el debate entre Biden y Trump en la sede de la CNN de Atlanta (Georgia). Reuters

De ahí que, a petición de Biden, el formato impuesto por la CNN no contemple la asistencia de público y de ahí, también, que vaya a otorgar a los moderadores, los veteranos Jack Tapper y Dana Bash, la posibilidad de apagar el micrófono del candidato que no tenga en ese momento el turno de palabra.

Son muchos los sorprendidos al saber que Trump ha accedido a todas estas condiciones y, sobre todo, a ser moderado por dos personas que considera abiertamente hostiles. Máxime cuando Biden ha rechazado tener otros debates con él más allá de los dos apalabrados.

Según Garrett Ross, de la revista Politico, la aceptación de Trump encaja con una estrategia basada en mantener las expectativas bajas. «Es una manera de trasladar la culpa a los moderadores en caso de no hacerlo bien», explica. El problema, según algunos observadores, es que también está rebajando las de Biden cada vez que le define como un anciano demasiado senil como para ser funcional. Con lo cual, basta que se muestre sereno, articulado y mínimamente contundente para apuntarse un tanto.

Sobre las líneas de ataque que cabe esperar por parte de cada candidato, es muy probable que Biden saque a colación el tema del aborto, los problemas legales de Trump tras haber sido declarado culpable de falsificar facturas para encubrir el pago de sobornos a la actriz porno Stormy Daniels y su rol en el asalto al Capitolio. En cuanto a Trump, se espera que ponga sobre la mesa el tema de la inmigración –haciendo especial hincapié en una crisis fronteriza que está muy lejos de resolverse– y la marcha de una economía acosada por la inflación.

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Finalmente, se encuentran las expectativas que encierra este primer debate presidencial. ¿A quién va dirigido? Principalmente a esa porción del electorado que se encuentra no ya indecisa sino directamente harta del panorama. Lo que algunos encuestadores han definido como “double haters”. Gente que no votará o que, de hacerlo, se inclina por alguno de los candidatos independientes que siguen en el candelero. Gente que en otro tipo de comicios igual podría ser ignorada pero que en estos, dado que la cosa podría depender de unas décimas, vale su peso en oro.

«Es poco probable que Biden o Trump consigan seducirles», cuenta Amber Phillips, corresponsal política del Washington Post. «De lo que se trata es de convertir al rival en alguien tan difícil de digerir que surja la necesidad de votar a la opción contraria».