¿De qué encuesta puedo fiarme si una da el triunfo a Trump y otra a Kamala? Los expertos responden: no son predicciones
- Los sondeos son el reflejo del sentir popular en un momento muy concreto. Con todo, hay unas encuestadoras más rigurosas que otras.
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Martes 29 de octubre. ¡Nueva encuesta!, exclaman los comentaristas políticos estadounidenses. ¡Nueva encuesta!, exclaman a lo largo del día los observadores de otras latitudes. En esta ocasión el estudio procede del tándem formado por The Economist y YouGov y dice que la candidata presidencial del Partido Demócrata, Kamala Harris, lleva dos puntos porcentuales de ventaja sobre Donald Trump, su rival y el candidato del Partido Republicano a ocupar la Casa Blanca, a una semana de las elecciones.
En torno a esa encuesta –realizada a lo largo de cuatro días, que ha implicado a millar y medio de ciudadanos y que dice que ella cuenta con el 49% del apoyo frente al 47% que tendría Trump– se construyen artículos, columnas de opinión y mucho mensaje en redes sociales. En otras palabras: salva el día de mucho profesional de la información.
Dos días antes, sin embargo, otro sondeo, éste cocinado en las oficinas de Ipsos y Reuters, decía que Harris contaba con el 47% del apoyo y que si bien Trump tenía todavía menos, el 46%, la distancia entre ambos era mínima. Es más: la semana anterior dos encuestas, una del equipo formado por analistas del New York Times y del Siena College y otra de la CNN, ofrecían un empate técnico en el 48% y el 47%, respectivamente. Y un día antes, el último sondeo del Wall Street Journal hasta la fecha ponía por delante a Trump: 47% frente al 45%.
Viéndolo todo con un poco de perspectiva se puede atisbar una evolución. A saber: el 22 de octubre Trump iba por delante, el 23 de octubre Harris empata y a partir de ahí coge ventaja. El problema es que un día antes de conocerse el sondeo del Wall Street Journal, el que decía que Trump era más popular que Harris, dos encuesta diferentes –del Times inglés, SAY y YouGov la primera, y de la Universidad de Monmouth la segunda– arrojaban el resultado opuesto: ella por delante de él… y a varios puntos porcentuales de ventaja.
Conclusión: cada encuesta dice una cosa diferente. A veces esa diferencia no es mucha y se comparte tendencia. Otras no tiene demasiado que ver. Y en ocasiones, incluso, dos encuestas sobre lo mismo pueden llegar a decir lo contrario.
La pregunta surge sola: ¿en cuál fijarse?
La advertencia de los expertos
Tal y como explica Oliver Roeder, uno de los mejores analistas de datos del Financial Times, los expertos en sondeos advierten en contra de transformar una encuesta, por muy excelente que sea, en una predicción. Ello supone, añaden, incurrir en un abuso. “Ahí es cuando las encuestas empiezan a perder su utilidad”, explica Patrick Murray, director del Instituto de Encuestas de la Universidad de Monmouth. Una utilidad que debería limitarse a la ciencia social aliñada con un sinfín de matices dependiendo de dónde hayan puesto la lupa los trabajadores demoscópicos.
Y es que las variables son demasiadas, el margen de error más amplio de lo que se piensa y las muestras suelen resultar insuficientes a la hora de reflejar nada más allá –en el mejor de los casos– de un cierto sentir popular. En el 2024, el caso que nos ocupa, ese estado de la cuestión no sería otro que un electorado partido prácticamente por la mitad y, consecuentemente, unas elecciones harto reñidas.
El problema es que, por mucho que se repita, hay demasiada gente queriendo ignorar la advertencia de esos expertos. Queriendo, en fin, sacar demasiada chicha a esos porcentajes. ¿Por qué? Según Roeder, por la “necesidad” de tener algo nuevo con lo que entusiasmarse o alarmarse y algo nuevo sobre lo que proyectar las filias y fobias. Prácticas, ambas, estrechamente relacionadas y muy extendidas en las sociedades occidentales. “Es como un agujero negro que atrapa cualquier rayo de luz política”. Una dinámica que se impone sobre otros análisis y sobre el examen transversal de según qué circunstancias.
“La gente quiere esa nueva pildorita”, señala Courtney Kennedy, vicepresidenta de Métodos e Innovación en el Pew Research Center. “A ver la nueva puntuación, a ver si hay un touchdown; siempre es el mismo fenómeno”.
La pérdida de credibilidad
Si mucha gente entiende las encuestas como predicciones es por dos motivos. El primero es que en Estados Unidos, históricamente, las tendencias esbozadas por ellas han resultado más ciertas que erróneas. Y el segundo es que hay muchos encuestadores que no pueden evitar ser los primeros en darse a ello.
Así estaban las cosas cuando hace ocho años, en las semanas inmediatamente anteriores a las elecciones del 2016, muchos de ellos comenzaron a hacer malabares con los datos que habían ido recogiendo y regalando predicciones a quien se acercara a preguntar. La del Huffington Post fue una de las más famosas; el portal de noticias fundado por Arianna Huffington dijo que Hillary Clinton tenía un 98% de posibilidades de vencer a Trump. También el New York Times, cuyo modelo ofreció un 85% de posibilidades a Clinton, quedó retratado. Incluso el portal FiveThirtyEight, un agregador de sondeos destinado al análisis político tras un repaso exhaustivo de los mismos, otorgó a Trump un 29% de posibilidades. Como todo el mundo sabe, Trump ganó aquellos comicios.
Cuatro años después, en 2020, muchas consultoras especializadas en demoscopia llegaron a las elecciones de ese mismo año habiendo revisado su metodología y habiendo perfeccionado su forma de encuestar. Redujeron las consultas telefónicas al tiempo que impulsaron las realizadas vía online, por ejemplo, para tratar de llegar a más sectores de la población. Asimismo, incluyeron nuevas variables, como el nivel de estudios, en sus mapas.
Lo que consiguieron, gracias a eso, fue atisbar los titulares que aparecieron luego en la prensa: Joe Biden ganó, efectivamente, las elecciones. Lo hizo, empero, con una diferencia mucho más discreta de la que muchos habían deducido previamente. De modo que los encuestadores siguieron puliendo sus filtros y en las midterms del 2022 –cuando se renovó el Congreso y parte del Senado– matizaron la ola republicana que muchos tertulianos preveían. Acertaron: aquellos comicios locales no fueron la hecatombe del Partido Demócrata que tantos habían adelantado. La brújula se declaró reparada.
¿De quién fiarse?
En cualquier caso, y pese a todo lo que no debería esperarse de una encuesta, todavía hay clases entre quienes se dedican a elaborar ese tipo de estudios con el fin de arrojar algo de luz sobre las corrientes del momento. Hay personas que trabajan mejor que otras, vaya.
“Lo que le diría a la gente es que sea cauta”, ha comentado en alguna ocasión Andrew Smith, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de New Hampshire y director de su Centro de Sondeos. Una cautela que desliza en el consejo que tiene para todos aquellos que realmente quieran asomarse a ese tipo de datos: observad las diferentes metodologías que se llevan a cabo, escoged la que más confianza os transmita y luego, dentro de esa categoría, buscad a las encuestadoras que sean más transparentes.
Existen varios rankings al respecto. Entre ellos suele destacar el que elabora, basado precisamente en la transparencia y también en la precisión histórica, el portal FiveThirtyEight. Ahí aparece, en primer lugar, el tándem formado por el New York Times y el Siena College seguido del tándem formado por ABC News y el Washington Post. En tercer, cuarto y quinto lugar estarían la Escuela de Derecho de Marquette University, YouGov (que suele asociarse con varios medios a la hora de sacar sus sondeos) y el Instituto de Encuestas de la Universidad de Monmouth.
La clave se encuentra en siete lugares muy concretos
No obstante, aun cuando las encuestas a nivel nacional mostraran una ventaja consistente por parte de uno de los dos candidatos, todo parece indicar que las elecciones de la semana que viene se van a decidir en los siete estados donde no se puede intuir (y por lo tanto no se puede descontar) quién se llevará más votos. Son los siguientes: Nevada, Carolina del Norte, Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin.
Por eso en las últimas semanas medios como Politico han relegado las encuestas nacionales a un segundo plano dando prioridad a cualquier sondeo que salga de ellos. Siguen limitándose a reflejar un sentir popular, cierto, pero en esos siete territorios el sentir popular será mucho más determinante que en cualquier otra parte del país.
Ocurre que, de momento, se hacen eco de lo que ya sabemos: empate técnico que se mueve unas décimas arriba o abajo dependiendo del día. En otras palabras: la noche del martes al miércoles será, casi con total seguridad, larga.