Roma

Horas después de recibir la noticia del asesinato del sacerdote francés Jacques Hamel, a manos de dos terroristas que habían jurado lealtad al Estado Islámico, el Papa no escondió una palabra que lleva repitiendo durante los últimos meses de su pontificado: guerra. “No se trata de inseguridad, el mundo vive una guerra. Quizás una guerra fragmentada, no orgánica, pero esa es la palabra”, dijo Francisco en el avión que lo llevaba camino de su visita a Polonia.

En su mensaje había una denuncia, no una llamada a la confrontación. “Cuando hablo de guerra, lo digo en serio. Se producen guerras por intereses, dinero, recursos naturales o el dominio de los pueblos. Algunos hablan de guerra de religiones, pero todas las religiones buscan la paz”, expresó. Vinculó así las acciones del Daesh con objetivos más espurios y las desposeyó de todo elemento religioso. Hasta el momento, su respuesta a esta amenaza de la que advierte ha sido la conciliación entre credos.   

El último ejemplo es la misa en homenaje al clérigo francés asesinado, en la mañana de este miércoles, donde el Papa ha calificado al padre Hamel de "mártir y beato". A la ceremonia han sido invitados 80 peregrinos de la diócesis de Rouen, a la que pertenecía Hamel, y su obispo Dominique Lebrun. Se trata de un acto de recogimiento en la pequeña capilla de Santa Marta en el Vaticano y en este caso no hay representantes del mundo islámico, pero distintas organizaciones musulmanas ya acudieron a otras homilías celebradas en nombre de Hamel.

"Cuánto nos gustaría que todas las confesiones religiosas dijeran: asesinar en nombre de Dios es satánico", ha admitido Francisco durante la misa de este miércoles, según Efe. El pontífice ha hablado de los mártires y ha afirmado que actualmente "hay más mártires cristianos que en los primeros tiempos", pues los cristianos "son asesinatos, torturados, encarcelados, degollados... porque no reniegan de Jesucristo".

Líderes de otros credos será a la Jornada Mundial por la Oración, convocada por la comunidad católica de San Egidio y patrocinada por el Vaticano. En el acto, que contará con la visita de Francisco el próximo 20 de septiembre, estarán presentes entre otros el patriarca de Constantinopla, Bartolomé I; el arzobispo de Canterbury, Justin Welby; el patriarca ortodoxo de Antioquía, Ignacio Efén II; así como otros jerarcas judíos y musulmanes todavía por confirmar.

La cita, que se celebra en la localidad italiana de Asís donde ya hace 30 años Juan Pablo II inauguró las primeras jornadas de este tipo, es la próxima parada de la diplomacia interreligiosa reactivada en el pontificado de Francisco. “A diferencia de 1986, hemos entrado en un mundo dominado por la globalización y el terrorismo y lo que busca el espíritu de Asís es otorgar la palabra a las voces religiosas que se oponen al terrorismo”, señala Marco Impagliazzo, presidente de la comunidad de San Egidio.

LAZOS REFORZADOS

Los organizadores reconocen que su intención es que acuda el gran imán de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, adalid de la institución más prestigiosa del islam suní. Al Tayeb es uno de los principales sustentos ideológicos del régimen egipcio de Abdel Fatah al Sisi y como el jefe de Gobierno enarbola la bandera de la lucha contra el terrorismo, tras la desarticulación de los Hermanos Musulmanes en aquel país.

Aunque todavía le queda pendiente a Francisco acudir a la gran mezquita de Al Azhar en El Cairo, el pontífice y el líder musulmán retomaron en mayo de este año sus relaciones. En 2011 se dieron oficialmente por rotas tras un mensaje del entonces papa Benedicto XVI que desde el mundo musulmán se interpretó como una injerencia en sus asuntos internos. Aunque en la práctica, los lazos habían quedado congelados tras el discurso de 2006 de Ratzinger en la Universidad de Ratisbona, que no sentó bien en el mundo musulmán.

En el encuentro entre Francisco y Al Tayeb el terrorismo jugó un papel fundamental. Como también en la visita del presidente de Irán, Hasán Ruhaní, principal figura política de la máxima potencia chií, quien pisó el Vaticano a principios de este año.

Para la Santa Sede el asesinato de cristianos en Occidente y su persecución en Oriente Próximo es un asunto crucial, pero en lugar de reducir la sinrazón del Estado Islámico a este aspecto, ha tratado de sumar a los máximos exponentes musulmanes a una condena global sobre el terrorismo.

“Francisco ha insistido en separar el fundamentalismo de la religión y del islam”, opina el obispo de Asís, Domenico Sorrentino. Y a su juicio, si hace unos años el mundo islámico tuvo “una actitud un tanto taciturna ante la violencia, después de la multiplicación de atentados en Oriente Próximo y en Europa, su condena se ha hecho sentir mucho más fuerte”.

Aunque la diplomacia interreligiosa vaticana ha ido más lejos. En febrero de este año, Francisco se reunió por primera vez en el último milenio con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa, Cirilo I, en un acercamiento a Rusia, otro actor fundamental. La Santa Sede también ha incluido al presidente ruso, Vladímir Putin, en su agenda como uno de los protagonistas para buscar una solución en Oriente Próximo y más en concreto en la guerra siria, como reconoció hace meses el secretario vaticano para las relaciones con los Estados, Richard Galagher.

Michele Zanzucchi, director de la revista Città Nuova y autor de varios libros sobre la relación del cristianismo con otras religiones, señala que Francisco ha retomado “el diálogo interreligioso impulsado por Juan Pablo II, que se frenó con la llegada de Benedicto XVI”. Aunque esto no sería posible sin la “personalidad” de Bergoglio, opina el experto. Es decir, sin dejar de lado el lado político del jefe de Estado vaticano.

Francisco tuvo su papel en el acuerdo nuclear entre Irán y Estados Unidos y participó en las conversaciones entre Washington y La Habana. Y además ha visitado mezquitas en Bangui (República Centroafricana), Estambul y Sarajevo o la Gran Sinagoga de Roma. Ejemplos, todos ellos, del acercamiento a otros credos como instrumento en la solución de conflictos.

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