Con el sexto voto consecutivo del Consejo de Seguridad fallando a su favor y un aparente apoyo unánime entre los cinco miembros permanentes, en la tarde del miércoles se confirmó la elección del portugués António Guterres como el noveno secretario general de las Naciones Unidas (ONU). El luso, cuya candidatura será aprobada formalmente el jueves por la Asamblea General de la ONU, sucede al surcoreano Ban Ki-moon, cuyo mandato concluye este año.
La elección de Guterres supone la culminación de una carrera política que se alarga cinco décadas y se ha caracterizado por los profundos compromisos humanistas del estadista luso, evidentes desde sus inicios como diputado socialista, y luego durante su tiempo como primer ministro de Portugal y dirigente de la agencia de Naciones Unidas para los refugiados. También supone la consolidación de Portugal, potencia imperial de antaño, como una nueva presencia de soft power en el contexto internacional actual.
Se trata de una victoria para una de esas figuras políticas tan inusuales de las que nadie puede hablar mal: pese a las diferencias ideológicas por medio, todos los dirigentes lusos alaban la capacidad conciliadora de Guterres, que incluso como primer ministro nunca tuvo enemigos políticos. Una capacidad que sólo se podría esperar de un hombre que, en el ámbito personal, es conocido por ser tanto devotamente cristiano como socialista convencido.
"Es un gran día para Portugal, esto es como volver a ganar la Eurocopa", declaró Eduardo Ferro Rodrigues, el actual presidente de la Asamblea de la República que fue ministro de Guterres durante sus dos Gobiernos. "António Guterres ha sido elegido gracias a la experiencia acumulada a lo largo de su pasado, el talento que reúne en el presente y la promesa que representa cara al futuro".
Teresa Leal, diputada del conservador Partido Social Demócrata, también alabó la figura de Guterres en declaraciones a EL ESPAÑOL. "Gobierno y oposición siempre coincidieron en su candidatura porque Guterres no sólo es un excepcional ser humano y un digno representante de Portugal, sino la mejor persona imaginable para ocupar este cargo".
Por su parte, el presidente de la República y viejo amigo personal de Guterres, Marcelo Rebelo de Sousa, señaló lo orgulloso que se sentía al conocer esta noticia el mismo 5 de octubre -el Día de la República Portuguesa- y calificó la noticia como "buena para Portugal e incluso mejor para las Naciones Unidas y el mundo en general".
EL MONAGUILLO DEDICADO A LA ACCIÓN SOCIAL CATÓLICA
Nacido en el barrio lisboeta de Santos en 1949, Guterres proviene de una familia obrera de la capital, donde vivió la decadencia de la dictadura salazarista y el ocaso del imperio portugués. En esa Lisboa desaparecida de señoras que balanceaban cestas cargadas de pescado fresco sobre sus cabezas y grandes navíos de la marina mercante que llegaban al cercano Puerto de Santos llenos de productos exóticos de las colonias de ultramar, el joven Guterres fue monaguillo en su parroquia local y destacó por ser un estudiante excepcional, galardonado con un Premio Nacional en el instituto.
Se licenció como ingeniero eléctrico en el prestigioso Instituto Superior Técnico -el MIT del mundo lusófono- en 1971 e inicialmente mostró interés en seguir una vocación académica, pero el colapso del régimen y su compromiso con los más desfavorecidos hizo que se decantara por el trabajo social.
Mientras que otros contemporáneos optaron por formar parte de la oposición estudiantil marxista -como el también eventual primer ministro José Manuel Durão Barroso, militante del Movimiento Reorganizativo del Partido del Proletariado-, Guterres se volcó en la acción social promovida por la Juventud Universitaria Católica. En esta época interactuó por primera vez con Marcelo Rebelo de Sousa, el actual presidente de la República portuguesa, una de las personas que más trabajo de lobby ha hecho a favor de Guterres en su candidatura ante la ONU.
Guterres fue uno de los fundadores del Partido Socialista Portugués, y con la Revolución de los Claveles de 1974 pasó formalmente al ámbito político, primero como jefe de gabinete del secretario de Estado de Industria y Energía de los primeros Gobiernos provisionales y luego como diputado en la Asamblea de la República. Se recuerda su labor en las comisiones de Economía y Finanzas, promoviendo medidas favorables para los ciudadanos que se vieron arruinados por la pérdida de las colonias, aquellos pobres que perdieron el trabajo cuando dejaron de llegar los navíos de Angola y Mozambique al Puerto de Santos.
También se le recuerda por su disposición para conciliar, dialogar, apostar por el acuerdo con otros, frecuentemente apoyándose en su experiencia dentro de la Juventud Universitaria Católica para tender puentes con compañeros de partidos conservadores.
Durante la década de los 80 Guterres continuó su labor en el Parlamento, pero también ya marcaba tendencias al presidir la comisión de Demografía, Migraciones y Refugiados de la Asamblea Parlamentar del Consejo de Europa.
En 1992 se consolidó su futuro como figura política de importancia nacional cuando al ser elegido presidente del Partido Socialista. Como candidato oficial, venció en las elecciones de 1995, poniendo fin a diez años de Gobierno conservador bajo Aníbal Cavaco Silva e inaugurando un periodo de renovación social en el país.
MÁS QUE SOCIALISTA, UN PRIMER MINISTRO SOCIAL
A diferencia de los Ejecutivos de Cavaco Silva, que reivindicaron la riqueza personal como suma aspiración nacional en el contexto de un país nuevamente europeo, los dos Gobiernos de Guterres apostarían por grandes proyectos sociales y la celebración de los colectivo.
Sin duda la medida que más representa el espíritu del Gobierno de Guterres fue la revolucionaria descriminalización de las drogas, medida social efectuada para tratar a los drogodependientes con compasión en vez de perseguirles a través de las vías penales.
"El primer ministro reconoció que Portugal tenía un problema grave, que miles de personas estaban afectadas", recordó el doctor João Goulão, principal responsable de la elaboración de la medida, en una entrevista con EL ESPAÑOL. "En una reunión del Consejo de Ministros Guterres preguntó quién, entre ellos, no tenía a un familiar que era drogodependiente. Todos levantaron sus manos. Y él decidió que eso tenía que cambiar, por lo que nos encargó buscar una solución, por radical que fuera".
La solución propuesta por Goulão era radical y polémica, y países como Estados Unidos -en pleno fervor de la llamada 'Guerra contra las drogas'- presionaron a Guterres para que no implementara una medida tan diamétricamente opuesta a la apoyada por la Casa Blanca.
El portugués se mantuvo firme, descriminalizó las drogas y rededicó los fondos designados para la penalización al tratamiento. Su determinación tuvo éxito: en cuestión de apenas cinco años la medida acabó con el problema de la droga en Portugal, país que había registrado las tasas más altas de drogodependencia durante los años 90.
DEFENSOR DE LOS REFUGIADOS
Guterres presidió los XIII y XIV Gobiernos Constitucionales de Portugal, liderando el país hasta 2001. La muerte de su primera esposa lo dejó profundamente afectado y con cada vez menos ánimos para enfrentarse a la lucha política. Ante la derrota de los socialistas en las elecciones de diciembre de ese año, dimitió de su cargo para, según él, "evitar que el país terminara estancado en una especie de pantano político" resultado de ejecutivos y gobiernos municipales enfrentados.
Al salir del Ejecutivo, Guterres se apartó de la política. Volvió a hacer trabajo social en los peores barrios de la capital y aprovechó el tiempo para estar con sus hijos. Volvió a enamorarse, esta vez con Catarina Vaz Pinto, secretaria de Estado de Cultura en su segundo Ejecutivo. Todo parecía que el ex primer ministro tenía la intención de vivir el resto de sus días discretamente, retirado de la vida pública.
Sin embargo, la dimisión repentina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados Rudd Lubbers y la llamada de Kofi Anan cambiaron sus planes. Guterres volvió con fuerza para ayudar a los refugiados en este nuevo cargo, que desempeñó entre 2005 y el año pasado.
Su periodo al frente del Acnur no ha sido fácil. A Guterres le ha tocado lidiar con las miles de personas desplazadas por las guerras de Irak y Afganistán, pobres que cruzaban fronteras a pie en América Central, las sucesivas oleadas de víctimas de la violencia en África, los millones que huyen de Siria y otros países que cayeron en el caos más absoluto tras la Primavera Árabe.
Discreto pero trabajador, Guterres ha ganado el respeto de cooperantes por todo el mundo y destacado por la insistencia con la que ha exigido mayores compromisos de los líderes mundiales.
Como nuevo secretario general, Guterres promete traer esa misma insistencia solidaria y compromiso humanista al cargo. En un contexto global en el que Estados Unidos y Rusia ni consiguen compartir una mesa de diálogo para decidir el futuro de Siria, la energía discreta del conciliador portugués es más que bienvenida.