Tras once años de negociaciones, la perspectiva de que Turquía entre en la Unión Europea es ahora más remota que nunca. La Eurocámara ha aprobado este jueves (por una aplastante mayoría de 479 votos a favor, 37 en contra y 107 abstenciones) una resolución en la que pide la "suspensión temporal" de las conversaciones de adhesión con Ankara por la deriva autoritaria del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
El Parlamento Europeo alega que no se puede continuar con el diálogo tras la "desproporcionada" purga que ha lanzado Erdogan como respuesta al fallido golpe de Estado del 15 de julio. Un total de 40.000 personas -entre ellas 150 periodistas y 10 miembros de la oposición prokurda- han sido detenidas y 31.000 permanecen todavía en prisión. Además, 129.000 funcionarios han sido suspendidos por supuestos vínculos con el golpe.
El voto de la Eurocámara no es vinculante, ya que cualquier decisión sobre las negociaciones con Turquía debe ser aprobada por los países miembros a propuesta de la Comisión. Pero supone una fuerte señal política que revela que las relaciones entre Bruselas y Ankara están al borde de la ruptura. Los líderes europeos tienen previsto volver a discutir la cuestión en la cumbre del 15 y 16 de diciembre. Pero de momento se resisten a romper para salvaguardar el acuerdo sobre refugiados firmado en marzo.
"Las medidas represivas que ha tomado el Gobierno turco bajo el estado de emergencia son desproporcionadas, violan derechos y libertades básicas protegidas por la Constitución turca y suponen una ruptura de los valores democráticos en los que se funda la UE", asegura la resolución. El texto ha contado con un apoyo sin precedentes de todo el espectro político de la Eurocámara, desde el PP europeo hasta Izquierda Unitaria y los Verdes, pasando por liberales y socialistas. Sólo los grupos ultra de Marine Le Pen y Nigel Farage han evitado firmar la resolución.
Turquía pidió por primera vez entrar en la Unión Europea en 1959. Tras años de dudas y aplazamientos, las conversaciones de adhesión se lanzaron con gran fanfarria en octubre de 2005. Pero en los 11 años transcurridos sólo se han abierto 16 de los 35 capítulos de los que consta la negociación y únicamente se ha cerrado uno de forma provisional. Croacia, que empezó la carrera al mismo tiempo que Ankara, accedió a la UE en julio de 2013.
Erdogan protesta
La resolución de la Eurocámara pidiendo congelar las negociaciones con Turquía, que se conocía desde hace días, ha indignado a Erdogan. "Esta votación no tienen ningún valor para nosotros", dijo el presidente turco este miércoles en Estambul, incluso antes de conocerse el resultado. Erdogan acusa a los europeos de tibieza a la hora de condenar el golpe de estado y de ponerse del lado del PKK kurdo, pese a que la propia UE lo considera una organización terrorista.
Erdogan, uno de los pocos líderes mundiales en alegrarse de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, ha dejado claro que Turquía no necesita entrar en la UE "a cualquier precio". Y ha sugerido que, como alternativa, podría buscar alianzas con el bloque de Shangai, que reúne a países como China o Rusia. El presidente turco amenaza incluso con convocar un referéndum sobre la UE en 2017.
Los Gobiernos no quieren romper
Pese a la petición mayoritaria de la Eurocámara, los Gobiernos de la UE se resisten hasta ahora a romper con Turquía. "Si se detuviera el proceso de adhesión, nos encontraríamos en un escenario en el que todos perdemos. Europa perdería un importante canal para el diálogo y la influencia sobre Turquía. Turquía perdería mucho", dijo la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, durante el debate celebrado en la Eurocámara el martes.
De momento, sólo Austria ha reclamado abiertamente suspender el diálogo con Ankara. "No estoy a favor de continuar las negociaciones de adhesión y creo que esta Turquía no tiene sitio en la UE", dijo su ministro de Exteriores, Sebastian Kurz, en Bruselas el pasado 14 de noviembre. Pero las grandes potencias de la UE, lideradas por Alemania y Francia, apuestan por mantener las conversaciones. Incluso el ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, que durante la campaña del brexit utilizó los riesgos de la posible entrada de Turquía como argumento electoral, quiere ahora seguir dialogando.
Además de la capacidad de presión e influencia, el principal factor que hace que los Gobiernos europeos, y en particular Berlín, no quieran romper con Ankara es el acuerdo sobre refugiados firmado el pasado marzo. Los países miembros están atrapados por la decisión de externalizar a Turquía, que acoge a casi 3 millones de demandantes de asilo, la gestión de los flujos migratorios procedentes de Siria.
Bruselas sostiene que el pacto con Turquía está dando resultados. La llegada de migrantes a las islas griegas ha caído de 1.740 diarios a principios de año a una media de 94 al día desde marzo, según los últimos datos de la Comisión. A cambio de la ayuda para frenar la presión migratoria, la UE se ha comprometido a pagar 6.000 millones de euros a Ankara, de los que hasta ahora sólo ha desembolsado 677. También prevé reactivar las negociaciones de adhesión y suprimir la exigencia de visado a los viajeros turcos.
El Gobierno de Ankara ya ha amenazado con poner fin a este acuerdo porque considera que la UE no está cumpliendo su parte. En particular, Turquía reclama que el fin de los visados se aplique cuanto antes. Bruselas le responde que todavía no cumple 7 de los 72 requisitos necesarios. "Nuestra paciencia se está acabando", ha dicho el ministro de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, que da de plazo hasta fin de año.
Pero el auténtico factor que podría desencadenar una ruptura definitiva de las relaciones es la reintroducción de la pena de muerte en Turquía, una posibilidad con la que ha especulado Erdogan y que está prohibida en la UE. "Pasar de la retórica a la acción en la cuestión de la pena de muerte sería una señal clara de que Turquía no quiere ser miembro de la familia europea", avisa Mogherini.