La reforma constitucional de Matteo Renzi ha reunido a tan extraños compañeros de cama como el ala más izquierdista del Partido Democrático del primer ministro con la derecha más radical representada por la Liga Norte. Unos enfrentados con el propio Renzi y otros deseosos de hacer caer al Gobierno.
La Liga ya no es aquella bizarra formación que pedía la independencia de una fantasiosa ínsula llamada Padania, que comprendería toda la franja norte de Italia. La globalización ha hecho que en sus mítines ya no se apele al célebre ‘Roma ladrona’, sino que ha ampliado el origen de su discriminación a una “Europa bellaca”.
El responsable de la transformación se llama Matteo Salvini, un líder de 43 años, casi tan joven como su homónimo, el primer ministro. Y al igual que Renzi se ha empeñado en transformar la política italiana, Salvini ha salido de su feudo lombardo para captar el descontento de los jóvenes y de una clase trabajadora que siente que los últimos tiempos han erosionado derechos antes adquiridos.
El secretario federal de la Liga Norte ataca a Europa desde su escaño de eurodiputado, copia a la francesa Marine Le Pen en su proyecto y celebra la victoria de Donald Trump en Estados Unidos. Es difícil que su techo electoral se eleve por encima del 15% o que su proyecto se imponga con una derecha siempre dividida. Pero Salvini ya ha logrado dar un nuevo impulso a la Liga, que espera que la ola de populismo arrastre los viejos postulados de la formación, pasados ahora por el taller de reparación.
Este domingo los italianos tendrán que decidir sobre una amplia reforma que prevé modificar 47 de los 139 artículos que tiene su Constitución, aprobada en 1948. El aspecto más importante es el llamado fin del ‘bicameralismo perfecto’, por las leyes ya no tendrían que pasar varias veces por la Cámara de Diputados y el Senado, que tenían idénticas competencias, antes de su aprobación. Además, la Cámara Alta quedaría reducida de 315 a 100 senadores, que no serían elegidos directamente por la ciudadanía, y apenas tendría competencias legislativas. Junto con la ley electoral, que prevé una mayoría más clara para el vencedor de las elecciones, el objetivo es dotar al país de una mayor gobernabilidad y más agilidad legislativa.
Salvini se une al frente por el 'no' en el plebiscito. Niega que se modernice el país -como asegura Renzi- sino que opina que el primer ministro pretende hacerse un traje a medida. Realmente la oposición a la reforma constitucional comprende todo el arco parlamentario, pero si se entiende como un voto entre la política tradicional o el populismo, Salvini podría ser el primer exponente de estos últimos.
¿Se vota para reformar la Constitución o para mandar a casa a Renzi?
Artículo por artículo es una pésima reforma, que se basa en los vínculos de la Unión Europea y los reafirma en la Constitución. Impide a los italianos que puedan decidir en referéndum sobre tratados internacionales y tampoco obliga a dimitir a los parlamentarios que cambian de grupo. Renzi dice que sirve para ahorrar, pero si gana el ‘sí’ y pasa su ley electoral, se gastarían 300 millones de euros adicionales para celebrar una segunda vuelta [como prevé actualmente la ley electoral]. Es una reforma confusa, pero seguramente la idea de hacer caer al Gobierno animará a muchos italianos a votar ‘no’.
El Gobierno dice que la reforma agiliza el proceso, algo que siempre ha defendido la Liga.
Eso es lo que dice Renzi, pero hay 56 constitucionalistas [que firmaron un documento contra la reforma], lejanos incluso de mis ideas, que interpretan que aumentarán los conflictos no sólo entre la Cámara y el Senado, sino también con los tiempos de aprobación. El problema no es la doble vuelta, sino la voluntad política. Los senadores no serán electos, sino nominados por consejeros regionales y alcaldes; cinco, elegidos por el presidente de la República. No me parece que esto sea democracia.
Pero la Liga no considera la Constitución precisamente un texto sagrado.
No, incluso quisimos cambiarla hace 10 años, con una reforma en un sentido opuesto a la de Renzi. Queríamos devolver poder a las autonomías y dinero a los territorios. Italia es bella porque es diversa, hay 8.000 ayuntamientos, culturas, tradiciones. No puedes gobernarla sólo desde Roma. Pero los italianos no la quisieron y cuando los italianos votan, siempre tienen razón.
Yo cambiaría la Constitución para que se eligiera directamente al presidente del Consejo de Ministros [en lugar de hacerlo a través del Parlamento], dejaría abierta la posibilidad de votar en referéndum sobre los impuestos y tratados europeos y habría eliminado no sólo senadores sino también diputados, porque así es una Cámara desequilibrada. Pero Renzi lo ha querido de otro modo, creo que los italianos votarán ‘no’ y después se comenzará de nuevo.
Pidiendo la dimisión de Renzi.
Es él quien dijo al principio: ‘si pierdo, dimito’; después, ‘no, no dimito’; más tarde, ‘dimito’; luego, ‘no dimito’. Pero al final… dimitirá.
¿Iría la derecha unida a unas nuevas elecciones? Porque cada día hay una guerra entre los distintos partidos.
Lo bonito es que creo que por primera vez los programas los elegirán los ciudadanos. Creo que no habrá más líderes a dedo. Yo me expondré al juicio de los italianos.
En primarias, quiere decir.
Sí, como en Francia o Estados Unidos. Y después el programa será claro, sobre Europa y el euro no puede haber líneas intermedias. Si la Unión Europea se sienta en la mesa con los 28 y cambia todos los tratados, tiene sentido negociar. Si no cambia, a nosotros y a todos los pueblos europeos nos conviene salir de esta jaula.
Si los italianos votan como en Reino Unido o EEUU, la economía fictica de la UE, saltará
Dice el Financial Times que Italia puede incluso salir del euro. Esto para ustedes no es un problema.
Nosotros lo tenemos en nuestro programa político desde hace años. Hemos documentado cómo sería una ventaja para la economía de los ciudadanos italianos tener una moneda más justa para Italia. Eso que para el Financial Times es un riesgo; para mí es una esperanza. Pero que estos ‘grandes periódicos’ que no han previsto la crisis del 2008 y 2011, vengan ahora a explicar a los italianos cómo votar, me hace reír.
¿Comprende el temor económico?
Alguno tiene miedo. Porque si los italianos votan como han votado los ingleses, americanos, como pueden votar los austriacos [este domingo], franceses o incluso los alemanes el año próximo, la Unión Europea fundada sobre la Bolsa y una economía ficticia, saltará. Está claro que estos ‘grandes periódicos’, las multinacionales, quienes han querido las directivas sobre la banca o quien promueve esta inmigración de masas está preocupado.
Con Trump y Putin, toda Europa verá cómo la economía real, la de los ciudadanos, volverá al centro.
¿Estos resultados de los que ha hablado, favorecen a la Liga Norte?
Con Trump y Putin, toda Europa verá cómo la economía real, la de los ciudadanos, volverá al centro. Es decir, menos finanzas, menos globalización, menos desarraigo, menos inmigración de masas y más trabajo, más realidad, más raíces y más identidad. Esto está pasando en todo el mundo, incluso en Bulgaria o Moldavia, lo que quiere decir que son buenas señales.
En algunos puntos, su programa se acerca al del Movimiento 5 Estrellas, un partido izquierdista en varios aspectos. ¿Apoyarían un gobierno de ellos si así lograran mayoría?
Con el 5 Estrellas en materia de migración, seguridad y derechos tenemos posiciones antitéticas. Están más a la izquierda que el Partido Democrático. Cuando votan, lo hacen para que cualquiera que llegue a Italia pueda hacer todo lo que le parezca. Sobre esto, que es uno de los temas más importantes, no podría haber acuerdo posible.
¿Y qué se debe hacer con la inmigración?
Es un fenómeno contemporáneo, no lo puedes eliminar. Pero sí controlar, regular, limitar y organizarlo. Sin embargo, en Italia sólo desde que llegó Renzi han llegado 500.000. La mitad de ellos están desaparecidos y no se sabe ni dónde están. Así no se gestiona un fenómeno.
Controlar, ¿en qué sentido? Porque las directivas las marca la Unión Europea y además, cuando estas personas arriban a las costas italianas, se debe gestionar su llegada.
La solución sería alejar la frontera más allá del Mediterráneo, una vez que Libia tenga un gobierno reconocido, como tienen Marruecos, Túnez o Egipto. Así que decidir allí, acoger allí y seleccionar allí a quien escapa de la guerra y frenar allí a quien no escapa de la guerra. En Italia nos tiramos un año y medio entre recursos y contrarecursos. Quien llega de zona de guerra, se puede quedar; y quien no llega de zona de guerra, vuelve por donde ha llegado.
Es un fenómeno contemporáneo, no lo puedes eliminar. Pero sí controlar, regular, limitar y organizarlo
¿Y en cuanto a la acogida? Porque son los municipios del norte de Italia los que ponen más problemas.
Tenemos cuatro millones de italianos bajo condiciones de pobreza. Así que yo me pongo en la piel de los alcaldes, no sólo de la Liga, que dicen: "Yo lo poco que tengo, lo reservo a los ciudadanos italianos". El problema es cerrar el grifo, porque si sólo este año llegarán otros 200.000 [migrantes] y se quedan todos en Italia, no podemos afrontar el problema.
Le preguntaba si un buen resultado de Trump y Le Pen es un buen resultado para la Liga Norte. Y aunque el asunto sea completamente distinto, usted que siempre se ha posicionado a favor del nacionalismo catalán, ¿cree que los catalanes deberían alegrarse de un buen resultado de la Liga?
He visto siempre con admiración y con envidia cómo se mueve el pueblo catalán, la fuerza que tiene desde un punto de vista deportivo, lingüístico, cultural, musical o artístico, cosa que nosotros no tenemos. Yo continúo siendo autonomista y federalista. Tenemos historias diversas, pero espero que Barcelona y Cataluña puedan encontrar su camino democráticamente.
Espero que Barcelona y Cataluña puedan encontrar su camino democráticamente
Entonces, ¿la Liga es autonomista, como lo ha sido siempre, o es más antieuropea y lepenista?
Son ambas caras de la misma moneda. Yo creo que la categoría izquierda-derecha ha dejado de existir. La UE es un organismo bellaco, que va contra la libertad de elección de los pueblos, contra el derecho a la autonomía y la autodeterminación. Así que lo primero es desmantelar este organismo y después cada Estado se debe articular como más le convenga. Francia tiene una historia centralista, que deriva de Napoleón, mientras que Italia debe tener una historia federalista, porque es el país de los pueblos.