"Nuestra Unión está unida y es indivisible". Es el mensaje que quieren escenificar los líderes europeos en la cumbre para conmemorar el 60 aniversario del Tratado de Roma, origen del proceso de integración comunitaria, que se celebra este sábado en la capital italiana. Pero los hechos parecen contradecir este lema. La primera ministra británica, Theresa May, la gran ausente de la fiesta, activará el brexit cuatro días más tarde con el envío a Bruselas de la solicitud de divorcio. Y tanto Grecia como Polonia amenazan, por distintos motivos, con arruinar la celebración vetando la declaración oficial, que se considera como el certificado de nacimiento de la nueva Europa de los Veintisiete.
Los festejos en Roma comienzan ya este viernes. Los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 serán recibidos a las 18:00 en audiencia por el papa Francisco. No ha trascendido si buscan inspiración divina para resolver las múltiples crisis que acechan a la Unión, y que se acumulan sin resolverse desde hace ya diez años. La UE llega a su 60 cumpleaños en su peor momento de forma: crisis financiera, crisis griega, intervención de Rusia en Ucrania, crisis de refugiados, auge de los populismos, enfrentamiento con Turquía, crisis de seguridad por el terrorismo yihadista. A ello se suma el brexit, la primera vez en la historia que un país miembro se marcha.
Aunque la salida de Reino Unido tuvo como efecto inmediato un cierre de filas entre el resto de países miembros, en los últimos días han vuelto a emerger las múltiples fracturas que dividen a la UE. El rechazo de Polonia a la Europa a múltiples velocidades que propugnan Francia, Alemania, Italia y España ha evidenciado la grieta entre el este y el oeste, que alcanzó su máxima expresión con el bloqueo del reparto de demandantes de asilo. Y las polémicas declaraciones del presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, contra los que se gastan el dinero en "copas y mujeres" han resucitado el enfrentamiento entre el norte y el sur, entre acreedores y deudores.
¿Una unión cada vez más estrecha?
El Tratado de Roma, que fue firmado por seis países (Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo y Holanda), estableció la Comunidad Económica Europea, cuyo objetivo era trabajar por la integración y el crecimiento a través del comercio y consolidar la paz tras el trauma de la Segunda Guerra Mundial. Para ello creó un mercado único de mercancías, personas, servicios y capitales. Y se pusieron en marcha cuatro instituciones: una Comisión, un Consejo, una Asamblea y un Tribunal. Pero sobre todo se fijó por primera vez la meta de "una unión cada vez más estrecha" entre los pueblos europeos. Un propósito que el brexit y el auge de las fuerzas eurófobas han puesto en cuestión.
"Es verdad que la UE no está pasando por su mejor momento, la situación es complicada", relata a EL ESPAÑOL el investigador para Europa del Real Instituto Elcano, Salvador Llaudes. Sin embargo, considera que el brexit podría ser un punto de inflexión, ya que en los últimos meses las fuerzas populistas han sido derrotadas tanto en las elecciones presidenciales en Austria como en las de Holanda, donde el islamófobo Geert Wilders no logró su objetivo de convertirse en el partido más votado. "El brexit no tiene por qué conducir a una mayor desunión", sostiene Llaudes.
El sábado, los líderes de los 27 se reunirán en la sala de los Orazi y los Curiazi del Capitolio Romano, el mismo lugar en el que el 25 de marzo de 1957 se firmó el Tratado (o Tratados, ya que simultáneamente se rubricó el Tratado Euratom) de Roma. Su objetivo es repasar los logros pasados, reafirmar su unidad, sus intereses comunes y sus valores y fijar una agenda de prioridades para los próximos 10 años. Una agenda basada en cuatro pilares: 1) seguridad, protección de las fronteras y lucha contra el terrorismo; 2) crecimiento sostenible; 3) una Europa social; y 4) una presencia más fuerte en la escena internacional.
Todos estos elementos quedarán recogidos en la denominada declaración de Roma, cuya conclusión proclama que "Europa es nuestro futuro común". Pero los Veintisiete no consiguen aparcar sus diferencias ni siquiera en este momento de celebración y exhibición de unidad. La primera ministra polaca, Beata Szydlo, ha dicho este jueves que "si la declaración no incluye las cuestiones que son prioritarias para Polonia, no la aceptaremos". Su Gobierno euroescéptico ya intentó hace unos días derrocar a su compatriota, Donald Tusk, como presidente del Consejo Europeo.
Varsovia quiere enfatizar la unidad de los 27, la cooperación con la OTAN, el refuerzo del papel de los Gobiernos nacionales y la prioridad para el mercado interior. Todas estas cuestiones se han incluido ya en el texto, según han explicado fuentes diplomáticas.
También Grecia mantiene una "reserva general" sobre la declaración de Roma. En público asegura que quiere incluir una mayor protección de los derechos laborales. Pero en realidad, el veto de Atenas es una protesta por el bloqueo de las negociaciones con la troika para desembolsar el siguiente tramo del rescate. "No se pueden mezclar dos expedientes tan alejados. Está mal escogido", se lamenta un alto funcionario. Todas estas cuestiones deben en teoría resolverse antes del inicio de la reunión, ya que los líderes no tienen previsto discutir el contenido del texto.
¿Una UE de cuántas velocidades?
La delegación española está totalmente satisfecha con la declaración de Roma. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, había anunciado que incluiría una referencia a la "obligación de todos" de cumplir las leyes, que él interpretó como un respaldo de la UE frente al desafío separatista de Cataluña. "A mi ya me extrañaría que no hubiera una referencia al respeto del Estado de derecho", ha dicho este jueves en Bruselas el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis. El primer párrafo del texto alude en efecto, de forma genérica y sin nombrar ningún caso, al Estado de derecho como uno de los principios fundamentales de la Unión.
Una de las frases más controvertidas es la que se refiere a la Europa de las múltiples velocidades. Se trata del escenario de futuro preferido por Alemania, Italia, Francia y España, que quieren formar un núcleo duro que pueda avanzar más rápido en la integración sin que los rezagados puedan vetar, en cuestiones como el reparto de refugiados. Pero los países del este se oponen porque consideran que se trata de un intento de excluirles.
Para tratar de contentar a todos, se ha recurrido a una redacción enrevesada. "Actuaremos juntos, a diferentes ritmos e intensidades cuando sea necesario, como hemos hecho en el pasado dentro del marco del Tratado, y dejando la puerta abierta a los que se quieran unir en el futuro", dice el último borrador del texto.
"La Europa a múltiples velocidades no es la solución óptima, pero dada la complejidad y la magnitud de las distintas crisis, probablemente sea el mal menor para poder atacar e intentar resolver los problemas", apunta el investigador del Instituto Elcano. Eso sí, resalta Llaudes, no debe haber exclusiones permanentes: tiene que permitirse que "los demás, cuando tengan voluntad suficiente, se acaben sumando al carro de la velocidad mayor".