Tras más de una década de negociaciones, la hipotética adhesión de Turquía a la UE está hoy más lejos después de que Recep Tayyip Erdogan se alzara con nuevos poderes de un referéndum que los observadores internacionales han situado por debajo de los estándares europeos.
El domingo millones de turcos acudieron a las urnas para decidir si su presidente debía absorber el rol de primer ministro como parte de una amplia reforma constitucional que podría perpetuar a Erdogan en el cargo hasta 2029.
El 'sí' al sistema presidencialista se impuso con algo más del 51% de los sufragios, según el balance provisional, si bien la oposición exige que se anule el resultado alegando supuestas irregularidades mientras la misión de observación europea denuncia que el bando del 'no' jugó en desventaja.
Ante la aparente deriva autoritaria del país, los líderes de la UE han advertido a Turquía de que debe respetar la democracia y los derechos humanos como aspirante a integrar el bloque y miembro de instituciones paneuropeas como el Consejo de Europa, que antes del plebiscito afirmó que la propuesta reforma constitucional significaría “un peligroso paso atrás”.
“Las enmiendas constitucionales, y especialmente su puesta en práctica, serán evaluadas teniendo en cuenta las obligaciones de Turquía como país candidato a la Unión Europea y como miembro del Consejo de Europa”, aseguró la Comisión Europea en un comunicado divulgado en la noche del domingo.
La canciller alemana, Angela Merkel, ha urgido a Erdogan a impulsar un diálogo inclusivo con los diferentes actores políticos y sociales del país para implementar las enmiendas constitucionales y abordar los temores de la comunidad internacional.
España ha escogido palabras similares mientras que Francia ha alertado de que, si Turquía celebra un referéndum sobre la pena capital como sugirió Erdogan el domingo, romperá con “valores y compromisos” europeos.
Austria ha ido más allá y ha pedido poner fin al moribundo proceso de adhesión turco, ya que la integración de Turquía en la UE es pura “ficción”.
El pasado noviembre el Parlamento Europeo pidió por medio de una resolución congelar formalmente las negociaciones de adhesión de Turquía a raíz de la respuesta del Gobierno de Ankara al golpe de Estado fallido ocurrido en verano.
Culpando a los seguidores del clérigo exiliado Fethullah Gülen, Erdogan emprendió una purga en la Administración, el Ejército y la sociedad en lo que algunos vieron como una maniobra para capturar más poder. Decenas de miles de personas fueron suspendidas o detenidas en los días posteriores a la asonada y el Gobierno declaró un estado de emergencia que ahora pretende volver a extender.
En los últimos meses el Consejo de Europa ha llamado a Ankara a revertir los poderes “cuasi ilimitados” de las autoridades obtenidos en detrimento de “principios generales del Estado de derecho y salvaguardas de derechos humanos” así como a garantizar la libertad de prensa en el país que más encarcela a periodistas del mundo, según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).
La fricción entre Ankara y Bruselas hizo saltar chispas el mes pasado cuando Erdogan golpeó a Europa con acusaciones de nazismo después de que varios Estados miembros se negaran a permitir mítines a favor del 'sí' en el referéndum de este domingo. El Gobierno turco también jugueteó con la posibilidad de romper el acuerdo de refugiados por el que Turquía se compromete a acoger solicitantes de asilo devueltos desde Grecia a cambio de financiación.
UN FUTURO INCIERTO
Asli Aydıntaşbaş, experta en Turquía del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), duda de que el referéndum del domingo vaya a suponer el fin formal del proceso de adhesión debido a la “tendencia a dejar las cosas como están sabiendo que no van a ningún sitio” instaurada en Bruselas respecto a este asunto, si bien considera que a Ankara tampoco le interesa someterse a los controles de la UE.
La analista predice que la relación UE-Turquía se volverá más “transaccional” y afirma que la posibilidad de sustituir las aspiraciones de integración turcas por un nuevo acuerdo aduanero se va consolidando.
Sin embargo, “si intentara imponer la pena capital, creo que eso sería una línea roja”, señala Aydıntaşbaş, que considera que de suspenderse la adhesión de Turquía las consecuencias económicas serían catastróficas.
Turquía es el cuarto mercado al que más exporta la UE y el quinto del que más importa, según la Comisión Europea, mientras que la UE es el principal socio comercial turco en ambas direcciones.
Por su parte, Steven Blockmans, director de la Unidad de Política Exterior de la Unión Europea del centro de análisis CEPS, recomienda a la UE que “finalice” las negociaciones de adhesión para sentar precedente para otros aspirantes a integrar el club de los 28.
“Al dar carácter constitucional a un sistema ejecutivo presidencial que elimina la separación de poderes, Turquía estará en violación de los criterios 'políticos' para la pertenencia a la UE durante años o incluso décadas”, argumenta Blockmans en un análisis adelantado a este diario antes de su publicación.
Blockmans asegura que mantener las negociaciones de adhesión daña la imagen de la UE y aboga por una relación pragmática con Turquía. “Los dictadores no vienen y van. Y cuando se van, rara vez lo hacen sin armar jaleo”.
Por su parte, los ciudadanos europeos no parecen entusiasmados con la idea de una Turquía integrada en la UE. Un sondeo divulgado el pasado verano por YouGov mostraba que en países como Francia, Alemania o Reino Unido menos del 10% de los encuestados se mostraba a favor de la entrada de Turquía en el bloque comunitario.