Londres

Las negociaciones sobre el brexit se reanudan esta semana en Bruselas para una tercera ronda. Cada vez que Londres viaja a la capital comunitaria, el papel que pone sobre la mesa tiene menos que ver con el divorcio que Theresa May prometió a los británicos antes de las elecciones.

UE y Reino Unido retoman la negociación sobre el 'Brexit'

Las exigencias y las expectativas del Reino Unido son más descafeinadas a medida que avanza el calendario. Lo que demuestran las propuestas que el ministro británico del brexit David Davis ha presentado a los negociadores en las últimas semanas.

Theresa May aseguró el pasado mes de mayo que sería “una mujer difícil” a la hora de negociar. “El mejor de los acuerdos posibles” eran las palabras repetidas por May y su equipo una y otra vez. “Un no-acuerdo será mejor que un mal acuerdo” era el otro mantra, con el que el Partido Conservador amenazaba con levantarse de la mesa sino conseguía lo que quería. 

La posición de Reino Unido parecía inamovible. Esa fue la imagen que quiso dar la premier británica en su inolvidable discurso en Lancaster House en enero de este mismo año en el que detalló las prioridades de su Ejecutivo para las negociaciones.

Seis meses después, todo cambió. Theresa May convocó elecciones adelantadas para conseguir un mandato y legitimar su línea dura. El programa electoral, sin embargo, no aportaba grandes detalles sobre el asunto más crucial que ha vivido Reino Unido desde que se unió a la Comunidad Europea en los años 70.

 Los resultados no fueron los esperados y la líder conservadora acabó con menos escaños en el Parlamento, una rebelión interna en su partido y obligada a alcanzar un acuerdo con el DUP para lograr encabezar una nueva legislatura. 

A partir de entonces, los cimientos del brexit que se prometió a los británicos se vienen tambaleando. Bien sea por la debilidad del liderazgo de May, por la falta de legitimidad para establecer una línea dura dados los resultados de las urnas o simplemente porque alguien se ha dado cuenta que adoptar una postura “difícil” no es tan fácil como se pensaba. 

Cualquiera que sea la razón, los hechos son que Londres se ha sentado a la mesa de negociación con una oferta mucho menos ambiciosa de la anunciada hace tan sólo tres meses.

Los cinco puntos en los que se tambalea el ‘brexit duro’ de May

Desde el principio, Londres no ha podido ni siquiera establecer su propio calendario. El Ejecutivo británico querría haber solucionado la papeleta de los acuerdos de libre comercio antes de hacer ningún tipo de oferta sobre derechos de los ciudadanos, facturas o fronteras, pero Bruselas acabó por imponer el qué, el cómo, el cuándo y hasta el dónde.

Todos los apartados que se han presentado ante Bruselas dependen de un acuerdo final pero la posición de Londres parece haber ido marcha atrás.

1.- Los derechos de los ciudadanos europeos 

A falta de mucha concreción, parece que los más de tres millones de europeos que ya están en suelo británico podrán quedarse sin miedo a ser expulsados. La última propuesta del Gobierno, que se detallará en un proyecto de ley este otoño, establece un sistema algo dudoso, pero que sí contempla ciertas garantías.

 Los ciudadanos europeos que lleguen después de la fecha de corte, aún por definir, seguramente puedan viajar sin restricciones aunque para vivir y trabajar es probable que necesiten algún tipo de permiso que no sea especificado todavía.

2.- Las fronteras

El control de fronteras y la reducción de la inmigración son lo que mejor explican el origen del brexit. Esa fue la razón principal para que el Partido Conservador -dividido entre europeístas y euroescépticos-  convocara el referéndum.

El control migratorio se consigue tradicionalmente con puestos fronterizos. Reino Unido lo tiene fácil porque es un conjunto de islas, pero Irlanda del Norte es lo que le está dando más quebraderos de cabeza.

La propuesta enviada a Bruselas descarta una frontera física pero algunos ya han dicho que esa es una ingenuidad. Dentro del país, los críticos creen que esa podría ser una puerta trasera para que quienes quieran colarse en Reino Unido lo hagan sin ningún tipo de control. La idea de puestos fronterizos, sin embargo, sería revivir uno de los episodios más oscuros del Reino Unido: el conflicto nacionalista de Irlanda del Norte.

3.- La soberanía judicial

Este fue el otro gran argumento para convocar el referéndum. “Leyes hechas por británicos, para británicos y juzgadas por británicos” es otro de los mucho mantras de May. Reino Unido ha llorado por la pérdida de soberanía desde sus primeros tiempos de la Unión Europea y para ellos era importante regirse únicamente por sus propias leyes. 

Sin embargo, tras la propuesta de esta semana, Reino Unido deja abierta la puerta a que el Tribunal de Justicia Europeo siga teniendo algo que decir sobre la manera en la que los británicos aplican ciertas leyes. Primero directamente y después de forma indirecta. Esta era, supuestamente, una línea roja para May en la negociación.

4.- La factura

La penalización por dejar la Unión Europea es uno de los asuntos que viene trayendo cola desde el inicio. Según Bruselas, Reino Unido tiene que cumplir sus obligaciones presupuestarias comprometidas y, si no, pagar una multa. La cifra podría ir entre los los 60.000 millones de euros y los 100.000, según los cálculos de algunos expertos.

El Gobierno conservador nunca ha sido muy claro sobre cuál sería su postura en este asunto pero sí ha habido mucho debate público e informes de la Cámara de los Lores asegurando que no había ninguna obligación legal de pagar una eventual multa. 

Finalmente, el ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, admitió este viernes que Reino Unido tendrá que pagar la factura del brexit. Además parece que también tendrá que seguir contribuyendo al presupuesto de Agricultura durante al menos los próximos dos años.

5.- Los acuerdos comerciales

Este será el último punto de negociación entre ambas partes. Desde el mencionado discurso de Lancaster House a primeros de año, la pretensión del Ejecutivo británico ha sido la de salir del mercado único europeo y la unión aduanera para “buscar una solución imaginativa”.

En definitiva, un traje a medida que le siga permitiendo el acceso al mercado europeo pero a la vez le dé libertad para establecer otros acuerdos comerciales sin restricciones fuera de Europa.

A falta de ver cuál es la última propuesta que los británicos pondrán sobre la mesa, el ministro de Finanzas británico, David Hammond, ya dijo a finales del mes pasado en una entrevista en la BBC que “Reino Unido necesitará un periodo de transición”.

El tiempo estimado es de tres años y se espera durante ese tiempo se mantengan las cosas “similares como hasta ahora”. Esto incluye también los acuerdos comerciales.

Fin de la primera fase de negociación

La primera gran frase de las negociaciones para sentar los puntos clave del acuerdo terminarán este otoño. Entre octubre y diciembre se espera que Bruselas fije su posición y comienza a discutirse la letra pequeña de los acuerdos.

Finales de año parece clave para el futuro de este país, pero también para Theresa May. Un rechazo frontal de Bruselas a las ofertas que su Gobierno ha puesto sobre la mesa sería considerado un fracaso. Y  el Partido Conservador, sumido en peleas y boicots internos desde junio, celebra su conferencia anual también en octubre.

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