Los camellos de la droga tienen 'su' polémico museo en Berlín
La polémica muestra sobrevive la tentativa de políticos conservadores locales de declararla ilegal.
24 diciembre, 2017 02:13Noticias relacionadas
Serge es un veinteañero camerunés que se deja pedir un cigarro en un bar berlinés no lejos de la frontera entre los populosos barrios de Kreuzberg y Neukölln, al sur del centro de la capital alemana. Aprovecha que abre su paquete y regala uno de sus cigarrillos para hablar de su situación personal.
“Así no se puede vivir. Me dan 300 euros al mes y se supone que hasta que pasen ocho años no tengo permiso para trabajar aquí. Sin trabajo, un hombre pierde la cabeza”, dice a EL ESPAÑOL este joven africano.
A Wayra Schübel, integrante del grupo responsable de la exposición “Andere Heimaten: Herkunft und Migrationsrouten von Drogenverkäufern in Berliner Parks” u “Otros países de origen: orígenes y rutas migratorias de los vendedores de droga de los parques de Berlín”, situaciones como la de Serge le hacen pensar a la de los protagonistas de la muestra en la que ha colaborado. Concebida por el artista estadounidense Scott Homquist para el Museo de Friedrichshain-Kreuzberg, la exposición abrió sus puertas a finales de noviembre. Está dedicada a los camellos, vendedores de droga al por menor, que en Berlín abundan, por ejemplo, en el Gorlitzer Park.
Ese parque público de Kreuzberg, surgido de la conversión en los años 80 en espacio abierto de una antigua estación de tren, tiene una merecida reputación de escenario berlinés del tráfico de drogas a pequeña escala. Se estima que allí venden droga a diario no menos de 200 camellos. “Muchos de ellos son jóvenes inmigrantes africanos tienen permiso para vivir aquí, pero no pueden trabajar. Esto puede llevar a este tipo de destinos”, plantea Schübel a EL ESPAÑOL. Se refiere a trabajar de camello.
Serge cuenta que llegó a Berlín hace el suficiente tiempo como para recibir unas ayudas insuficientes de las autoridades alemanas. Dice que viajó hasta Centroeuropa pasando primero por España. Como era mecánico y estaba formado, vino a Berlín en busca de oportunidades. No las encontró.
Serge asegura que no buscará ayuda entre compatriotas o otros inmigrantes venidos de África que vivan en la ciudad. Hace un gesto de desprecio con la mano. “No quiero nada con ellos”, asegura. Serge sabe que los africanos que uno más fácilmente puede encontrar en Berlín están en el Gorlitzer Park. Sin embargo, muchos de esos jóvenes venidos del África subsahariana venden allí cannabis o hachís con muy poco disimulo. Speed, un estimulante a base de anfetaminas, cocaína y heroína también están a la venta en el Gorlitzer Park.
Scott Homquist conoce bien a estos vendedores de droga locales. Este artista afincado en Berlín lleva tres décadas dedicándose a estudiar colectivos marginales. Buena parte de los últimos cuatro años los pasó contactando a varios centenares de camellos que trabajan en parques berlineses. Con trece mantuvo largas entrevistas. Por eso en el Museo de Friedrichshain-Kreuzberg hay trece siluetas, una docena de cartón y otra de metal, que representan a esos trece camellos.
La que es metálica forma parte de una propuesta a las autoridades de la ciudad para levantar en varios parques una suerte de instalación dedicada a los vendedores de droga. Esta instalación es idéntica a la que hoy ocupa la sala del Museo de Friedrichshain-Kreuzberg.
Inmigrantes africanos
En su proyecto, todos los interlocutores que encontró Homquist eran africanos. Ocho de ellos procedían de grandes ciudades subsaharianas, el resto de zonas más o menos rurales. La mayoría decía haber venido a Europa con una visa de turista. Otros contaron precarios y peligrosos viajes en los que, por tierra, hubo que cruzar numerosas fronteras africanas hasta subir a una embarcación con la que llegar ilegalmente a Italia o España.
Alguno le dijo que cursó estudios superiores. Homquist escuchó sus historias. Pero no parece haberlo hecho sin espíritu crítico. “Yo tuve la impresión de que esos hombres siempre quisieron hacer otro tipo de trabajo. Pero no puedo decir que esto me decían era cierto”, cuenta Homquist a EL ESPAÑOL.
Diop, un senegalés citado entre los camellos que aparecen en la muestra – lo hace bajo la etiqueta 'camello D', pues la identidad de los entrevistados permanece en el anonimato –, acabó en Berlín vendiendo droga después de haber perdido su trabajo en España. “En la crisis perdió el trabajo y vino a vivir a Berlín”, sostiene Homquist.
“Hubo gente que me hablaba creyendo que yo era periodista, entonces el 100% me decía que vendían droga porque no tenían otra opción, pero otros, al saber que no era un periodista interesado en por qué hacen eso, entonces me respondían de otro modo. Lo dejo ahí”, añade el artista, reacio a extenderse sobre la actividad de sus musas.
Polémica por la glorificación
Quien sí se ha manifestado y lo ha hecho con vehemencia es Burkard Dregger, diputado de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) en el Parlamento regional de Berlín. “Me hubiera gustado más una exposición sobre las víctimas de los traficantes de droga”, ha dicho Dregger. Para él, la muestra de Homquist y compañía es algo “absolutamente absurdo e inadmisible”. Kurt Wanser, compañero de Dregger y diputado regional del distrito Friedrichshain-Kreuzberg, pidió que las autoridades públicas retiraran su apoyo a una muestra dedicada, según sus términos, “a la glorificación del tráfico de drogas”.
Las quejas del partido conservador han caído en saco roto. El ayuntamiento del distrito del que depende el museo está en manos de Los Verdes. En esta formación no entienden que la muestra tenga las intenciones que denuncia la CDU. “La exposición es un análisis de un problema”, según la ecologista Monika Hermman, alcalde del distrito.
Homquist y Schübel también rechazan esas acusaciones. “La exposición es más un proyecto contra el racismo que un proyecto para glorificar de los camellos”, porque “es una muestra con temas asociados” a la figura del camello como “la política contra las drogas o el asilo político”, dice Schübel.
Por su parte, Homquist sostiene que “cuando miras como la democracia occidental lidia con la figura del camello, uno aprende mucho”. Entre otras cosas, que hay “un racismo mediático legitimado contra los camellos", dice Schübel.
Centro comercial a cielo abierto de drogas
La muestra recoge cientos de artículos de medios de comunicación alemanes, publicados desde los años noventa hasta ahora, para dejar claro el modo en el que informa se sobre estos inmigrantes que viven de la venta de droga. Para Homquist, “en Alemania el estigma que portan los camellos es mucho mayor que el que se observa en otros países, como el Reino Unido y Francia”, asegura. “Hay mucha aceptación hacia el odio a los traficantes aquí. Esto es sorprendente porque Alemania es un país muy liberal”, añade.
Para él, de ese odio da cuenta que el partido político de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) haya planteado la instauración de la pena de muerte para casos de tráfico de drogas y de pornografía infantil. “Están poniendo en la misma categoría la pornografía infantil y el tráfico de droga”, asegura el artista.
Su muestra ha sobrevivido a un intenso debate en Berlín en el que se planteó incluso la prohibición de la exposición antes de su estreno. “Aquella propuesta, más que chocarme, me divirtió por el modo histérico en el que se produjo esa respuesta contra una instalación artística. En el barrio de Los Verdes, una propuesta así nunca saldría adelante”, abunda Homquist, aludiendo a Friedrichshain-Kreuzberg, distrito de tradición política ecologista.
Más allá de la polémica, todo parece indicar que parques como el Gorlitzer Park van a seguir siendo centros comerciales de sustancias prohibidas a cielo abierto en Berlín. No contribuye a solucionar “el problema” que reconocen hasta las autoridades del distrito que, desde el pasado mes de abril, se pueda estar en posesión de hasta 15 gramos de cannabis en la capital germana, gobernada por socialdemócratas, izquierdistas de Die Linke y Los Verdes.