En el juego de tronos que ha vivido la Unión Europea en los últimos días, Emmanuel Macron emerge como el nuevo Rey Sol. El presidente francés se ha coronado como el ganador incontestable del reparto de altos cargos acordado por los Veintiocho tras tres días de cumbre maratoniana en Bruselas, según reconoce toda la prensa europea. Se impone tanto a la canciller Angela Merkel como al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que primero fue su aliado preferente pero al que traicionó en la fase decisiva. Y consigue colocar a sus peones en casi todos los puestos.
Fue Macron el que propuso el ticket de dos candidatas que le permitió alcanzar un acuerdo con Merkel y desatascar las negociaciones tras dos días muy tensos que habían desembocado en un callejón sin salida. Por un lado, la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, como presidenta de la Comisión. Por otro, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, la francesa Christine Lagarde, como sucesora de Mario Draghi al frente del Banco Central Europeo. El presidente francés se apunta el tanto de la paridad de género: por primera vez, dos mujeres liderarán las instituciones más importantes de la Unión Europea.
Al proponer a Von der Leyen, Macron se desprende de la etiqueta de antialemán que habían intentado colgarle algunos dirigentes de la CDU de Merkel por su veto al candidato del Partido Popular Europeo, Manfred Weber. La ministra de Defensa es además una "alemana francófila" que habla perfectamente la lengua de Molière. Y aunque también pertenece al PPE, se sitúa en el ala más social y centrista, en línea con las posiciones del presidente francés. Ha abanderado medidas como el matrimonio homosexual, los permisos de paternidad o las cuotas de mujeres en las grandes empresas.
La alemana sabe perfectamente que le debe el cargo a Macron, que también coloca como vicepresidenta de la Comisión a la liberal danesa Margrethe Vestager, su candidata favorita. Por si fuera poco, Francia sigue teniendo derecho a su propio comisario en el equipo de Von der Leyen, que obtendrá seguro una cartera importante por tratarse de un gran país. En contraste, Sánchez ha agotado su cupo en el Ejecutivo comunitario con el nombramiento de Josep Borrel como jefe de la diplomacia europea, pese a que en Moncloa durante mucho tiempo preferían luchar por una vicepresidencia económica potente.
Con el nombramiento de Von der Leyen, el presidente francés logra su objetivo prioritario, que era enterrar para siempre el principio de los Spitzenkandidaten. Un método que se ensayó por primera vez en 2014 en un intento de democratizar la elección del presidente de la Comisión: el elegido debía ser el cabeza de lista del partido más votado en las elecciones europeas del 26-M. Los populares ganaron y querían aupar a Weber.
Merkel y Sánchez salen debilitados
Pero Macron vetó al alemán y tampoco se inmutó cuando cayeron el candidato socialista, Frans Timmermans, ni la propia Vestager. No quiere que el Parlamento Europeo gane más poder porque todavía no cuenta allí con una familia política fiel y potente. La Eurocámara se convierte así en la gran perdedora del reparto de altos cargos decidido por los líderes europeos.
Quizá la principal victoria del presidente francés es haber aupado a Lagarde como presidenta del BCE, que en realidad es el cargo más importante. La directora gerente del FMI garantiza la continuidad de las políticas de estímulo monetario de Draghi, que benefician a Francia y a los países del sur: no hay duda de que Lagarde haría todo lo necesario para salvar al euro, algo que sí estaba en cuestión de haber sido nombrados otros candidatos, en particular el alemán Jens Weidmann. Además, Macron se deshace de una posible rival para la presidencia de Francia, ya que su mandato es de ocho años.
Otro de los peones a los que coloca el presidente francés en el tablero de la UE es el primer ministro belga, Charles Michel, que será el nuevo presidente del Consejo Europeo. Es liberal como Macron, francófono y aliado estrecho. Y se encargará de fijar la agenda de las cumbres de líderes europeos, el principal foro de poder en Bruselas. A diferencia de la legislatura actual, todos los altos cargos de la UE hablan francés perfectamente, incluso Borrell, según se vanagloriaba el presidente galo.
Mientras que la cotización de Macron se dispara, Merkel sale debilitada del reparto de altos cargos. No sólo no logra imponer a su candidato inicial, Manfred Weber, sino que por primera vez ha sufrido una rebelión en las filas del Partido Popular Europeo, del que hasta ahora era líder indiscutible. Los líderes populares tumbaron el plan que Merkel había pactado con Macron, Sánchez y el primer ministro holandés, Mark Rutte, en el G-20 de Osaka. Un paquete que habría situado a Timmermans al frente de la Comisión. No obstante, al final Merkel ha conseguido la presidencia de la Comisión y considera a Lagarde una buena candidata. Ni tan mal.
De los tres, el que ha resultado peor parado del reparto es Sánchez. Aunque obtiene el premio de consolación del Alto Representante para Borrell, el cargo menos importante, su actuación ha decepcionado a los socialistas europeos, que le habían recibido como líder providencial. No ha conseguido situar a Timmermans como presidente de la Comisión, ha permitido que los liberales se hagan con el Consejo Europeo pese a ser la tercera fuerza y no mejora en nada la cuota de poder que ya tenían los socialdemócratas en la UE.
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