Bruselas

Es la historia de un divorcio interminable. Las relaciones entre la Unión Europea y Reino Unido tras el brexit se han convertido en un auténtico diálogo de sordos. Todos los intentos de conciliación fracasan. Tras las críticas y presiones por parte de Londres, Bruselas cede y ha aceptado flexibilizar el protocolo sobre Irlanda del Norte y reducir los controles y la burocracia para las mercancías que viajan desde la isla de Gran Bretaña al Ulster. Pero incluso antes de conocer las medidas al detalle, el Gobierno de Boris Johnson ya ha dicho que le parecen insuficientes y reclama desguazar completamente el protocolo.

El enfrentamiento entre la UE y Reino Unido amenaza con desembocar en una guerra comercial abierta cuando aún no se ha consolidado la recuperación tras la crisis de la Covid-19. Londres ya ha amenazado con dejar de aplicar el protocolo de forma unilateral si Bruselas no lo renegocia por completo. Por su parte, la Comisión Europea se prepara para activar un arsenal de recargas arancelarias contra los productos británicos como represalia. 

El protocolo sobre Irlanda del Norte forma parte del acuerdo de divorcio del brexitPara proteger la paz en el Ulster y evitar una frontera que divida la isla, Bruselas y Londres pactaron un estatus especial para Irlanda del Norte, que sigue vinculada a las reglas del mercado interior la UE.

Eso significa que, en la práctica, la frontera se ha desplazado al mar de Irlanda, con nuevos controles aduaneros a los productos que llegan a los puertos de Irlanda del Norte procedentes de la isla de Gran Bretaña. La nueva frontera ha enfurecido en particular a los unionistas norirlandeses, que denuncian que ponen en peligro la integridad territorial del país.

"He escuchado y he dialogado con todas las partes en Irlanda del Norte. Las propuestas de hoy son una respuesta genuina a sus preocupaciones. Hemos puesto mucho trabajo en ellas para lograr un cambio visible sobre el terreno", ha dicho el vicepresidente de la Comisión responsable de negociar con Londres, Maros Sefcovic, al presentar este miércoles el último paquete de medidas.

"Deben hacerse cambios significativos que aborden los problemas fundamentales en el corazón del protocolo, incluyendo su gobernanza, si queremos acordar una solución sostenible que tenga apoyo en Irlanda del Norte", ha respondido un portavoz del Gobierno británico. 

En concreto, Bruselas propone una solución a la carta para Irlanda del Norte en cuestiones fitosanitarias y de salud animal, cuyo resultado será una reducción del 80% en los controles de un gran número de productos procedentes de Gran Bretaña para ser consumidos en Irlanda del Norte. La principal condición es que estas mercancías deben llevar una etiqueta que indique que sólo se pueden vender en territorio británico y en ningún caso entrar en el mercado único europeo.

El Ejecutivo comunitario flexibilizará además los trámites aduaneros con el fin de facilitar el movimiento de productos entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte. A cambio, exige a Londres que le permita un acceso completo y en tiempo real a sus sistemas informáticos de control. Con esta solución, Bruselas espera reducir la burocracia para las empresas en un 50%.

Finalmente, la UE pondrá en marcha un régimen especial para facilitar también la libre circulación de fármacos y un sistema de consulta e intercambio de información con las autoridades del Norte de Irlanda sobre la aplicación práctica del protocolo.

Para el Gobierno de Boris Johnson, todos estos gestos de buena voluntad por parte de Bruselas son insuficientes. Y eso pese a que fue el propio Johnson el que negoció y firmó el protocolo sobre Irlanda del Norte en octubre de 2019, lo presentó como trofeo en unas elecciones anticipadas que ganó y luego logró su ratificación en el Parlamento británico. Ahora dice que lo aceptó bajo presión de la UE y para lograr su objetivo primordial, que era el brexit.

El negociador británico, David Frost, pronunció un agresivo discurso este martes en Lisboa (escenario elegido por considerar a Portugal como su aliado más antiguo) en el que acusaba a la UE de abusar del protocolo. "Hay un sentimiento generalizado en el Reino Unido de que la UE intentó utilizar a Irlanda del Norte para animar a las fuerzas políticas británicas a revertir el resultado del referéndum, o al menos para mantenernos estrechamente alineados con la UE", dijo.

"El protocolo representa un momento de abuso por parte de la UE cuando Reino Unido tenía sus manos negociadoras atadas y por tanto no puede mantenerse en su forma actual", asegura Frost. Londres reclama empezar de cero un nuevo protocolo y arrebatar al Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) su papel de árbitro en cualquier disputa. Una línea roja absoluta para Bruselas.

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