De abogada a comandante: 'Bruja' lidera a 40 hombres en la contraofensiva en el sur de Bakhmut
Al mando de una sección de morteros, Olga es una de las pocas mujeres que se ven en puestos de combate con las manos manchadas de pólvora.
6 agosto, 2023 02:28Olga se unió a la Defensa Territorial un día después de que Putin ordenará invadir Ucrania. No se alistó sola: su madre y su hermano también se reclutaron el mismo día. "No había muchas opciones, o luchamos o vivimos como esclavos de Rusia", sentencia mientras caminamos por la devastada ciudad de Chasiv Yar, en el Dombás. Antes de la guerra, era abogada y trabajaba en un bufete de la capital. Hoy es la comandante de un grupo de morteros –desplegado a menos de 1.500 metros de las líneas rusas–, su nombre de combate es Bruja y tiene a 40 soldados bajo su mando.
Ella es una de las pocas mujeres que se pueden ver en puestos de combate en primera línea, aunque haya cerca de 60.000 sirviendo actualmente en las Fuerzas Armadas ucranianas. Pero lo más frecuente es encontrarlas trabajando como médicas, paramédicas, en puestos administrativos o incluso como oficiales de prensa –los encargados de tratar con los periodistas que cubrimos el conflicto, y de facilitarnos el acceso a las unidades militares–.
Sin embargo, 'Bruja' hace mucho que cambió el despacho por el frente de combate, y aparece a lomos de un vehículo quad, con el rostro cubierto de polvo y una gran sonrisa en la cara. Lleva tres días en su posición, un puesto de artillería ligera de la Brigada 241 de la Defensa Territorial, que trabaja codo con codo con las fuerzas regulares. "A estas alturas ya no hay diferencia entre algunos batallones de la Defensa Territorial y los batallones del Ejército", asegura.
La acompañan una sargento, dos soldados y el paramédico de su unidad. "Ahora las mujeres tenemos más visibilidad porque hay más oficiales, altos rangos, algunas han ascendido durante la guerra", explica. También han demostrado tener el mismo valor y aguante que ellos, porque las trincheras no entienden de sexos: allí no hay duchas, aseos, ni comodidad alguna. Pero eso no las amedranta.
El batallón de Olga se encarga de dar cobertura con sus morteros a las unidades de infantería ucranianas que avanzan ahora por el flanco sur de Bajmut, en plena contraofensiva. Y lo hacen –la mayoría de las veces– bajo los bombardeos rusos, que tampoco entienden de sexos. Su sección opera morteros de calibres comprendidos entre los 60 y los 120 milímetros, que pueden pesar hasta 200 kilos.
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"Hacen falta al menos tres personas para disparar los pequeños, y lo ideal sería una escuadra de cinco soldados para los grandes, pero podemos hacerlo con cuatro cuando no hay suficiente personal", detalla. A diferencia de la artillería pesada, ellos disparan mucho más cerca de las líneas enemigas, pegados casi a la infantería.
Bienvenida a Bakhmut
Olga sabe muy bien cómo es el trabajo de la infantería, porque ella misma estuvo destinada en una de estas unidades al principio de la invasión. "Nos desplegaron muy cerca del aeropuerto de Hostómel", recuerda. Combatió allí durante el cerco de Kiev, en las que fueron probablemente las semanas más críticas para el Gobierno de Zelensky.
En aquel momento, los aeropuertos y las principales vías de acceso a la capital se reforzaron con una amalgama de unidades militares procedentes del Ejército de Tierra, las Fuerzas de Asalto Aéreo, las de Operaciones Especiales, la Legión Georgiana y también la Defensa Territorial.
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Contra todo pronóstico, resistieron la embestida rusa. Y el resto es historia: Putin no tomó Kiev en tres días –como llegó a prometer–, sus tropas tuvieron que retirarse del frente norte y sus esfuerzos bélicos se trasladaron entonces al este de Ucrania: a la región de Kharkiv y al Dombás, donde Olga fue destinada unos meses después.
"Estoy combatiendo en Bakhmut desde septiembre", reconoce. Casi un año combatiendo en el punto más caliente de esta guerra, donde se han llegado a superar las 400 bajas ucranianas diarias –entre muertos y heridos– en los meses de enero y febrero.
"Recuerdo el primer día de trabajo allí, me acababan de transferir a este batallón y era la primera vez que veía a mi comandante. Estábamos haciendo una misión de reconocimiento, cuando empezó un bombardeo ruso muy intenso, con Grad; cuando llegamos a cubierto miré a mi comandante, pensando en que todo había sido un desastre, y él me dijo: "OK Olga, corres muy rápido, todo te irá bien", y esa fue la bienvenida", recuerda riendo.
Pero detrás de su sonrisa, el dolor por los muertos no se diluye: se acumula. "Perdemos a muchos compañeros, y eso es muy duro, pero lo peor para mí son las muertes de los civiles, mujeres, niños", dice, ahora más seria. "¿No te inmunizas un poco después de tantos meses viendo los bombardeos sistemáticos rusos contra civiles?", pregunto. "No, no dejo de sentir las pérdidas de civiles, sólo se acumulan", afirma.
Decisiones que cuestan vidas
Entramos en el edificio de la Administración Militar de Chasiv Yar, destruido unos días atrás por un misil ruso. Los restos de la ayuda humanitaria, que se guardaba allí para la población civil –y que ahora están completamente calcinados–, le arrancan una mueca de desaprobación a la comandante. "Fíjate, eso era comida, mira, aquello también", dice señalando restos de latas.
Cada edificio bombardeado, cada asedio a una ciudad ucraniana, le recuerda por qué está luchando. "Si Rusia gana dejaremos de existir, de ser independientes, de ser libres", asegura. "Pero seguiremos resistiendo: la moral de la tropa es lo más importante, lo ha sido en todos los momentos de esta guerra, y seguimos teniendo la moral alta porque todos peleamos por lo mismo", reflexiona en voz alta.
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"Además de la moral de la tropa, ¿Qué es lo más determinante ahora, en plena contraofensiva?", le pregunto. "La experiencia es lo más determinante, porque te ayuda a decidir entre la necesidad de atacar y de salvaguardar a tus soldados", sentencia.
"También necesitamos personal, y más en unidades con una movilidad alta: la infantería, la artillería ligera y la inteligencia son las que más movilidad tienen, por eso siempre hace falta más gente", detalla. Aunque no lo dice abiertamente, también son las unidades que más bajas personales sufren, de ahí la necesidad de rotar y de recibir a nuevos reclutas.
Olor a verano en la guerra
El bochorno de agosto, que por momentos se hace insoportable bajo el pesado chaleco antibalas, el casco y las botas complica las operaciones militares en esta época del año. "Lo peor es el olor de los cadáveres rusos, estamos muy cerca de sus líneas, y nos llega", confiesa la comandante.
El Ejército de Putin no tiene la costumbre de recoger a sus muertos del campo de batalla. No es algo nuevo. Tan sólo un mes después de que empezara la guerra, los soldados ucranianos ya organizaban batidas para recoger cadáveres rusos al sur de Mikolaiv. Aunque exhortaron a oficiales rusos a que recogieran a sus caídos en combate, con la promesa de no atacar mientras lo hacían, ni siquiera recibieron respuesta.
Al final tuvieron que recogerlos las tropas de Zelenski –para evitar epidemias–, y llevarlos hasta las morgues ucranianas. Fue un gesto que les dejó atónitos en aquel momento, pero hoy –17 meses después y tras haber visto un amplio catálogo de atrocidades por parte del enemigo– ya no les sorprende. Si acaso, se quejan del olor a descomposición que tienen que soportar en las posiciones de primera línea. Como la de Olga.
Es sólo uno de los sacrificios que hacen los cientos de miles de soldados que luchan en el frente. Y no es el peor. La pérdida de sus hermanos de armas, de familiares o amigos bajo los bombardeos, la visión de compañeros amputados en el campo de batalla o el estrés postraumático que muchos sufren, puede que les acompañen para siempre. "Ahora no pienso en el futuro –afirma Olga–, sólo lucho cada día".
Cuando el conflicto acabe, dejará de ser militar: quiere volver a la vida civil. Dejar de ser 'Bruja' para volver a vivir como Olga. "¿Por qué elegiste 'Bruja' como nombre de combate?", la pregunto justo antes de despedirnos. "Es un secreto, pero te prometo que te lo voy a contar cuando acabe la guerra", responde.