Los mecánicos de la guerra: reparando carros de combate junto al campo de batalla en Klishchiivka
El Ejército ucraniano saca ventaja de tener que hacer la guerra con vehículos de combate soviéticos: se pueden reparar a golpe de martillo y llave inglesa.
3 septiembre, 2023 03:16Ahora mismo, el frente de combate de Donetsk es un complejo rompecabezas de posiciones militares, donde el Ejército ucraniano va encajando las piezas que necesita a medida que implementa sus operaciones de ataque: la artillería, la infantería y por supuesto los carros de combate. Están luchando por recuperar el territorio que Rusia tiene ocupado con vehículos y armamento soviético que, sin embargo, tiene una ventaja frente al de última generación: se puede reparar junto al propio frente de combate en la mayoría de los casos, sin necesidad de talleres especializados ni carísimas piezas de repuesto.
Entre estos vehículos soviéticos, y en este momento en el que Ucrania lleva el peso de la ofensiva, los carros de combate cobran una gran importancia –y también sufren un importante desgaste–. Modelos como el T-64 o el T-72, que fueron utilizados como artillería móvil durante la primavera –cuando Ucrania se defendía de las tropas rusas en vez de atacar–, ahora son los encargados de ir abriendo brecha en el campo de batalla junto a la infantería ucraniana.
Su alta movilidad les permite recorrer distancias grandes con rapidez. "Hay días que tenemos dos tanques trabajando, otros días son cinco a la vez, pero todos los días hay trabajo", explica uno de los tanquistas de la 17ª Brigada Separada del Ejército ucraniano, mientras revisa una de estas máquinas que acaba de volver de Klishchiivka.
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Los carros se revisan, y reparan, después de cada misión. El mantenimiento es clave para que no fallen en mitad del campo de batalla. Y son los propios tripulantes, convertidos en mecánicos de la guerra, los que –martillo en mano– se encargan de ajustar cada engranaje de la máquina: desde el cañón y la ametralladora auxiliar, hasta el motor.
"Lo que más se desgasta, y por tanto es necesario darle más mantenimiento o incluso sustituirlo, son las orugas", explica otro de los tripulantes del T-64 que acaba de volver de la misión. Las orugas son las enormes cadenas que cubren las ruedas de estos vehículos, y que les permiten sortear cualquier desnivel y avanzar por cualquier terreno.
Drones kamikaze
No es un trabajo limpio. Media docena de hombres, casi sin aliento y con las manos y la cara cubiertas de aceite de motor, trabajan a la vez sobre la carrocería del tanque. Intentan abrir una compuerta que se ha atascado, y no hay tiempo para la sutileza: le atizan con un martillo, mientras hacen palanca con una barra de hierro hasta que por fin cede.
Sudan por cada pelo una gota, entre la vegetación de una zona boscosa y protegidos, además, por una red de camuflaje. Estamos demasiado cerca del frente de combate, y los bombardeos rusos se han multiplicado durante la última semana en toda la retaguardia –y también en las ciudades de Ucrania donde la guerra parecía algo lejano: desde Leópolis, junto a Polonia, hasta Cherníguiv–.
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Todas las precauciones son pocas, y como en todas las posiciones militares que he tenido ocasión de recorrer, se mira constantemente al cielo: cualquier ruido que se parezca a un zumbido nos pone en alerta. Los drones rusos se han multiplicado, y cada vez llegan más lejos.
Y no sólo los drones de observación, que pueden enviar las coordenadas de cualquier punto que consideren un objetivo –como la posición militar donde me encuentro– a los artilleros rusos, para que efectúen un bombardeo en unos pocos minutos; también los drones kamikaze son cada vez más usados por las tropas del Kremlin.
"Los drones kamikaze son nuestro principal problema ahora", confirma el comandante de esta unidad. "Utilizan sobre todo los Lancet, que no tienen capacidad para destruir un tanque, pero lo pueden dejar fuera de servicio". Por "fuera de servicio" el comandante se refiere a causar daños en el blindaje del vehículo.
Los T-64 se empezaron a fabricar en 1963 –en la provincia ucraniana de Járkov, por cierto– y fue el primer carro de combate hecho con un blindaje compuesto. Se trata de un material formado por una combinación de capas de diferentes materiales, que lo hacen más ligero sin perder resistencia. Por este motivo, reparar la carrocería blindada de estos vehículos requiere una soldadura especial.
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Cuando los carros de combate vuelven del campo de batalla con daños en la carrocería, es necesario llevarlos un poco más lejos. A una especie de talleres con más recursos: con soldadores especializados y piezas de recambio.
Pero siguen sin ser recursos especialmente punteros –ni caros–, por lo que las reparaciones siguen saliendo a cuenta. A eso hay sumarle que el precio de estos carros de combate de diseño soviéticos ronda el millón de euros, frente a los 7 u 8 millones que cuestan los modernos Leopard2 o los Abrams.
La experiencia suma
La evolución del Ejército ucraniano durante el último año es palpable. También su formación, en la que ahora se van abriendo paso –muy despacio– algunas de las doctrinas OTAN. Pero el máster intensivo que han cursado –obligados por Rusia– durante el último año y medio ha sido determinante para entender cómo se comportan ahora en el campo de batalla.
Los combatientes de la 17ª Brigada de Tanques Separada tienen a sus espaldas batallas como la de Soledar, Bakhmut o Siversk. En Lugansk se apuntaron una victoria que le costó al Kremlin nada menos que 100 carros de combate, cerca de la ciudad de Bilogorivka. Durante los primeros meses de la invasión de Putin lucharon –también con éxito– en Járkov, y desde 2014 lo venían haciendo en el Donbás.
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Al igual que otras muchas Brigadas ucranianas, la experiencia se va acumulando y la forma de hacer las cosas se perfecciona. En ninguna posición se quejan hoy de que les falte armamento o munición –aunque sí dejan caer que no les vendrían mal más rondas y armamento de nueva generación–, y en muchos casos han adaptado material de uso civil para su uso bélico.
Probablemente, las brigadas mecanizadas de Zelenski están esperando poder usar los modernos carros de combate que ofrecen, entre otras prestaciones, más alcance y precisión. Pero mientras, sacan partido de lo que tienen: vehículos que no dependen de un software, cuyos recambios son baratos y que se ponen a punto a golpe de martillo la mayoría de las veces.