Marine Le Pen habla con los periodistas tras los resultados de la segunda vuelta de las elecciones.

Marine Le Pen habla con los periodistas tras los resultados de la segunda vuelta de las elecciones. Reuters

Europa

La división condena a la derecha en Francia: Le Pen habría llegado al poder en alianza con los gaullistas

Los Republicanos, la escisión gaullista de Eric Ciotti, los ultraderechistas de Reconquista y la Agrupación Nacional reúnen más votos que la izquierda o el centro.

9 julio, 2024 02:27

La resaca de la victoria del Nuevo Frente Popular en las elecciones legislativas francesas del pasado domingo y el más que probable acuerdo con Ensemble, el partido de Emmanuel Macron, para formar un gobierno, deja un horrible sabor de boca para el votante francés de derechas. Las opciones conservadoras obtuvieron más de 12,5 millones de votos, pero sólo 203 de los 577 escaños (143 de RN, 46 de LR y 14 de otros partidos) en juego. Esto se debe al complejo sistema electoral de dos vueltas en aquellas circunscripciones donde nadie ha conseguido de primeras el 50% de los votos.

En comparación, el partido del actual presidente de la república recibió el apoyo de 6,3 millones de votantes, pero logró 168 diputados, 25 más que la Agrupación Nacional en solitario, con tres millones y medio de votos menos. Por su parte, la coalición del Nuevo Frente Popular (NFP), que incluye a La Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, al Partido Socialista Francés y a diversas opciones ecologistas de izquierdas, llegó hasta los 7 millones justos de sufragios, si bien hay que tener en cuenta que el NFP ya había conseguido mayoría absoluta en 32 circunscripciones en la primera ronda y que retiró a parte de sus candidatos. En primera vuelta, había obtenido 9 millones de votos.

La enorme ventaja en escaños del centroizquierda (350 por 189 del RN y Los Republicanos, el partido gaullista) es en realidad mucho más exigua si contamos los votos recibidos en esta segunda vuelta: apenas 800.000, es decir, un 3%. ¿Cuál es la razón de este desequilibrio? Sin duda, la decisión de Macron y Mélenchon de retirar sus candidatos allá donde uno de los dos pudiera combatir a las fuerzas de ultraderecha.

Aunque los primeros estudios no tenían nada claro que esa petición de voto del centro a la izquierda y de la izquierda al centro fuera a funcionar, el caso es que se ha cumplido de forma casi milimétrica. Allí donde el votante de Macron ha tenido que tragarse el sapo de apoyar a la izquierda o incluso a la extrema izquierda, antiatlantista y antiglobalista, lo ha hecho. Y lo mismo se puede decir, a la inversa, del votante de Mélenchon o del Partido Socialista.

La derecha y el fin del “pacto republicano”

En cambio, no sucedió lo mismo con la derecha, y aquí es donde hay que volver a sacar la teoría de la manta que cubre los pies, pero no la cabeza… y que cuando por fin cubre la cabeza destapa los pies. Es un dilema al que se están enfrentando las fuerzas de centroderecha de toda Europa, también en España: ¿hacer suyas las propuestas de la extrema derecha e incluso pactar gobiernos y alianzas con partidos ultras… o mantenerse firmes en sus convicciones liberales y apartar toda veleidad populista-nacionalista? ¿Cuántos votantes se pierden o ganan de una manera y cuántos de la otra?

Este debate lleva años vigente en Francia, probablemente el primer país occidental donde la extrema derecha se presentó como alternativa clara al poder, con el segundo puesto de Jean-Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2002. En aquellos tiempos, existía algo llamado “pacto republicano” entre los dos principales partidos —el socialista y el gaullista, bajo distintas denominaciones— que llamaba a eliminar los extremos de la ecuación y hacer piña frente a la ultraderecha.

Todo eso ha cambiado desde el momento en el que los dos partidos históricamente dominantes en la política francesa han perdido el control de su propio espacio electoral. La caída de Los Republicanos tras los escándalos sucesivos de Nicolas Sarkozy y, sobre todo, de François Fillon cuando lideraba las encuestas de cara a las presidenciales de 2017, las primeras que ganó Macron, han hecho caer al gaullismo en algo muy parecido a la irrelevancia política. En cuanto al Partido Socialista Francés, baste decir que Anne Hidalgo, alcaldesa de París, consiguió poco más del 2% de los votos en las pasadas presidenciales.

Una unión que daría la victoria

Estos cambios desequilibran las balanzas y los contrapoderes. Vemos que los socialistas no tienen problema en formar Frentes Populares con fuerzas que rechazaban como extremistas hace no tanto. Por su parte, en Los Republicanos hubo una escisión antes de la declaración de candidaturas que provocó que el propio presidente del partido, Eric Ciotti, y varios diputados afines se presentaran junto a Le Pen mientras otros mantenían la misma marca para presentarse por separado.

Por supuesto, detrás de esto hay una cuestión de principios. Los que han querido alejarse de la tentación de Marine Le Pen en su momento más seductor y poderoso lo han hecho por la misma convicción por la que sus votantes les han dado 46 escaños y casi dos millones y medio de votos. No es sensato asegurar que, en caso de que todos los gaullistas se hubieran presentado junto al RN, sus votantes habrían seguido sus pasos. Muchos se habrían pasado al bando de Macron y otros, directamente, se habrían quedado en casa o habrían votado a otras fuerzas de derecha menos organizadas.

Ahora bien, tampoco parecía sensato decir que el NFP y Ensemble iban a conseguir mezclar sus electorados, y lo han hecho. Eso nos obliga a reconsiderar algunas hipótesis. ¿Qué habría sucedido si todos Los Republicanos hubieran aceptado entrar en una coalición con la extrema derecha? Pues bien, en ese caso, y siempre siguiendo la lógica del voto arrastrado, el RN-LR habría conseguido un mínimo de 189 escaños, siete más que el NFP.

Dicho esto, si aplicamos más la lupa a cada circunscripción, nos encontramos con que, además, podrían haber ganado juntos otro escaño en segunda vuelta, ni más ni menos que el obtenido por el expresidente François Hollande en la primera circunscripción de La Correze. Si a eso le sumamos el que habrían conseguido por mayoría absoluta en primera vuelta en la cuarta circunscripción de Paso de Calais, hablaríamos de 191 escaños, lejos de los 289 que se necesitan para la mayoría absoluta, pero suficientes para ser el partido mayoritario en la Asamblea.

Muchas derechas, un solo país

Este dilema de la derecha europea a la fuerza tiene que influir en sus votantes y sus perspectivas. Ahora mismo, en Francia, está el gaullismo, están los próximos a Eric Zemmour, los de Eric Ciotti y los que apuestan por Le Pen. A veces se juntan y a veces se separan, pero el caso es que, con más votos que la izquierda y que el centro (aunque menos que los dos juntos, por supuesto), se tiene que conformar con ocupar el tercer lugar en el reparto de escaños.

Quedan por tanto fuera de cualquier opción de formar parte del gobierno y hasta 2027 no podrán volver a aspirar a ocupar el Elíseo. Desde mayo de 2014, cuando precisamente François Fillon abandonó la presidencia del Consejo de Ministros, ningún político de derechas ha ocupado un puesto de relevancia en la administración francesa. Diez años que probablemente sean, como mínimo, trece. Algo inédito desde que Charles de Gaulle estableciera la llamada V República en 1958 y que obliga a una reflexión profunda.