Sudzha, ciudad de la región de Kursk, ya está bajo control del Ejército ucraniano.

Sudzha, ciudad de la región de Kursk, ya está bajo control del Ejército ucraniano. Reuters

Europa

Ucrania se atrinchera en Sudzha y establece un área de influencia de unos 3.000 km cuadrados en Kursk

En poco más de una semana, las tropas ucranianas han conseguido doblar el éxito de Rusia en el último año de batallas en Avdiivka y el oeste de Bakhmut.

15 agosto, 2024 02:12

En su alocución televisiva del pasado martes, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski aseguró que las fuerzas armadas ucranianas controlaban 74 localidades dentro de la provincia rusa de Kursk. Hablamos de casi el triple de lo que reconocía el lunes el propio gobernador de la región ante el presidente Putin. 

De hecho, es muy probable que sean más, aunque aquí habría que matizar que varias de esas localidades son pequeñas aldeas sin apenas habitantes y que el concepto de “control” es difuso: no se sabe hasta qué punto los ucranianos van dejando hombres allá por donde pasan o si se limitan a aumentar el perímetro de influencia para dificultar un contraataque ruso.

En una ofensiva que se mide por geolocalizaciones, es decir, por vídeos o imágenes seleccionadas hábilmente por los dos bandos, es difícil hablar de conquistas, aunque no tanto hacerlo de avances.

Sabemos que Ucrania ya controla Sudzha por completo y está intentando crear ahí una especie de centro de mando desde el que organizar la logística de sus tropas y dar descanso a las distintas unidades.

Sudzha es una población de poco más de 5.000 personas, pero con muy buenas comunicaciones. Por ahí pasa la R200, de herencia soviética, llamada a unir la capital de Kursk con Ucrania por carretera. Con distintos nombres, esa misma autopista prácticamente cruza el país vecino de punta a punta, hasta llegar a Lviv, cerca de Polonia.

Del mismo modo, de Sudzha parte también la carretera secundaria que llega a Lgov, una de las principales ciudades del norte de Kursk, la que lleva a Rilsk, en el noreste de la provincia, y la que va hasta Peny, justo en la frontera con Belgorod. En otras palabras, es el lugar ideal para asentarse y lanzar ataques en distintas direcciones.

Como adelantó EL ESPAÑOL el pasado martes, tanto Rilsk como Lgov y Peny son objetivos a medio plazo del alto mando ucraniano. También lo son la central nuclear de Kurchatov y la propia capital del oblast, a sabiendas de que estos dos últimos son casi irrealizables.

Trincheras para frenar el contraataque

Alrededor de Sudzha, y con los matices mencionados, Ucrania ha establecido un área de influencia de unos 3.000 kilómetros cuadrados. Hablamos de influencia puesto que no podemos especificar el grado de control, hay que insistir en este punto.

Los ucranianos no publican nada hasta que no tienen la seguridad de que dicha publicación no supone un riesgo para sus tropas. Los rusos solo publican sus propios ataques… que a su vez ponen de manifiesto que ahí ha habido en algún momento tropas enemigas a las que atacar. Todas las publicaciones tienen algo en común: van con días de retraso.

Siguiendo estas geolocalizaciones, sabemos que las tropas de Ucrania siguen luchando en Korenevo y en las inmediaciones de Gir´i, donde los rusos presumen de una victoria que no parece tan clara. Entre ambas localidades, como ya comentábamos en la edición del miércoles, hay entre 65 y 70 kilómetros. Si a eso le sumamos que la incursión hacia el este ha llegado a Pogrebki, más allá de Malaya Loknya, a 45 kilómetros de la frontera, nos salen esos 3.000 kilómetros cuadrados de terreno cuando menos en disputa.

En las últimas horas, han aparecido imágenes, tanto por satélite como sobre el terreno, de fortificaciones que podrían cubrir hasta 50 kilómetros de terreno. Se trata, de momento, de simples trincheras antitanques, pero, si Rusia no se termina de tomar en serio la situación y Ucrania consigue ganar tiempo, no sería de extrañar que pronto veamos aún más trincheras, campos de minas y dientes de dragón para dificultar la entrada en la zona de tropas rusas. Lo mismo que hizo Rusia en Zaporiyia, vaya.

La imagen de satélite muestra una nueva serie de trincheras defensivas construidas cerca de Lgov.

La imagen de satélite muestra una nueva serie de trincheras defensivas construidas cerca de Lgov. Reuters

Recordemos que, como afirmó el martes Heorhiy Tykhyi, portavoz del ministro de asuntos exteriores ucraniano, no es intención del gobierno de Zelenski retener esos territorios. Ahora mismo, funcionan como símbolo y sobre todo como señuelo: Ucrania necesita aliviar la presión constante en el Donbás y que Rusia desvíe buena parte de sus tropas en ese frente al de Kursk para retomar los territorios perdidos. Ni siquiera se espera una defensa heroica de ciudades que no son suyas: se trata, simplemente, de complicarle la vida a los rusos todo lo posible para causar el mayor número de bajas y provocar un movimiento masivo de tropas.

Gerasimov, entre dos aguas

De momento, no está claro si lo está consiguiendo. Rusia ha confiado desde el principio en sus guardias fronterizos y en grupos de voluntarios junto a recién licenciados en el servicio militar para evitar el avance ucraniano. Sabemos que hay al menos una unidad que ha llegado desde Chechenia y que hay divisiones sueltas de regimientos de élite como el batallón “Sarmat”, aunque el grueso de las tropas sigue en las inmediaciones de Chasiv Yar y de Toretsk.

Una imagen difundida este miércoles por el Ministerio de Defensa de Rusia muestra a militares rusos escoltando a prisioneros de guerra ucranianos en un lugar no revelado en la región de Kursk.

Una imagen difundida este miércoles por el Ministerio de Defensa de Rusia muestra a militares rusos escoltando a prisioneros de guerra ucranianos en un lugar no revelado en la región de Kursk. Reuters

Da la sensación de que Rusia no quiere morder el anzuelo o simplemente no sabe gestionar la situación. Si por algo ha destacado Gerasimov desde el inicio de la guerra (y eso lo sabe bien Oleksandr Syrskyi) es por su dificultad para enfrentar nuevos escenarios. Rusia solo sabe atacar y hacerlo de una manera: gastar, gastar y gastar hombres y municiones en pos de avances muy limitados. Puede que no le dé importancia a lo que pasa en Kursk y realmente crea que es una operación terrorista, sin más, o puede que no sepa cómo lidiar con esa situación sin ceder la iniciativa en el Donbás.

Porque en el Kremlin tienen que tener claro a estas alturas que, en cuanto las cosas se equilibren en Donetsk y lo que queda de Lugansk, Ucrania intentará ahí un contraataque con el apoyo de los F16 estadounidenses y los misiles de larga distancia británicos, que no tienen permiso para utilizar en Kursk.

Avdiivka y Bakhmut son los únicos éxitos de Rusia en casi dos años. Conseguir la toma de ambas ciudades -o sus restos, más bien- ha costado miles de vidas, centenares de blindados y el amago de un golpe de estado cortesía de Eugeni Prigozhin y el Grupo Wagner.

Se puede quitar importancia a lo que está pasando en Kursk y decir que es todo cosa de la OTAN. Al menos, durante un tiempo. Ahora bien, perder de nuevo esos dos enclaves sería una tragedia a la que Gerasimov y Putin prefieren no arriesgarse. De momento. A la larga, la realidad es tozuda.