El secretario general de la ONU, António Guterres, inclinado hacia Vladímir Putin, anfitrión de la cumbre de los BRICS en Kazán.

El secretario general de la ONU, António Guterres, inclinado hacia Vladímir Putin, anfitrión de la cumbre de los BRICS en Kazán. Grigory Sysoyev EFE

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La reverencia de Guterres a Putin cuando la Corte Penal pide su detención marca "el punto más bajo" de la ONU

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A mediados de junio, Suiza acogió la primera cumbre para la paz en Ucrania con la asistencia de casi un centenar de países y un propósito claro: crear las condiciones para un final justo de la guerra, uno respetuoso con la soberanía de la nación agredida y las fronteras previas a la invasión. Acudieron a la llamada líderes europeos, asiáticos, árabes, americanos y africanos, y ninguno agachó la cabeza cuando el Kremlin presionó para disuadirlos, a diferencia del secretario general de las Naciones Unidas, el portugués António Guterres, que prefirió dar la espalda al presidente Volodímir Zelenski sin ofrecer explicaciones para su ausencia.

Ayer, sin embargo, Guterres participó en la cumbre de los BRICS en la ciudad rusa de Kazán, con Vladímir Putin como anfitrión y con invitados de actualidad, como el venezolano Nicolás Maduro, y dejó una de las escenas más comprometedoras de su mandato.

El secretario general de Naciones Unidas, antes de la fotografía de familia, después de una reunión con el dictador bielorruso Aleksandr Lukashenko que comenzó con un abrazo, se inclinó para saludar al autócrata ruso, reclamado por la Corte Penal Internacional para juzgarlo por los crímenes de guerra cometidos en Ucrania, en lo que el analista alemán Ulrich Speck define como “el punto más bajo de la historia” de la organización, como una reverencia que “otorga legitimidad a la decisión rusa de desafiar el orden de paz europeo”.

En Ucrania, la sola asistencia ya provocó el efecto de las traiciones. “Es una elección equivocada que no hace avanzar a la causa de la paz”, emitió su Ministerio de Exteriores en un comunicado. “Únicamente daña la reputación de la ONU”.

Uno de los portavoces de las Naciones Unidas, Farhan Haq, defendió la decisión de Guterres. Los BRICS representan “a casi la mitad de la humanidad”, dijo, y la cumbre de Rusia es “de gran importancia” para el trabajo de la organización “con los países miembros”, originalmente cinco —Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica— y actualmente nueve, con la República Islámica de Irán como último incorporado. Pero, para Nicolás de Pedro, analista de geopolítica y columnista de este periódico, la presencia de Guterres parte de “un grave error”.

“Es muy probable que crea que, como Rusia es miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, debe tratar de retener su favor, pero se confunde”, explica, antes de enumerar los motivos. “Se confunde porque Rusia está violando la Carta de las Naciones Unidas [su tratado fundacional], los principios básicos de una institución creada para la paz, para evitar guerras. Se confunde porque Rusia está ayudando y asistiendo a un país sancionado por la ONU, como es Corea del Norte. Y se confunde, también, por su ignorancia o incapacidad para comprender cómo funciona el Kremlin”.

Los rusos, explica este investigador, son más peligrosos cuando se les muestra la mejor cara. “Todo lo que perciben como debilidad”, resume, “les hace creer que prevalecerán, les refuerza”. De modo que, continúa, Guterres puede creer que su gentileza acerca una solución dialogada para Ucrania cuando, al contrario, la aleja.

Hay otra idea que acompaña a Alberto Priego, doctor en Relaciones Internacionales y colaborador habitual de este periódico, cuando observa la escena. La actuación del secretario general de la ONU no es nueva y responde, probablemente, a motivos ideológicos”, interpreta. “Guterres siempre ha sido reacio a dar la razón a Ucrania y cumplir con un principio de neutralidad. Ha sido más parcial de lo esperado con Rusia y este es sólo el último episodio que lo demuestra”.

De Pedro asume que el secretario general no está en una posición sencilla, que la Federación Rusa es, a fin de cuentas, uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Lo que le inquieta es que se muestre tan “solícito”, “no es entendible”. Tampoco es útil ante un jefe del Kremlin ajeno a las resoluciones de la ONU y entregado al derrocamiento del orden mundial basado en reglas, instaurado tras dos guerras mundiales y del que la ONU debería ser garante. “Está premiando al agresor”, sostiene, “y ni siquiera queda claro para qué: no conseguirá nada”.