Se rompe el Gobierno tripartito de Alemania.

Se rompe el Gobierno tripartito de Alemania. José Ramón Pérez Arte y Diseño El Español

Europa

Crónica de la muerte anunciada del Gobierno alemán: por qué la coalición semáforo de Scholz estaba condenada al colapso

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El pasado miércoles, mientras desde todas partes del mundo llegaban las primeras reacciones a la aplastante victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, el corazón de Europa temblaba por la implosión del Gobierno alemán. Era ya de noche cuando el canciller Olaf Scholz anunció la destitución de su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, por "haber traicionado su confianza" demasiadas. O mejor dicho: por no poder alcanzar un acuerdo con él sobre los presupuestos de 2025 y la economía en general. "Así no se puede gobernar", sentenció el mandatario en un discurso colmado de críticas contra su exsocio.

Así, tras días de rumores sobre su posible caída y tres años en el poder, se derrumbó la coalición semáforo, tal como se la conoce por los colores de los tres partidos que la componen (rojo, amarillo y verde). Probablemente, nadie esperaba que la primera economía de Europa abriese un periodo de incertidumbre en un momento tan inoportuno, en plena recesión y justo después de conocerse que el próximo ocupante de la Casa Blanca se propone, entre otras cosas, imponer aranceles a los productos europeos y acabar con las ayudas a Ucrania. Ahora bien, lo que todo el mundo parecía prever era que el pacto entre socialdemócratas (SPD), verdes (Die Grünen) y liberales (FDP) acabaría saltando por los aires antes o después. Y así ha sido. 

"Era un matrimonio muy mal avenido que ha ido aguantando por responsabilidad histórica, para hacer frente al proteccionismo que siguió a la pandemia o la invasión rusa", explica Héctor Sánchez Margalef, investigador del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB) y experto en políticas europeas. No obstante, señala el analista, "el divorcio se veía venir desde hacía tiempo" por las constantes disputas internas. 

En mayo, el 62% de los alemanes se sentían muy insatisfechos con el trabajo del primer tripartito desde la posguerra, según una encuesta de IPSOS. En septiembre, apenas el 16% de los alemanes decían estar contentos con el desempeño del gobierno federal. En noviembre, los socios han sido los que han concluido que la alianza era insostenible. 

¿El principio del fin? El principio

Al principio, la coalición gozaba de éxito y popularidad. Nació en septiembre de 2021, cuando los socialdemócratas ganaron las elecciones, pero con apenas dos puntos por encima de los democristianos del CDU/CSU. Por primera vez en 70 años los dos partidos que tradicionalmente se alternaban el poder en Alemania, el SPD y la CDU, no llegaron juntos al 50% de los votos. Eso abría un nuevo escenario político. Y lejos de reeditar una gran coalición o alianzas pasadas, los socialdemócratas, liderados por Scholz, lograron pactar con liberales y verdes, que ese año habían cosechado muy buenos resultados. La promesa con la que ese inédito tripartito tomó el poder fue la de "hacerse cargo del futuro" y "apostar por el progreso". 

"En la tradición política alemana los gobiernos en minoría son una rara avis; siempre son fruto de mayorías amplias en el parlamento, lo que en parte explica que esos partidos se pusieran de acuerdo entonces", señala Alberto Bueno, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Granada y de la Universidad de Leipzig. Pero además, matiza el experto, ese cambio tuvo mucho que ver con el fin de la era Merkel. "Había la necesidad de que llegasen nuevos partidos, a pesar de que Scholz venía del Ejecutivo anterior y a pesar de que ya había discrepancias entre los tres socios", sostiene.

La distancia entre las formaciones fue evidente desde la unión, pero si hubiese que marcar el principio del fin sería la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022. "La coalición no tuvo ni siquiera tiempo de tener una luna de miel", señala Sánchez Margalef. "Fue un shock estructural a nivel de política exterior, pero también política comercial, energética y económica, que tensionó al máximo las costuras del tripartito", coincide Bueno.

l canciller alemán Olaf Scholz celebra una conferencia de prensa.

l canciller alemán Olaf Scholz celebra una conferencia de prensa. Reuters

Luego, un giro histórico, Alemania decidió disparar su gasto militar y renunciar al gas ruso. No sin que antes los tres socios discutieran sobre ello. Por un lado, Los Verdes, capitaneados por el líder del partido, Robert Habeck, y la ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, querían mostrarse firmes ante Moscú y enviar armas a Ucrania. Por otro lado, los socialdemócratas abogaban por mostrarse más cautos. Y es que desde la Ostpolitik (la política de acercamiento de la República Federal Alemana hacia el bloque del este que promovió el canciller Willy Brandt en los 70), han enarbolado una posición más rusófila. Como muestra, su apoyo a la construcción del gasoducto Nord Stream 2.

Este desencuentro fue el primero de muchos. Tras renunciar a la energía rusa, de la que dependía enormemente, Alemania se vio en la hercúlea tarea de encontrar nuevos suministros para evitar una crisis de seguridad energética. Esto puso entre la espada y la pared a un partido como Los Verdes, tradicionalmente con una postura antinuclear pero forzados a responder rápidamente a una emergencia. A esto se le sumaban ya otros problemas, como el creciente desinterés de China, su mayor socio comercial, por los productos Made in Germany o la crisis del sector industrial germano, sobre todo en el potente sector del automóvil. Así, en los últimos dos años, el país ha pasado de ser la locomotora de la economía europea a convertirse casi el vagón de cola.

La economía, área de fricción

Precisamente, lo que ha hecho colapsar del todo al gobierno semáforo alemán han sido los desacuerdos sobre cómo impulsar la estancada y debilitada economía del país. "Es el área donde hay más divergencias entre los partidos, y se ha creado la tormenta perfecta para que todo acabe estallando", explica Bueno con EL ESPAÑOL.

No obstante, la pelea en este ámbito viene de lejos. Ya en 2023, en plenas disputas por los presupuestos federales, la Justicia alemana propinó un duro golpe al Gobierno al sentenciar que no podía reasignar 60.000 millones de euros de deuda no utilizados durante la pandemia a un fondo para el clima. Eso dejó con pocas opciones al tripartito para impulsar proyectos de independencia energética. Sobre todo porque estaba echado el freno de la deuda, el límite al endeudamiento consagrado en la Constitución alemana y actualmente marcha.

"La guerra en Ucrania fue un shock estructural que tensionó al máximo las costuras del tripartito"

Alberto Bueno, profesor de la Universidad de Granada

Han tenido que llegar los presupuestos generales de 2025 para que todo salte por los aires. Y es que la receta de los liberales (recortes masivos de gasto y rebajas de impuestos) choca de frente con la de los socialdemócratas y los verdes, dispuestos a levantar el freno de deuda y elevar el gasto público.

Estas diferencias irreconciliables son las que llevaron el miércoles al canciller a comunicar la salida de su socio y anunciar que se presentaría a una moción de confianza para previsiblemente perderla –ya que no cuenta con una mayoría parlamentaria– y forzar así la convocatoria de elecciones anticipadas. Esa es la única vía que le queda, ya que ni el Parlamento puede autodisolverse, ni el canciller puede hacerlo.

La fecha elegida por el jefe de Gobierno es el 15 de enero, lo que sitúa la cita electoral en el mes de marzo. Hasta entonces, sin los liberales, el Gobierno está en minoría y se enfrenta al reto de aprobar el presupuesto de 2025 en el Bundestag.

Asunto personal... y electoral

El anuncio de ruptura se produjo en una comparecencia en la que Scholz llamó al Lindner "egoísta" y "cuadriculado", y el liberal reprochó al jefe de Gobierno haber planteado medidas "flojas" y "sin ambición". Varios medios de comunicación alemanes, como el periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung, han interpretado la dureza de estas palabras como una disputa que va más allá de lo ideológico y que roza lo personal. Personal, además de electoral. Porque detrás del apagón del semáforo alemán 11 meses antes de que se agote la legislatura hay también un cálculo electoral. 

"Quizá Scholz cree que los liberales van a cargar con la caída del Gobierno y que él va a recuperar la iniciativa política, si es que alguna vez la ha tenido", sostiene Sánchez Margalef. Un movimiento arriesgado si se tiene en cuenta que las encuestas pronostican un enorme retroceso de los socialdemócratas. "Busca dar un golpe de efecto", añade el experto del CIDOB. 

Por su parte, el envite de los liberales podría leerse como un acto de supervivencia. En las elecciones regionales en Sajonia y Turingia en septiembre, los liberales (y los verdes) obtuvieron unos pésimos resultados. Consiguieron sólo representación en uno de los dos parlamentos. Ese temor a quedarse sin representación en el Bundestag ha llevado a Lindner a atrincherarse en su línea presupuestaria, pensando que quizá así pueda recuperar el apoyo del electorado liberal. "Igual simplemente trata de anticiparse para no seguir perdiendo", considera Alberto Bueno, de la Universidad de Granada.

El líder de la oposición alemana, Friederich Merz, da una declaración antes de una sesión del Bundestag, en Berlín,

El líder de la oposición alemana, Friederich Merz, da una declaración antes de una sesión del Bundestag, en Berlín, Reuters

Si alguien sale ganando con este caos político es indudablemente la oposición. Según un sondeo publicado por el instituto demoscópico IPSOS el 7 de noviembre, si las elecciones se celebraran este mismo domingo, la coalición democristiana CDU/CSU, liderada por Friederich Merz, ganaría con un 32% de votos. En segunda posición quedaría, con un 18%, la extrema derecha de AfD, que arrasó en los comicios regionales.

El tercer lugar lo ocuparían los socialdemócratas del SPD con un 15%, seguidos de los verdes con un 11% y el BSW –el recién fundado partido antiinmigración de izquierdas– con un 8%. A la cola estarían los liberales del FDP, que rozarían el 5%, el mínimo para entrar en el Bundestag. Una perspectiva muy preocupante para el que ha sido el principal partido bisagra de gran parte de los gobiernos democráticos de Alemania.

Con todo, aunque aún es pronto para saber qué pasará a partir de enero, resulta difícil no pensar en la crisis de 1982, cuando los liberales – también por motivos de política económica– abandonaron la coalición con los socialdemócratas de Helmut Schmidt y acabaron haciendo canciller al democristiano Helmut Kohl.