Un militar alemán, durante unas maniobras de la OTAN en aguas de Finlandia a finales de noviembre.

Un militar alemán, durante unas maniobras de la OTAN en aguas de Finlandia a finales de noviembre. Anne Kauranen Reuters

Europa

Las provocaciones y sabotajes de Rusia en el Báltico llevan a los europeos a marcar territorio en un clima de Guerra Fría

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Esta semana, durante dos días, los ministros de Exteriores de los miembros de la OTAN discutieron uno de los asuntos más conflictivos para los países limítrofes con Rusia: las provocaciones y los sabotajes sufridos —cada vez con más frecuencia— por mar y aire. El nuevo secretario general de los aliados, Mark Rutte, habló de “acciones hostiles” y de “guerra híbrida” contra Occidente, apuntó con un dedo a Moscú y con otro a Beijing, exigió que se les reclamen “responsabilidades” cada vez que ataquen, física o cibernéticamente, las infraestructuras críticas de los europeos. Y lo hacen a menudo.

Los dirigentes de la Unión ven, con más y más preocupación, la naturalidad con la que los cazas rusos encienden y apagan sus señales para medir las defensas aliadas, con la que los buques de la Armada china navegan las aguas bálticas, las rupturas misteriosas de cables submarinos, la obcecación por esta región del mundo y no por otra. El ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, compartió ayer su perspectiva en una entrevista radiofónica. “Es un comportamiento que conocemos de la Guerra Fría”, dijo en la emisora Deutschlandfunk. “No es nada nuevo, está regresando y parece más agresivo que antes”.

Los alemanes son, de hecho, uno de los principales objetos de las intimidaciones dirigidas desde Moscú. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, informó el miércoles en Bruselas del ataque sufrido por un helicóptero de patrulla alemán en el Báltico, al que dispararon desde un barco ruso con munición de señalización. “Rusia está nerviosa”, agregó Pistorius, “y es importante que estemos presentes en el mar Báltico, junto con los demás aliados, que no cejemos en nuestros esfuerzos”.

De partida, pues, los alemanes han prometido más presencia militar en la zona y menos pelos en la lengua para poner apellidos a quienes amenazan la seguridad de los europeos.

Sólo la hemeroteca de noviembre ya registra dos sucesos intrigantes. Primero se rompió un cable submarino de telecomunicaciones entre Finlandia y Alemania, luego otro entre Suecia y Lituania. Hay un carguero todavía varado en la zona que las autoridades de los países implicados investigan. Se llama Yi Peng 3 y tiene bandera china. A los nórdicos se les vino a la memoria, sin demasiado esfuerzo, el octubre de 2023. Entonces, la avería de un gasoducto y un cable (ambos submarinos) entre Letonia y Finlandia tuvo, como principal sospechoso, un buque llamado Newnew Polar Bear donde ondeaba, también, la bandera china.

Los europeos tratan de reforzar la seguridad, sí, y a la vez modernizar su infraestructura. Ayer, la Comisión Europea anunció 142 millones de euros adicionales para este empeño. "Los cables submarinos transportan más del 98% del tráfico mundial de telecomunicaciones y desempeñan un papel esencial para la resiliencia y la conectividad digital", resumió en un comunicado. Los beneficiarios de las subvenciones, concretó, serán “empresas controladas por la Unión Europea”, y sólo aceptarán el uso de “tecnología segura”. No se aceptará el concurso, en fin, de compañías extranjeras.

Claro que los europeos no andan únicamente preocupados por los chinos y los rusos en las aguas bálticas, el aire nórdico y el suelo ucraniano. Los rumanos votarán, este domingo, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. La experiencia de la primera, hace doce días, dejó una duda y una certeza.

La duda nació del rápido auge de un candidato prorruso, antioccidental y desconocido llamado Calin Georgescu. Las encuestas le daban cerca del 6% de los votos. Su visibilidad se disparó de manera extraordinaria en la red social china TikTok, sin embargo, y acabó siendo el más votado —con sospechas incluidas de compra de voluntades—. La certeza es que Moscú está implicado en su crecimiento de más de una manera. “Las autoridades de Rumanía están destapando un esfuerzo ruso a gran escala y bien financiado para influir en las recientes elecciones presidenciales”, denunció ayer el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, tras una reunión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa organizada en La Valeta.

Este domingo, Georgescu se disputa los próximos cuatro años de presidencia en Rumanía con la candidata socialdemócrata y proeuropea Elena Lasconi, con una campaña volcada en la independencia sobre Rusia y en el valor de proteger la democracia. Los sondeos anticipan una batalla reñida con un aspirante que aboga por lo contrario.