El presidente turco Erdogan se dirige a sus partidarios durante el Gran Congreso de su partido gobernante, el AKP, en Ankara.

El presidente turco Erdogan se dirige a sus partidarios durante el Gran Congreso de su partido gobernante, el AKP, en Ankara. Reuters

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La detención del principal rival de Erdogan sólo es la punta del iceberg de la escalada de represión en Turquía

El presidente turco está utilizando su papel en la guerra de Ucrania para blindar su poder y eliminar a la oposición.

Más información: La policía turca detiene al alcalde de Estambul, rival de Erdogan, por "vinculación a grupos terroristas" y corrupción

Estambul
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Es una asunción popular en Turquía que el presidente sabe que debe morir en el poder o acabará entre rejas. Los turcos lo vieron claro tras las fallidas protestas de Gezi en 2013 contra la deriva autocrática y las acusaciones de corrupción que pesaban sobre Recep Tayyip Erdogan. Con 71 años y 22 en el poder, su estrategia se centra en suprimir cualquier oposición, fagocitar poderes independientes y modificar la Constitución para perpetuarse vitaliciamente en la presidencia. La reciente detención y encarcelamiento de su principal rival, el alcalde de Estambul, Ekrem İmamoglu, ha llevado a comparar su régimen con el de los Asad en Siria y el siniestro lema que desató la guerra civil: Erdogan, o quemamos Turquía.

El retorno de su amigo Donald Trump y el auge de la ultraderecha europea han fortalecido a Erdogan, que no parece temer las negativas consecuencias de su autoritarismo en la economía y el estallido social. El turco se presenta ante Occidente como mediador indispensable en la guerra ruso-ucraniana, aprovechando sus relaciones con Moscú y Kiev, su ventaja geoestratégica y su potencial militar.

Desde el miércoles, decenas de miles de turcos —en su mayoría jóvenes universitarios asfixiados por una inflación del 65% y el desempleo juvenil— han tomado las calles en las mayores protestas desde Gezi. La detención de İmamoglu y otro centenar de alcaldes del CHP refleja una tradición autoritaria en la democracia turca, según Tezcan Gümüs, académico y autor de Turkey’s Political Leaders. La actual represión guarda un asombroso paralelismo con el gobierno de Adnan Menderes (1950-1960). "Al igual que Menderes, Erdogan usa su mayoría parlamentaria para eliminar al CHP. Solo un golpe militar frenó aquel intento". Hoy, sin contrapesos y tras purgar al ejército tras el fallido golpe de Estado de 2016, "el poder está centralizado en su Palacio Presidencial", explica Gümüs a EL ESPAÑOL.

Una persona sostiene un cartel con la imagen del presidente turco Tayyip Erdogan que dice Cazador de diplomas, mientras estudiantes participan en una protesta contra la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, en Estambul, Turquía, el 21 de marzo de 2025.

Una persona sostiene un cartel con la imagen del presidente turco Tayyip Erdogan que dice "Cazador de diplomas", mientras estudiantes participan en una protesta contra la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, en Estambul, Turquía, el 21 de marzo de 2025. Reuters

El arresto y posterior encarcelamiento de İmamoglu es crucial, según Gümüs, al transformar a Turquía de un régimen autoritario electoralmente competitivo a uno plenamente autocrático. "El gobierno ya no se conforma con perjudicar a la oposición; ahora la elimina activamente del panorama político". Las acusaciones de corrupción y complicidad de İmamoglu con el grupo terrorista kurdo PKK carecen de pruebas concretas, según Baris Tugrul, profesor de sociología de la Universidad de Hacettepe. Estas narrativas son utilizadas por el gobierno para desacreditar a sus rivales en un contexto donde el 90% de los medios están controlados por el Estado.

La última victoria de İmamoglu en el ayuntamiento fue aplastante, con un 50% de los votos en marzo de 2024. El martes, víspera de su detención, la Universidad de Estambul anuló su título universitario, lo que impediría su candidatura a la presidencia, una medida ilegítima y sin base en derecho administrativo, explica Tugrul. La ironía, prosigue, es que se le acuse de colaborar con una organización terrorista cuando el propio gobierno ha iniciado negociaciones con el PKK para deponer las armas, o que se cuestione su título mientras persisten serias dudas sobre si el propio presidente tiene un diploma universitario.

Erdogan necesita el apoyo de los kurdos para modificar la Constitución y prolongarse en el poder, pero el partido pro-kurdo DEM ha estado acercándose al CHP para una posible alianza. Motivo suficiente para haber atajado esa vía enviando a su contrincante a la cárcel. Además, Washington ha renovado la ayuda militar a las milicias kurdo-sirias, aliadas del PKK, lo que reduce su margen de negociación. Le queda la opción de adelantar las elecciones antes de 2028 y evitar así cambios en la carta magna.

Aunque Turquía sigue celebrando elecciones, la competencia leal, la independencia judicial y el pluralismo político han sido gravemente debilitados. La persecución sistemática de líderes de la oposición busca desmantelar la legitimidad electoral y silenciar la disidencia. "La detención de İmamoglu marca la caída definitiva de Turquía en el autoritarismo", asegura Gümüs. "Calificarlo de 'golpe contra la democracia' pone de relieve la realidad de que el gobierno de Erdogan no recurre directamente a la toma del poder por los militares, sino más bien a la captura institucional, utilizando los tribunales, las fuerzas del orden y la burocracia estatal para neutralizar a las fuerzas de la oposición con el pretexto de la legalidad. 

En el entorno doméstico, İmamoglu representa la mayor amenaza electoral para Erdogan, al haber conquistado y mantenido Estambul, bastión simbólico y político del propio presidente, en un contexto de creciente pérdida de apoyo al AKP (Partido de la Justicia y el Desarrollo) desde las elecciones municipales de 2023. La crisis económica, la represión creciente y las encuestas adversas habrían llevado a Erdogan a deshacerse de su rival antes del próximo ciclo electoral.

El giro dictatorial de Erdogan también se explica por el desgaste electoral de la alianza AKP-MHP, formada en 2015 con el ultranacionalista Partido de Acción Nacionalista (MHP) con sus Lobos Grises. En los últimos años, la coalición ha perdido apoyo, evidenciado por la derrota en Estambul, Ankara e Izmir en 2019. Las encuestas reflejan una creciente desafección social, agravada por la crisis económica: inflación descontrolada, devaluación de la lira y desempleo juvenil del 15%. "Esta es una Turquía peor que la de Gezi", afirma Yusuf Can, analista del Wilson Center. "La juventud no ve futuro bajo Erdogan". 

Protesta contra la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, en Estambul

Protesta contra la detención del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, en Estambul Reuters

Sin embargo, las purgas judiciales, la represión mediática, la censura y la eliminación directa de candidatos opositores comenzaron en 2016 con la encarcelación del candidato pro-kurdo Selahattin Demirtas y del filántropo Osman Kavala (2017). Analistas como Soner Çagaptay y Monica Marks señalan que la detención de İmamoglu bloquea la única vía real de alternancia democrática en Turquía. Erdogan se asegura de que, aunque haya elecciones, el cambio político sea imposible. Otra esperanza, aún frustrada, es designar un heredero afín.

En la escena internacional, la reelección de Trump y el creciente autoritarismo en EEUU han contribuido a un cambio en cómo Washington responsabiliza a Erdogan. EEUU ahora muestra despreocupación por el giro autoritario de Turquía, debilitando la presión sobre Erdogan para moderar sus acciones. Además, el apoyo de Trump a otro líder autoritario como Vladímir Putin contra Ucrania ha fortalecido la posición de Erdogan al eliminar Washington el apoyo de seguridad a Ucrania y amenazar con retirar el sostén militar a Europa.

En este contexto, Turquía (con el segundo mayor ejército de la OTAN) se presenta  como el aliado de seguridad más valioso para la comunidad europea, disminuyendo aún más la probabilidad de una fuerte reprimenda internacional contra el régimen de Erdogan. "Por lo tanto, Erdogan parece darse cuenta de que hay pocas consecuencias externas o internacionales para sus acciones, lo que lo envalentona aún más a tomar medidas concretas para gobernar Turquía hasta su fallecimiento", argumenta Gümüs.

Los imperativos estratégicos han cambiado, coincide Sinem Adar, investigadora del German Institute for International and Political Affairs, en sus redes sociales. El nacionalismo de derechas en EEUU y Europa facilita a Erdogan intensificar la represión contra la disidencia. Desde la invasión rusa de Ucrania en 2022, Turquía ha pasado de ser un "socio difícil" para la OTAN y la UE a convertirse en un actor estratégico irremplazable para Occidente: mediador entre Rusia y Ucrania, controla el acceso al Mar Negro, vende drones Bayraktar a Kiev, pero mantiene canales abiertos con Putin, bloqueó durante meses el ingreso de Suecia a la OTAN, contiene la migración hacia Europa según el acuerdo de 2016 con la UE y es el tercer comprador de energía rusa.

Washington y Bruselas han respondido con tibieza ante el nuevo asalto de Erdogan a la democracia, priorizando la estabilidad regional, la contención de Rusia y la continuidad de la OTAN. Erdogan lo sabe y ha aprendido a negociar con ventaja: cada vez que se le critica, responde endureciendo sus posiciones o usando vetos estratégicos como moneda de cambio. Incluso la disputa con EEUU por el apoyo a las milicias kurdas en Siria (SDF/YPG) refuerza su narrativa interna: Ankara acusa a Occidente de "hipocresía".

En el corto plazo, Gümüs prevé un aumento de la tensión política y de la represión, con una oposición debilitada y temerosa de represalias. A mediano plazo, las elecciones de 2028 podrían desarrollarse en un contexto sin garantías democráticas. Turquía también podría enfrentar un mayor deterioro en sus relaciones con Occidente, aunque Erdogan continuaría su deriva autoritaria sin consecuencias graves si no hay un cambio geopolítico o económico importante. "Lamentablemente, esto augura días muy oscuros para Turquía", concluye.