
La nieve cubre parte del tejado del Consulado de Estados Unidos en Nuuk, Groenlandia, 5 de febrero de 2025 Reuters
Groenlandia pide a la UE que no se "esconda" de Trump: "Quieren apoderarse de nuestro país por encima de nuestras cabezas"
La Casa Blanca eleva la presión sobre las autoridades locales con el envío a la isla de una delegación con la segunda dama, Usha Vance, el asesor de seguridad nacional y el secretario del Departamento de Energía.
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La cosa va en serio. Donald Trump parece decidido a arrebatar a los daneses la soberanía de Groenlandia. El presidente de Estados Unidos dice estar trabajando con “gente de Groenlandia que quiere que suceda algo”. En el lenguaje de Trump, ese “algo” significa “pasar a formar parte de Estados Unidos”. “Nos están llamando. Nosotros no les estamos llamando a ellos”, se justificó este lunes, como quien no quiere la cosa, el mandatario republicano, sin concretar en ningún momento a qué “gente de Groenlandia” se refiere exactamente.
Casi nadie en la isla más grande del mundo quiere formar parte de Estados Unidos. Según reflejó en enero un sondeo de la encuestadora británica Verian, sólo el 6% de la población ve con buenos ojos esta posibilidad y el 9% se mostró indeciso. El 85% restante rechazó de plano este escenario. A Trump, que aduce motivos de seguridad nacional para anexionar el territorio, no parece importarle demasiado la voluntad de sus casi 57.000 habitantes.
Tampoco a su vicepresidente, JD Vance, que declaró durante una entrevista con la Fox emitida el pasado sábado que “Dinamarca, que controla Groenlandia, no está haciendo su trabajo y no está siendo un buen aliado”. ¿Por qué? Vance no lo explicó. El exsenador de Ohio se limitó a añadir que “si eso significa que tenemos que tener más interés territorial en Groenlandia, eso es lo que el presidente Trump va a hacer porque no le importa lo que nos griten los europeos, le importa anteponer los intereses de los ciudadanos estadounidenses”.
Las declaraciones de Vance preparaban el terreno para la visita a Groenlandia de su esposa, Usha Vance. La segunda dama aterrizará este jueves en Nuuk a la cabeza de una delegación a la que después se unirán Mike Waltz, asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, y Chris Wright, secretario del Departamento de Energía. Según el Financial Times, Waltz y Wright se desplazarán hasta la base espacial de Pituffik, bajo control estadounidense. El desplazamiento de Usha Vance es, en cambio, de carácter privado, como el que realizó el pasado enero el primogénito del presidente, Donald Trump Jr.
La estancia en Groenlandia de la segunda dama se prolongará hasta el sábado. Durante esos tres días, Usha Vance, que viajará en compañía de uno de los tres hijos del matrimonio, planea asistir a la Avannaata Qimussersua (La Gran Carrera del Norte, en español). Una carrera de trineos impulsados por perros celebrada en el poblado de Sisimiut. Prestigiosa, sí. Pero no lo suficiente como para justificar una visita de esa naturaleza.
“Es imposible no vincular la visita a los esfuerzos de la Administración Trump por hacerse con el control de Groenlandia”, reconoce Jakob Dreyer, investigador de la Universidad de Copenhague, en conversación con EL ESPAÑOL. “Así es también como lo ven el autogobierno groenlandés y los groenlandeses de a pie, así como en Dinamarca”.
En la mañana del lunes, las autoridades danesas reforzaron su despliegue policial en Sisimiut y, horas más tarde, Estados Unidos envió a Nuuk dos aviones de transporte táctico Hércules con material logístico para la visita de la segunda dama.
Un mensaje hostil
El presidente del Sindicato de los Trabajadores de Groenlandia, Jess G. Berthelsen, mostró su desconfianza. “Hay guerras en muchas partes del mundo. Rusia contra Ucrania, en la que Estados Unidos está interfiriendo ahora, la guerra en Israel, en la que Estados Unidos está interfiriendo, la guerra de Estados Unidos contra los hutíes en Yemen… ahora se nos ha informado de que el consejero de seguridad nacional y el secretario de Energía de Estados Unidos vienen a nuestro país ‘a ver carreras de trineos tirados por perros’. ¡Válgame Dios! Cómo pueden tener tiempo personas de tan alto rango para venir a ver una carrera de trineos tirados por perros cuando varios lugares del mundo están ardiendo”, se preguntó con sorna.
El primer ministro saliente de Groenlandia, Múte Bourup Egede, se pronunció en términos similares. “El único propósito es hacer una demostración de fuerza, y la señal es inequívoca. Es el asesor de confianza y más cercano de Trump [en alusión a Waltz], y su mera presencia en Groenlandia seguramente hará que los estadounidenses crean en la misión de Trump, y la presión aumentará después de la visita”, expresó Egede durante una entrevista con el periódico semanal Sermitsiaq.
El líder del izquierdista Inuit Ataqatigiit, que conserva opciones de formar parte de la próxima coalición de Gobierno pese a ser uno de los grandes perdedores de las elecciones legislativas del pasado 11 de marzo, mostró su resignación con los inquilinos de la Casa Blanca. “Lo único que les importa es apoderarse de nuestro país por encima de nuestras cabezas”, añadió en la entrevista.
“Hemos intentado todas las opciones diplomáticas y democráticas, pero todo rebota en Donald Trump y su Administración en su misión de poseer y controlar Groenlandia”, prosiguió Egede. “Por tanto, debemos afrontar los hechos y reconocer que cada minuto cuenta para evitar que el sueño de los estadounidenses de anexionarse nuestro país se haga realidad, por eso necesitamos un Naalakkersuisut (Gobierno de Groenlandia) fuerte y decidido que pueda actuar en nombre de la población”.

Manifestantes se reúnen frente al consulado estadounidense durante una manifestación. Reuters
Defensa a susurros
El primer ministro groenlandés extendió la crítica hacia sus socios. Unos socios que, percibe, “actúan como si se escondieran en un pequeño rincón y casi susurraran que nos apoyan”. El líder groenlandés, que evitó hacer menciones, se estaba refiriendo a la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, que anunció en febrero una inversión de 2.000 millones de euros para reforzar sus defensas en el Ártico. Un gesto desesperado para complacer a Washington. Frederiksen, por cierto, confesó este lunes que se tomaba “muy en serio” la visita a Groenlandia de la delegación estadounidense.
Con sus declaraciones en el semanario Sermitsiaq, Egede también interpelaba a Mark Rutte. El secretario general de la OTAN decidió ponerse de perfil cuando, hace apenas dos semanas, Trump reiteró delante de sus narices sus ambiciones expansionistas sobre Groenlandia.
“Estoy sentado con un hombre que podría ser muy instrumental [en el proceso para integrar a su territorio a la isla autónoma bajo soberanía danesa]. Mark, lo necesitamos para la seguridad internacional... ya que tenemos a muchos de nuestros jugadores favoritos, navegando por la costa”, declaró el mandatario estadounidense.
Sentado a su lado en el Despacho Oval, el ex primer ministro neerlandés acabó dándole la razón: “Cuando se trata de Groenlandia y de si debe unirse a Estados Unidos o no, me mantengo al margen de la discusión por un tiempo, porque no quiero involucrar a la OTAN en eso. Pero cuando se trata del Extremo Norte y del Ártico, tiene usted toda la razón. Los chinos utilizan ahora estas rutas. Los rusos se están rearmando. Sabemos que nos faltan rompehielos. Así que el hecho de que, al margen de Rusia, siete países árticos trabajen juntos en esto bajo el liderazgo de Estados Unidos es muy importante para garantizar que esa región, que esa parte del mundo siga siendo segura. Y sabemos que las cosas están cambiando allí y tenemos que hacerlo”.
En ese encuentro, además, Trump afirmó que los recientes resultados electorales en Groenlandia, comicios que ganaron los liberales de Demokraatit, que defienden una ruptura gradual con Copenhague, eran “buenos” para los intereses de EEUU. Unas declaraciones que el ministro danés de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, no quiso dejar sin respuesta. “Es una mala interpretación de las elecciones de Groenlandia concluir que mañana tendremos una Groenlandia independiente, con una bandera blanca que luego se puede pintar con barras y estrellas”, deslizó el ex primer ministro en declaraciones a la cadena TV 2.
El propio Rasmussen subrayó este lunes que Usha Vance, Mike Waltz y Chris Wright “no son turistas”. La inminente visita a la isla de la delegación estadounidense “es una señal, una ofensiva de encanto para atraer a Groenlandia hacia los Estados Unidos”. “Ni en Groenlandia ni en el reino [de Dinamarca] hay ganas de eso, así que no es un buen momento”, insistió el jefe de la diplomacia danesa.
“Por supuesto, la situación se complica por los lazos transatlánticos y el poder de Estados Unidos, pero no estoy del todo de acuerdo con la afirmación de que los aliados de Groenlandia no han levantado la voz lo suficiente”, señala Dreyer. “El ministro danés de Asuntos Exteriores calificó de 'provocación' las declaraciones de la Administración Trump, la Unión Europea expresó su pleno apoyo al derecho de autodeterminación de Groenlandia y el ministro de Asuntos Exteriores francés incluso inició conversaciones sobre el despliegue de tropas en Groenlandia”, encadena el investigador de la Universidad de Copenhague.
El próximo primer ministro groenlandés, Jens-Frederik Nielsen, de sólo 33 años, dejó claro en la noche electoral que no aspira a cumplir los deseos de Trump para Groenlandia. “No queremos ser estadounidenses. No queremos ser daneses. Queremos ser groenlandeses, y queremos nuestra propia independencia en el futuro. Y queremos construir nuestro propio país por nosotros mismos”, declaró. A Nielsen, que dirige las negociaciones para formar gobierno, le han afectado las amenazas insistentes de Trump a la hora de encontrar socios. De momento, no podrá contar con los centristas de Narelaq, su aliado natural, que aboga por declarar la independencia de Dinamarca cuanto antes y, por qué no, colaborar con Estados Unidos.
“Cuando estuve en Groenlandia en octubre, antes de las elecciones, los groenlandeses estaban contentos con el interés de EEUU por Groenlandia y el nuevo consulado estadounidense en Nuuk. Lo veían como una oportunidad para nuevas inversiones y un apoyo político que podría ayudarles a garantizar su independencia”, cuenta Dreyer.
“Pero ahora el ambiente es muy distinto. El jefe de la policía de Groenlandia ha manifestado que los groenlandeses de a pie están preocupados por la visita [de los Vance, Waltz y Wright] y por las maniobras estadounidenses en general, especialmente por la negativa a descartar una acción militar. Los ciudadanos de Sisimiut, por donde pasará la señora Vance, están planeando una protesta silenciosa para el sábado. Así pues, el sentimiento de la mayoría de los groenlandeses ha cambiado en una dirección antiamericana”, concluye el académico danés.