Hamás secuestró a los tíos y al sobrino de Merav: "Quiero que vuelvan; me da igual cómo se consiga"
EL ESPAÑOL conversa en exclusiva con Merav Mor Raviv y Naama Weinberg, familiares de cinco de los rehenes israelíes que el grupo paramilitar palestino secuestró y se llevó a la Franja de Gaza hace ya casi 20 días.
26 octubre, 2023 02:45"¿Qué niño merece celebrar su cumpleaños con terroristas?". Si algo destila la voz de Merav Mor Raviv al hablar de su sobrino Ohad Munde, que cumplió nueve años el lunes, es frustración. El pasado 7 de octubre, cuando el grupo terrorista Hamás lanzó desde la Franja de Gaza un salvaje ataque por tierra, mar y aire en el sur de Israel, Ohad había ido con su madre a visitar a sus abuelos. Era sábado, la jornada de reposo para los judíos, pero también el último día del Sucot, las vacaciones de otoño. "Fueron a pasar el fin de semana en familia y ya no han vuelto. No sabemos si viven", explica Merav.
El joven Ohad, su madre Keren (de 54 años) y sus dos abuelos, Abraham y Ruti (de 78 años ambos), forman parte del grupo de 222 personas que se cree que fueron secuestradas y trasladadas a la fuerza por Hamás hasta territorio palestino. Los cuatro se encontraban en el kibutz Nir Oz, a menos de 3 kilómetros de Gaza y uno de los que más sufrieron el golpe de las milicias palestinas. De los de los 350 miembros que tenía la comunidad, se calcula que 80 están desaparecidos, entre muertos y capturados, según las autoridades israelíes. Este miércoles, casi 20 días después de que 1.4000 israelíes fueran asesinados, Merav Mor Raviv ha viajado hasta Madrid junto a un pequeño grupo de víctimas para gritarle al mundo "que abra los ojos" y ayude a los capturados "a volver a casa".
En su conversación con EL ESPAÑOL, Merav explica que la pesadilla comenzó con un mensaje sin responder a las 6:30 horas de la mañana del sábado. Cuando las alarmas antiaéreas comenzaron a sonar en todo el territorio israelí, decidió escribir por un grupo de Whatsapp que tiene con sus tíos. "Están acostumbrados a las alertas por bombardeos y suelen contestarnos en cuanto llegan al refugio", relata. Ese día, sin embargo, no lo hicieron. Tampoco su hija Keren dio señales de vida.
"Lo último que supimos de mi tía fue un mensaje de voz que le envió a las 9:58 horas a su hermana en el que le susurraba que había terroristas". El domingo, cuando ya temían lo peor, llegó la información oficial. Con ella, la incertidumbre. "Me dijeron que ninguno de los miembros de mi familia estaba en la lista de supervivientes, pero tampoco en la de los fallecidos", cuenta compungida Merav.
Desde ese 7 de octubre, Naama Weinberg, de 26 años, también lidia a diario con el no saber. Los militantes de Hamás se infiltraron en casi 20 aldeas, entre ellas en el kibutz Be’eri, donde residían varios de sus parientes más cercanos. Situada a escasos dos kilómetros de la Franja de Gaza, la otrora comunidad agrícola es hoy una ciudad fantasma reducida a escombros. Weinberg muestra a este periódico algunas de las fotografías de la destrucción. Casas carbonizadas y paredes agujereadas. "Es horroroso", apunta, antes de lanzarse a explicar lo que recuerda del día que los israelíes han bautizado ya como su propio 11S.
[El avispero de Oriente Próximo: la guerra puede escalar mientras Irán ya tiene listo "el gatillo"]
"A las 11:44 horas de la mañana mi tía nos envió desde el refugio el icono de un corazón. Esa fue la última vez que supimos de ella". Horas después les avisaron de que su tía y su tío habían sido asesinados. Una semana después supieron que su primo Itai Svirsky, un arquitecto de 38 años, era uno de los rehenes de Hamás. "Desde entonces no tenemos ni un indicio de que esté vivo. No sabemos si está herido, si necesita ayuda… nada, absolutamente nada", se lamenta la joven.
En los últimos días Hamás ha liberado a cuatro de los retenidos por "cuestiones humanitarias". No obstante, ni Merav ni Naama se muestran optimistas al respecto. "¿Si son tan humanos, por qué cuatro y no los 200?". Para ellas, esto es solo un mero acto de propaganda, una manera de "lavar su imagen", dicen, que no les devolverá a sus seres queridos. "Son unos asesinos que se enorgullecen de haber matado a bebés, que han grabado vídeos de Facebook en directo de violaciones y decapitaciones. Están cometiendo crímenes de guerra, son igual que ISIS. ¿Por qué íbamos a creer que tienen a los nuestros en buenas condiciones?", se pregunta Merav, que explica que su tío Abraham tiene dificultades para ver y andar.
Sobre cuál es la mejor y más rápida manera de liberar a los rehenes, ambas dicen no tener ni la más remota idea. "No somos políticos, sólo queremos pedirle a los líderes mundiales que actúen, que no den ninguna ayuda ni legitimidad a este grupo radical y conviertan la liberación de los secuestrados en una prioridad", sostiene Naama. Por su parte, Merav, asegura ignorar las negociaciones entre países o los pasos que su propio Gobierno, el de Benjamin Netanyahu, está realizando para resolver la situación. "La verdad es que no me importa lo que estén haciendo ni cómo lo consigan; quiero que me devuelvan a mi familia porque cada día que pasa la situación empeora", pide.
Como parte de su ofensiva para erradicar a Hamás, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) llevan semanas bombardeando el territorio gazatí día y noche a la espera de lanzar su invasión terrestre. En total se calcula que han muerto ya más de 5.000 palestinos, entre ellos centenares de niños, como consecuencia de los ataques aéreos, según datos de las autoridades locales. Tanto Merav como Naama temen que sea fuego israelí el que acabe con la vida de sus familiares, pero ambas dicen confiar en el ejército de su país.
"Sé cómo funciona, sé la tecnología que tiene y sé que está bombardeando bajo previo aviso sólo donde deben bombardear: en los edificios en los que Hamás tiene las armas escondidas", asevera convencida Merav. A su juicio, acabar con la organización terrorista no es "una cuestión de venganza", sino de "solucionar un problema" que hoy es de Israel, pero que "pronto puede estar en todo el mundo".