Israel busca la paz en Líbano dándole una vuelta a la resolución de la ONU que no convence a Estados Unidos
- Biden ha mandado a la zona a su enviado especial, Amos Hochstein, y a su Secretario de Estado, Antony Blinken, para que tanteen la posibilidad de un alto el fuego tanto en Gaza como en Líbano. Las partes no parecen por la labor.
- Más información: La muerte del líder de Hamás refuerza la posición de Israel de cara a una salida pactada de la guerra en Gaza
Según afirmó el portal de noticias Axios este lunes, Israel habría enviado a EEUU un plan de paz para Líbano que consistiría en la práctica en darle la vuelta a la resolución 1701 aprobada por la ONU en agosto de 2006. Lo que pretende Israel es que la labor de pacificación que ahora mismo intentan cumplir el ejército de Líbano y la llamada FINUL en el sur del país, entre el río Litani y la llamada Línea Azul que separa ambos estados, pase a ser cosa suya. El gobierno de Netanyahu no exige ya la disolución de las fuerzas de la ONU, pero sí se arroga el derecho de garantizar por su cuenta la expulsión de Hezbolá de la zona.
Asimismo, Israel pretende tener acceso libre al espacio aéreo libanés, lo que en la práctica supone la posibilidad de continuar sus bombardeos siempre que lo desee con el beneplácito de la comunidad internacional. Es prácticamente imposible ya no que Hezbolá y el gobierno precario de Líbano acepten una proposición así, sino que lo hagan los países árabes que están mediando en el conflicto, como Arabia Saudí, Qatar, Egipto o Jordania. De Irán, mejor ni hablamos.
Tampoco parece sencillo que lo acepte Estados Unidos. Este mismo lunes, llegó a Beirut el enviado especial a Oriente Próximo, Amos Hochstein, quien, preguntado al respecto de esta filtración a la prensa, defendió ardientemente la labor de las Naciones Unidas. Según Hochstein, no se trata de revocar la resolución 1701, sino, al contrario, de respetarla. Según él, se trata de algo que no han hecho ni Hezbolá ni Israel, que se habrían dedicado a seguir luchando por un territorio que, en rigor, no pertenece a ninguno de los dos.
“Planteamos un refuerzo adicional de la resolución 1701”, declaró Hochstein en la capital libanesa mientras aún sonaban las explosiones de los últimos ataques israelíes sobre objetivos de Hezbolá. Lo cierto es que, más allá de la buena o la mala voluntad de las partes, la UNIFIL nunca ha conseguido sus objetivos en la zona, sea por lo precario del ejército libanés o por la falta de financiación y de armamento por parte de las Naciones Unidas. Su presencia en la zona, ahora mismo, es un riesgo más que un beneficio. Israel lo sabe de primera mano y juega con ello.
Desconcierto en Hamás
Y es que la muerte de Yahya Sinwar la pasada semana no ha llevado a la desescalada que imaginaba la administración Biden. Israel ha seguido con los ataques tanto a Hamás como a Hezbolá para intentar aprovechar la “ventana de oportunidad” de la que habló Netanyahu en su discurso del pasado jueves. Cuanto más debilite a ambas formaciones, piensa el primer ministro israelí, más fácil tendrá después enfrentarse directamente a Irán, lo que parece ya el gran objetivo de este conflicto.
Aparte de Hochstein, Joe Biden, en sus últimos meses de mandato, ha mandado también a Oriente Próximo a su secretario de Estado, Antony Blinken, en su undécimo viaje por la región desde la masacre terrorista del 7 de octubre.
Blinken explorará la posibilidad de un acuerdo de liberación de los rehenes y un posible alto el fuego en Líbano. Ambas tareas se antojan complicadas por distintos motivos: en Líbano, como decimos, Israel no parece estar pensando en cesar sus operaciones militares ni Hezbolá parece dispuesta a rendirse. Al contrario, sigue con sus amenazas y sus lanzamientos de proyectiles.
En cuanto a Gaza, el descabezamiento de Hamás acentúa el caos que se vive en la Franja. No hay interlocutores con los que hablar de cara a un intercambio de rehenes por prisioneros y no está claro siquiera que la organización conozca el paradero exacto de los secuestrados.
Mal que bien, Yahya Sinwar hacía de figura de enlace entre las distintas unidades y supuestamente controlaba la situación de los rehenes. Muerto Sinwar, parece complicado encontrar un acuerdo global por los más de cien israelíes que quedan en Gaza, vivos o muertos.
Dos enfoques de liberación
De hecho, según el diario The Times of Israel, tanto las FDI como el Shin Bet y el Mossad estarían contemplando al menos dos enfoques distintos a la hora de solucionar el problema. El primero, presentado el pasado domingo ante el Gabinete de Seguridad formado por buena parte del gobierno, consistiría en intercambiar a cinco rehenes a cambio de dos semanas de alto el fuego.
La verdad es que resulta una propuesta algo insólita teniendo en cuenta que Israel ha rechazado anteriormente treguas de esa extensión de tiempo por bastante más que cinco rehenes. También es cierto que la situación ha cambiado: Hamás está tan derrotada que puede que a Israel le compense parar durante dos semanas, recuperar al menos a esos cinco supervivientes y retomar después las operaciones sin miedo a que los terroristas se refuercen o se reorganicen. Al contrario, tal vez no sea mala idea darles un respiro para que puedan elegir un nuevo liderazgo con el que negociar.
El otro enfoque, defendido personalmente por David Barnea, jefe del Mossad, buscaría una solución más amplia que pudiera finalizar con la liberación de todos los rehenes y que, de paso, relajara la situación respecto a Hezbolá en Líbano.
Tampoco habría que ser muy optimista respecto a esta vía, puesto que no parece que la mayoría del gabinete de Netanyahu esté por la labor. Este lunes, el ministro de Asuntos Exteriores, Israel Katz, compartió en redes sociales una imagen de los efectos de un bombardeo israelí sobre la capital libanesa con el siguiente texto: “Beirut en llamas. Seguiremos golpeando a Hezbolá hasta que se derrumbe por completo”.