Creyentes encienden velas en la Iglesia de la Natividad en Belén, en la Cisjordania ocupada por Israel

Creyentes encienden velas en la Iglesia de la Natividad en Belén, en la Cisjordania ocupada por Israel Reuters

Oriente Próximo

Sin Navidades en Belén: las consecuencias de la guerra en Gaza ahogan económicamente esta localidad palestina

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Belén, la pequeña ciudad palestina conocida por haber sido el lugar del nacimiento de Jesús, recibió por segundo año consecutivo la Navidad sin ambiente festivo. Catorce meses de guerra en Gaza extienden la sombra del dolor, el miedo y la frustración. Lejos del foco mediático, pues los frentes del conflicto están en la Franja, en la frontera israelí con el Líbano y en la lucha con los hutíes de Yemen, la vida en los territorios palestinos ha sufrido un rápido deterioro como consecuencia de las mayores restricciones de movilidad impuestas por el ejército israelí, la retirada de permisos de trabajo y la violencia de los colonos.

El caso de Belén es particular porque el 85% de la economía local depende de un turismo religioso paralizado por el conflicto. "El año pasado teníamos más esperanzas de que todo hubiera terminado antes de Navidad", recuerda Rony Tabash, dueño de una tienda de regalos cercana a la iglesia de la Natividad, "pero llega otra Navidad y no hay peregrinos". Esto significa que, para la mayoría, no hay trabajo ni hay ingresos. "Es un milagro que aguantemos. Belén se está muriendo", lamenta Tabash.

Hoteles, restaurantes, tiendas de artesanía local, guías turísticos, empresas de transporte, taxistas... "Las personas que tienen negocios están cerrando o los han cerrado y han emigrado a otros países", explica el padre Luis Enrique, superior de la comunidad franciscana de Belén.

Siendo uno de los principales focos de peregrinación en Tierra Santa, la ciudad era un hervidero de gente llegada de todos los rincones del mundo. Sin embargo, el miedo y la inseguridad derivados de la guerra la han convertido en "una ciudad fantasma", afirma el religioso.

Emigración por miedo

Los dos años de pandemia blindaron las fronteras y obligaron a echar el cierre a los negocios turísticos en Belén, aunque la vuelta de los peregrinos en 2022 y 2023 permitió que muchos recuperaran sus trabajos y empezaran a remontar la crisis pandémica. Pero el estallido del conflicto en Gaza se ha vuelto a llevar todo por delante.

Además, las autoridades israelíes retiraron los permisos de quienes cruzaban cada mañana los checkpoints para trabajar en Jerusalén u otras ciudades israelíes, donde ganaban un mejor sueldo. "Es una forma de humillación, porque con esos trabajos podían mantener a sus familias y ahora no pueden", lamenta el padre Luis Enrique.

No es sólo la retirada de permisos de trabajo o para visitar familiares, que ahora son excepcionales y muy cortos. El ejército israelí también bloquea determinados territorios o carreteras y moverse de un lugar a otro en los territorios palestinos se ha convertido en una pesadilla, explica Marie-Armelle Beaulieu, redactora jefe de la revista Terre Sainte afincada en Jerusalén desde hace 20 años. Esto supone un problema para cualquiera que quiera llegar a su trabajo o transportar mercancías de un sitio a otro.

"A principios de septiembre fui a Hebrón, al sur de Cisjordania, y en el mercado me dijeron que no tenían tomates de los cultivos de alrededor porque los agricultores no tienen permiso para entrar en la ciudad", relata. "Todo es difícil. No se pueden mover de un sitio a otro, no pueden ir a su trabajo, no pueden desarrollar su negocio, no pueden exportar... A veces sufren ataques de los colonos y nadie les protege"; ataques que se han multiplicado desde el 7-O y comienzo de la guerra en Gaza.

El deterioro de la situación en múltiples frentes está provocando un éxodo silencioso. Tabash afirma que 70 familias de la minoría cristiana de Belén (de apenas 7.000 personas) han emigrado en este último año. Beaulieu añade que las familias musulmanas también se están yendo, en mayor número porque son más, y no sólo de Belén, sino de toda Cisjordania. Después de lo que han visto en Gaza y en el Líbano, "tienen miedo de ser el siguiente objetivo de los israelíes", explica. "Tienen miedo al futuro; no ven ningún futuro".

Tensa espera por Trump

Beaulieu apunta que los palestinos no son los únicos en irse, también los israelíes están emigrando: "Se van porque temen que ya no haya democracia en Israel. No están de acuerdo en absoluto con aquello en lo que se está convirtiendo Israel. Dicen que entre enero y julio de este año, 72.000 judíos se fueron del país. Encuentras cada vez más judíos en Berlín, en Chipre, en Grecia, en España..."

Una de las preocupaciones que deja este asunto es que aquellos que se van, tanto israelíes como palestinos, suelen ser gente liberal, de mente abierta y con estudios superiores o gran capacidad de trabajo. Esto supone, por un lado, una fuga de talentos y, por otro, la desaparición de perfiles moderados, lo que acentúa la polarización del conflicto y dificulta su resolución.

La inminente llegada de Donald Trump a la Casa Blanca mantiene a la gente en una tensa espera por saber qué hará con respecto al conflicto. A principios de diciembre declaró que desataría "un infierno" si Hamás no liberaba a los rehenes antes de su toma de posesión el próximo 20 de enero.

También preocupa que el perfil duro y marcadamente pro-israelí de algunos miembros de su gabinete sea una declaración de intenciones. Los palestinos, reconoce Beaulieu, "tienen miedo, pero al mismo tiempo quieren ver otro paso" en una guerra que lleva demasiado tiempo estancada y sin solución a la vista. "Hacia delante o hacia atrás, pero necesitan ver otro paso".

Belén pasará una segunda Navidad sin luces, sin decoración en las calles y sin árbol con estrella en la Plaza del Pesebre. La pandemia no impidió la celebración de las tradicionales fiestas locales en las que cristianos y musulmanes participan por igual del mercado navideño, el encendido del árbol y los eventos en directo. Pero la sombra de la guerra y la dramática situación económica hace que se sientan incapaces de celebrar nada a día de hoy. Sorprendentemente, revela Beaulieu, "hay más decoración navideña en la parroquia de Gaza que en Belén. He visto más sonrisas en esos niños de las que he visto en Belén".