Desde los años 60 el ser humano trata de encontrar extraterestres, ya sean avanzadas civilizaciones o simples bacterias. En estos esfuerzos se usan desde los clásicos radiotelescopios hasta sondas robóticas que se quieren enviar a distintos rincones del sistema solar.
Miles de millones y miles de millones de estrellas. Lo que vemos sobre nuestras cabezas cuando elevamos la cabeza durante la noche es solo una pequeña porción de las bolas de plasma que salpican el universo. Desde que en 1992 se confirmó por primera vez la existencia de planetas orbitando una estrella -concretamente un púlsar llamado Lich a 980 millones de años luz de la tierra- se ha confirmado la existencia de más de 3500 planetas fuera de nuestro sistema solar.
En 2014 el telescopio Kepler -esencialmente, la mayor cámara que el humano ha lanzado al espacio- descubrió el primer astro similar a la Tierra, y no sería el único. Recientemente el descubrimiento del sistema Trappist-1, con hasta siete planetas semejantes al nuestro orbitando la misma estrella ha disparado el optimismo de muchos acerca de las posibilidades que que haya vida ahí afuera. Y el desarrollo de la tecnología en las últimas décadas nos puede estar acercando a grandes zancadas hacia el primer contacto.
Tecnología para encontrar extraterestres: Sondas robóticas en el Sistema Solar
De todos los planetas detectados por el ser humano en el tiempo que llevamos mirando hacia las estrellas -podemos incluir o no Plutón a gusto del lector- únicamente hemos explorado a fondo uno, la Tierra, y nos ha enseñado que la vida es capaz de desarrollarse y perpetuarse hasta en los ambientes más extremos. El Sistema Solar todavía nos puede reservar muchas sorpresas y no se puede descartar encontrar rastos de vida -actual o pasada- en Marte. Europa -un satélite de Júpiter- y Encélado -una luna de Saturno- cuentan, posiblemente, con océanos debajo de su superficie de hielo, convirtiéndolos en dos destinos prometedores en busca de vida extraterrestre.
La existencia de vida extraterrestre en el Sistema Solar no está ni mucho menos descartada
Muy posiblemente, el primer contacto con criaturas de las estrellas no se produzca con un platillo volante aterrizando en la Casa Blanca -sobre todo porque, sin nacionalidad ni pasaporte en regla, un extraterrestre sería un inmigrante ilegal, ante lo cual el jardín de Donald Trump seguramente no sería el mejor lugar para comenzar relaciones instituciones interestelares-. Es mucho más probable que la confirmación de que no estamos solos en el universo llegue con un robot encontrándose una bacteria en algún rincón del sistema solar.
El 13 de septiembre de 1959 la sonda soviética Lunik 2 se convirtió en el primer objeto fabricado por el ser humano en alcanzar otro cuerpo celeste tras estrellarse en la región lunar conocida como Mare Imbrium. La robótica ha evolucionado de forma enorme en el medio siglo que ha pasado desde entonces. Actualmente hay 21 sondas robóticas activas en el sistema solar, contando Hayabusa 2 y OSIRIS-REx, en ruta hacia dos asteroides.
Curiosity lleva desde 2003 explorando Marte en busca de material orgánico
Aunque la mayoría son satélites que permanecen en órbita, dos de ellas están en la superficie marciana. La sonda Opportunity es una auténtica superviviente que lleva activa desde 2003, a pesar de que solo se esperaba que funcionase durante 90 días del planeta rojo. El otro robot, Curiosity, tiene como una de sus principales misiones, precisamente, la búsqueda de material orgánico. Desde su llegada en 2012 ha recorrido más de 15 kilómetros sin encontrar indicios de vida marciana, pero se hizo un selfie.
Aunque los proyectos del primer viaje tripulado a Marte se están llevando buena parte de la atención, muchas son las misiones roboticas que se están considerando -incluidas algunas que tienen como objetivo perforar el hielo de Europa para explorar sus océanos-.
Los avances en las IA puede suponer un gran avance para la exploración robotizada
Los avances en terrenos como la inteligencia artificial pueden ayudar en esta tarea. Las enormes distancias del cosmos hacen que la comunicación entre la Tierra y nuestro enviado puede ser complicada. Por ejemplo, una señal de radio puede tardar entre once y cuarenta minutos en recorrer la distancia de la Tierra a Marte -hay que tener en cuenta que los astros no siempre están a la misma distancia-, por lo que el envío de instrucciones y la respuesta puede ser muy lenta. Si las máquinas fuesen capaces de tomar ciertas decisiones por sí mismas sin esperar instrucciones humanas se ganaría enormemente en agilidad.
Radiotelescopios: Esperando un “hola” interestelar
Pero ¿y qué sucede con la vida inteligente? Con el enorme tamaño del cosmos tiene que haber algo más que bacterias ¿no? En 1961, el radioastrónomo Frank Drake, presidente del Instituto SETI encargado de buscar en el espacio posibles señales procedentes de alienígenas inteligentes, ideó una ecuación con tal de hacerse una idea de cuántas civilizaciones inteligentes puede haber ahí fuera. Esta tiene en cuenta desde la velocidad de formación de los planetas hasta el tiempo que una civilización es capaz de comunicarse antes de extinguirse. Según el optimismo con el que rellenemos los datos que desconocemos podemos obtener una Vía Láctea con la actividad de un mercadillo persa o triste y vacía.
Las señales de radio son la opción más probable de contactar con una civilización extraterrestre
En todo caso, parece lejano el día que el ser humano pueda aparcar la nave en el jardín de nuestros vecinos estelares -y nada nos garantiza que alguna vez seamos capaces de hacerlo-. Con la inmensidad del espacio, las posibilidades de que dos naves se encuentren de forma casual en un mismo punto es prácticamente nula. A pesar de que en las dos sondas Voyager -que actualmente se encuentran saliendo del sistema solar- incluyen mensajes para un hipotético extraterrestre que la encuentre, la detección de señales de radio son una forma más probable de realizar el primer contacto.
Mientras tanto, los humanos llevamos algo más de cien años emitiendo señales que podrían ser detectadas por extraterrestres. Estas señales han viajado por el espacio el tiempo suficiente como para haber llegado ya a un puñado de estrellas.
En busca de una esfera de Dyson
En 1960 el astrofísico Freeman Dyson propuso que una civilización lo suficientemente avanzada tendría una gran demanda de energía. Tan grande, que tendrían que recurrir a la mayor fuente a su alcance: su estrella. Dyson imagino una enorme estructura que encapsularía por completo al astro, recolectando toda su energía: la esfera de Dyson. Aunque algo así sea casi con seguridad imposible incluso para las tecnologías más avanzadas -simplemente por la enorme cantidad de materia necesaria para construir semejante estructura-, hay ideas similares que sí podrían ser posibles, como un enorme enjambre de satélites.
Los telescopios modernos podrían llegar a detectar una gran estructura alrededor de una estrella
Cuando un planeta se cruza entre una estrella y la Tierra, la cantidad de luz que nos llega desde ella se reduce. Aunque los telescopios actuales no son capaces de ver de forma directa al planeta, sí son capaces de detectar esta variación en la luz. Así es como se han encontrado buena parte de los exoplanetas y una esfera de Dyson o sus variaciones más viables producirían un efecto similar detectable desde nuestro planeta.
Y eso es, precisamente, lo que muchos expertos creyeron ver en los extraños patrones de luz que nos llegan desde la estrella KIC 8462852, a 1500 años luz de la Tierra (que no son muchos, aunque lo parezca). Normalmente los planetas causan una reducción en la luz de un 1%, incluso los más grandes. En este caso llega en ocasiones al 22% y lo hace sin patrón aparente. Para causar algo así serían necesarios hasta 648.000 cometas de 200 kilómetros.
La variación de irregular de la luz de una estrella a 1500 años luz intriga a los científicos
Aunque en un principio se pensó que podría ser causado por los restos de un planeta destruido o cometas, más de un año después de que se descubriera el fenómeno, el misterio sigue. Aunque las probabilidades de que el fenómeno sea realmente causado por una estructura artificial son muy escasas, el debate demuestra que la tecnología humana sí podría detectar un objeto similar a una esfera de Dyson.
La tecnología no nos limitará a la hora de encontrar alienígenas
No existe un protocolo establecido de qué se debe hacer en caso de que nos tomemos con un indicio confirmado de inteligencia extraterrestre, lo más parecido es la Declaración de principios relativos a las actividades subsiguientes a la detección de inteligencia extraterrestre, que realizó la Academia Internacional de Astronáutica. El problema es que esta no es una institución gubernamental, por lo que esta es más una sugerencia que un protocolo ampliamente aceptado. Esta declaración propone una serie de pasos antes de realizar el anuncio oficial, manteniendo el mayor hallazgo de la historia en secreto. ¿Sería posible eso en una época en la que hasta el Presidente de EEUU despacha en las redes sociales cuanto le cae en las manos?
La mayor dificultad puede no ser tecnológica, sino identificar a algo como vivo
Cómo nos encontraremos a los extraterrestres (si los encontramos) y cómo actuaremos después sigue siendo un misterio. Lo que es seguro es que la tecnología no será una barrera para lograr el encuentro, la verdadera dificultad radicaría en identificar como extraterrestre lo que estamos viendo ¿Seríamos capaces de identificar una señal enviada por una inteligencia alien si la encontráramos? Podríamos llevar años en medio de un “Skype” intergaláctico y no habernos dado cuenta de ello.
Nuestra concepción de lo que es “vida” también supone una limitación. Los extraterrestres -simples o complejos- pueden ser muy parecidos a nosotros o completamente distinto. El gran reto de la astrobiología no es solo buscar, sino también saber qué buscar. Aunque a primera vista la diferencia entre lo vivo y lo inerte sea evidente, la “vida” es únicamente una definición cultural dada a partir de lo que vemos a nuestro alrededor: las criaturas vivas crecen, se replican, metabolizan energía… Y sin embargo sin salir de nuestro planeta ya hemos encontrado criaturas, como los virus, que desafían todas las definiciones de “vida” que nos enseñaban en el colegio. ¿Quién sabe qué podemos encontrar más allá de nuestro píxel azul pálido?