La ciencia de la Navidad: Santa Claus, sus renos, regalos y física
El modus operandi de Santa Claus siempre me había parecido algo curioso desde que era un niño (si, pensaba demasiado para mi edad). Aún así, con regalos de por medio, no le daba demasiadas vueltas a la cabeza mientras hubiera juguetes que disfrutar. De todas formas, hoy echaremos un ojo a la rapidez que debería gastarse nuestro amigo gordito de traje rojo para poder llegar a todas partes, incluyendo su peso, el de sus renos, y los millones de regalos que transporta.
Hablemos de velocidad
Para empezar, Santa Claus debería recorrer la friolera cantidad de 510 millones de kilometros en una sola noche, en unas 32 horas (recordad que mientras viaja, la Tierra sigue girando, y esto es un punto a favor). Esto viene a ser unos 10.703.437,5 km/h toda la noche, dando por sentado que no parará ni para echar un café y que su trineo lleva incorporados cañones lanza-regalos, o algo similar. La tecnología ha avanzado mucho, pensadlo.
¿Y el peso de Santa, trineo y renos?
Esto dependerá del tipo de regalos que transporte, claro. Asumiremos una media de 1 kg por regalo, más o menos. Esto nos dará la ingente cantidad de 840.000 toneladas de juguetes, necesitando unos 5,6 millones de renos para poder transportarlo (aunque, si creéis en la magia navideña como yo, pensaremos que lleva 8 renos todo-poderosos que han pasado el año en el gimnasio y son capaces de llevar todos esos juguetes y más).
Aún así, pensando en todos esos renos, con un peso de 272 kg por reno, y sin contar el trineo, tendremos unas 2.363.200 toneladas entre renos y regalos. Todo esto viajando a 10.703.437,5 km/h (0,97 por ciento sobre la velocidad de la luz). ¿Me seguís?
Los renos voladores
Pero aquí no acaba el asunto. Falta hablar sobre la poderosa habilidad de los renos voladores. Acerca de este tema puede hablar el Dr. Roger Highfield, ex-editor de ciencia del periódico The Telegraph y autor del libro “Can Reindeer Fly?: The Science of Christmas”:
“En algún lugar en el polo Norte, o tal vez en un vasto complejo de Gemiler, debe haber un ejército de científicos que experimentan con lo último en materiales de elevadas temperaturas, tecnologías de computación genética y geometrías de deformación espacio-temporal, todas unidos para un solo propósito: hacer que millones de niños sean felices en Navidad”
Aún así, podríamos tener en cuenta otras teorías, algunas claramente desdeñables. Por un lado, un trineo impulsado por cohetes sería poco factible, ya que el coste del combustible sería insostenible. Por ello debemos tener en cuenta a los duendes de Santa Claus, unos expertos ingenieros en las teorías de deformación del espacio-tiempo.
Gracias a estos pequeños listillos, el trineo de Santa Claus podría introducirse dentro de una pequeña burbuja independiente de nuestro espacio-tiempo, viajando a mayor velocidad que la misma luz. Por su parte, la tecnología del conocido como “agujero de gusano” podría crear atajos cósmicos y dar una pequeña ventaja de viajes en el tiempo, consiguiendo así llevar a cabo todo el trabajo en una sola noche.
Pero hemos olvidado los renos. Si eliminados de la ecuación que el trineo solo viaja gracias a los renos, sin motor ni combustible añadido, hay que explicar como hacen esto los renos.
Una teoría acorde a nuestros conocimientos actuales sería la ingeniería genética, mediante la cual los renos podrían ser alterados de tal manera que sus pulmones fueran más grandes y pudieran llenarse de helio (el mismo gas usado en los globos). O, también podría haber otras teorías, como comenta el profesor Ian Stewart, profesor de matemáticas de la Universidad de Warwick:
“Los renos poseen un aparato curioso en la parte superior de sus cabezas que llamamos astas, y que ingenuamente asumimos y damos por sentado que se usan para pelearse entre los machos y ganar así a las hembras. Esto es una absoluta estupidez. Estas astas realmente son dispositivos vórtice-vertimiento fractales”
Si lo pensáis, a las velocidades que deben viajar los renos para conseguir entregar los regalos, sus astas deberían dar la suficiente sustentación para poder volar sin problemas.
¿Todos merecemos recibir regalos?
Aquí deberíais echar un vistazo a un libro que me recomendaron al empezar la carrera, que me han seguido recomendando, y que aún no he acabado de leer: El gen egoista, de Richard Dawkins. Esencialmente deberíamos ser egoistas, pero el altruismo es necesario para nuestra supervivencia (al menos he llegado hasta ese punto, que nadie lance un spoiler en los comentarios por favor). Y, no solo sucede en humanos, sino que en otras especies animales también se hacen regalos.
En otros animales esto es fácilmente explicable, ya que se puede ser generosos con los familiares (por llevar los mismos genes) o con el fin de lograr la reproducción. Esto también ocurre con los humanos, en ambos casos, pues los regalos llegan a conseguir mucho. Pero existen situaciones donde nuestra especie es generosa con extranjeros, gente que ni siquiera conocemos ni tenemos relación alguna, y que puede que nunca volvamos a ver, pero igualmente somos generosos con ellos, ¿por qué?
Según el profesor Martin Nowak, de la Universidad de Harvard, hay una explicación evolutiva para este asunto:
“Yo te ayudo y, finalmente, alguien me ayudará. Nuestro análisis muestra que la gratitud y otras emociones positivas aumentan la disposición a ayudar a los demas, dando lugar así a la evolución en un mundo competitivo donde reina la selección natural”
En definitiva. En esencia, ayudamos porque nos sentimos bien, y porque al final de toda la cadena acabaremos siendo ayudados también. Hay veces que somos generosos sin pensar en todo esto, pero es lo que acaba sucediendo.
Y así acaban las teorías navideñas. Y vosotros, ¿tenéis hipótesis alternativas para explicar la Ciencia de la Navidad? Os invito a compartirlas en los comentarios.
Vía | The Telegraph.