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¿Las personas amables son más violentas y destructivas?

1 julio, 2014 16:41

Sí, se que suena bastante ilógico, pero tiene bastante sentido si lo pensamos de forma objetiva. En un principio, nuestro sentido común nos dice que las personas agradables tienden a “hacer el bien”, ¿no? Pero la realidad es que las decisiones de esas personas tienden a ser bastante más perjudiciales y destructivas si en consecuencia logran un mejor bienestar social. Al menos así lo explica una variación de los experimentos de obediencia de Stanley Milgram, en los cuales se analiza las diferentes condiciones que obligan a un individuo a tomar una decisión en particular.

Ser amable aumenta la probabilidad de tomar una decisión perjudicial para los demás

Según estos nuevos experimentos de obediencia, las personas más amables eran las que solían cumplir más los deseos del experimentador, dando lugar a decisiones del estilo de provocar descargas eléctricas a personas inocentes. Sin embargo, aquellas personas menos agradables, o más “desobedientes“, eran más propensas a rechazar hacer daño a nadie, aunque eso implicara justamente la desobediencia y ser desagradable.

Pero la cosa no se quedó ahí, ya que los investigadores quisieron recabar más información sobre la personalidad de sus voluntarios. Por ejemplo, se descubrió que aquellas personas con unas ideas políticas de izquierdas estaban menos dispuestas a cumplir las demandas de provocar sufrimiento. Por otra parte, había un tercer grupo que tenía más probabilidad de ir contra las normas y negarse a provocar sufrimiento, y eran precisamente mujeres que habían participado previamente en activismo político (con huelgas u ocupaciones, por ejemplo).

La paradoja de la obediencia: Cumplir las normas sociales implica destrucción

Si nos fijamos más a nivel de nuestro día a día, tan solo con cumplir las normas sociales cotidianas como conducir, comer carne o usar productos de higene como champús fabricados con productos como aceite de palma, ya estamos dando lugar a la destrucción, ya que sabemos muy bien de donde provienen muchos de los productos que usamos.

Es decir, estamos sobradamente informados de la explotación que sufren los individuos fabricantes de nuestros dispositivos electrónicos, nuestra ropa o nuestro calzado; y también sabemos cuanto contaminan determinados productos que usamos cada día. Y, aún así, con la información en la mano, nuestra obediencia a las normas sociales provoca esta destrucción.

OJO, porque como estáis viendo, el hecho de cumplir con estas normas que facilitan nuestra convivencia con los demás se describe como amabilidad, ser agradable, y aún así provoca destrucción. Es irónico la verdad.

Finalmente, cabe añadir que los experimentos aquí explicados no son una excusa para dar lugar a la mala educación, arrogancia o demás características de la personalidad que serían perjudiciales y alterarían nuestra convivencia con los demás de forma totalmente consciente. Es evidente que es necesaria la existencia de personas agradables, pues esto es lo que nos mantiene vivos y nos hace ayudarnos los unos a los otros.

Pero, eso si, desobedecer alguna que otra norma, como por ejemplo promover el transporte público en lugar de ir en coche a todas partes, o querer ser más respetables con el medio ambiente, son cosas que “desobedecen las normas sociales”, porque aún no las tenemos totalmente implicitas como normalidad, pero que vienen bien para cambiar y mejorar nuestra sociedad.

Vía | Psychology Today.