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¿Por qué el tiempo vuela cuando disfrutamos?

29 diciembre, 2015 16:29

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Pocas cosas pueden ser más desesperantes que estar continuamente pendientes del reloj, en especial cuando deseamos que el tiempo pase más rápido. Suele ser algo habitual en aquellos momentos en los que, por una u otra razón, nos aburrimos, y es entonces cuando los minutos se convierten en horas para nosotros. En cambio, basta con sumergirnos en una de nuestras aficiones o ponernos a hablar con un buen amigo para que las agujas pierdan el control y acaben acelerándose hasta que el tiempo empieza a batir velozmente sus alas. Y es que a pesar de la teoría de Enstein sobre la relatividad del tiempo, un estudio asegura que el cerebro tiene su propia interpretación del paso de los segundos, minutos y horas. Por lo visto, conforme más nos concentramos en la duración de una actividad cualquiera, mayor probabilidad tendremos de percibir el tiempo que está transcurriendo realmente.

Midiendo nuestro ritmo interno

Si echamos un vistazo a la teoría tradicional acerca de la percepción del tiempo, ésta nos cuenta que todos tenemos un reloj interno encargado de establecer un ritmo circadiano; el ciclo de 24 horas que nos rige que a su vez se ve afectado por factores externos como el amanecer o la puesta de Sol. Este reloj además es el responsable de regular el resto de características temporales a través de varios procesos químicos. Sin embargo, desde que hace años podemos medir y analizar la actividad neuronal en el cerebro de forma más precisa y específica según la actividad que se esté realizando, la manera en la que creíamos que el cerebro procesaba toda esa información se ha visto transformada.

Ciertos estudios defienden la idea de que el cerebro posee en realidad una variedad de relojes internos. Es decir, podríamos considerarlo como una red que trabaja conectada a todas las áreas durante todo el tiempo, o como han descubierto recientemente unos investigadores en Francia, existen distintos circuitos cuya misión es la percepción del transcurso del tiempo… y también los responsables de que nos olvidemos completamente de éste.

El circuito del aburrimiento

Jennifer Coull, la directora de este estudio llevado a cabo en el Laboratorio Francés de Neurobiología y Cognición, ha encontrado un circuito que se activa cada vez que un alguien se concentra en la duración del tiempo, un síntoma típico del aburrimiento. A través de resonancia magnética, Jennifer y su equipo analizaron distintos patrones de actividad cerebral mientras las personas estaban concentradas en problemas o tareas específicas.

Los sujetos debían concentrarse en diferentes imágenes. Un grupo de individuos debía enfocar su atención la duración de la proyección de la imagen, otro tenía que concentrarse sólo en el color de la imagen y un último grupo debía concentrarse tanto en el color como en la duración. Tras estudiar las reacciones cerebrales de cada grupo, se descubrió el córtico estriatal, un circuito que se dispara cada vez que la persona se concentra en el transcurso del tiempo, que permaneció activo de manera continua en el primer y en el tercer grupo.

“Cuando estamos aburridos nos concentramos en el pasar del tiempo y activamos en el cerebro este circuito, que se encarga de darnos una versión mucho más real del paso del tiempo. Por lo tanto, cuando estamos concentrados en otra actividad, nos olvidamos del tiempo y el circuito permanece apagado, por eso creemos que el tiempo pasa más rápido, porque no hemos encendido el lugar que se encarga de mostrarnos el paso real de los minutos”, explica la doctora Coull.

Además, el estudio ha demostrado que este “circuito del aburrimiento” está a su vez vinculado con el área de control motor y la región que nos prepara para la acción. Es decir, es posible que el cerebro mida y perciba el tiempo como pequeños y grandes intervalos entre nuestro movimientos, algo parecido a cuando un músico marca el ritmo con el pie o cuando un atleta se prepara para entrar en acción tras el disparo de salida. Podríamos decir que el tiempo es como nuestra moneda de cambio cerebral, lo que ya insinuaba el conocido refrán: “el tiempo es oro”. Una magnitud física tan objetiva como subjetiva, que condiciona nuestro modo de vida como seres humanos, aunque a veces no tengamos claro su valor.

Fuente | CBRU